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domingo, 3 de octubre de 2021

Resiliencia y empoderamiento

 Nunca he pronunciado las palabras que ahora tanto se dicen sin que muchos sepan siquiera qué significan.


Me acuso, padre, de lo políticamente correcto, de que nunca he pronunciado las palabras que ahora tanto se dicen sin que muchos sepan siquiera qué significan. Pero que, como están de moda, hay que pronunciarlas para quedar bien. Hay una nueva jerigonza que ha superado incluso al Tertulianés y al Politiqués. Palabras que cree la gente que por decirlas eres más progresista. Un ejemplo: «La resiliencia que significa el empoderamiento, como no podía ser de otra manera, supone una atención a la población vulnerable de un modo transversal». ¿Se pueden decir más tonterías en menos palabras? Pues se dicen. Y quienes lo hacen están orgullosos de cómo manejan ese neolenguaje que no sé de dónde ha salido, como no seade la imbecilidad del género humano.Estoy dispuesto a pagar lo que sea, e incluso a hablar en Tertulianés, si alguien me demuestra que me ha escuchado pronunciar la palabrita de marras: «resiliencia». Que hasta he tenido que ir al diccionario para saber qué significa: «Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos». ¿Cómo se dice esto en español de siempre? Pues se dice, por ejemplo, vecinos de la isla de La Palma frente al volcán, el que a todas horas nos ponen en la televisión, que la colada es ya como de la familia, en un continuo miércoles de ceniza. Antes de que se pusiera de moda esa palabreja, esto era «capacidad de superación ante la adversidad». Aguante y salir adelante. Lo que los españoles tuvieron en circunstancias tan adversas, desde el histórico «año del hambre» de la postguerra a la superación de las crisis económicas.

¿Y el «empoderamiento»? ¿Dónde me dejan el «empoderamiento»? Tampoco lo he pronunciado nunca, palabrita del Niño Jesús. Y también he de recurrir al Diccionario para saber qué quieren decir: «Acción y efecto de empoderar (II hacer poderoso a un desfavorecido)». A mí «empoderamiento» (será la deformación de la afición) me suena a Tauromaquia. Me suena a una forma quizá nueva de los que se llaman «productores» taurinos en vez de empresarios como toda la vida. Para mí no hay más empoderamiento que el de los apoderados taurinos, la figura que dicen que inventó Camará con Manolete. El empoderado me parece una nueva versión del apoderado, sin los signos externos antiguos de su oficio, como un pedazo de puro habano, una gran tumbaga, un reloj de oro, un buen traje a medida de sastre y una chequera en el bolsillo... para no pagar a nadie. No conozco a otro empoderado que ese. El que hacía que a los toreros, por las escrituras de exclusividad de representación que otorgaban, se les llamara con una palabra preciosa, ya desaparecida: «Poderdante», el que daba poderes ante notario. Los empoderados ahora no tienen empoderdantes, qué pena. Será cosa de la transversalidad. Porque cuanto acabo de decir lo he manifestado, «como no puede ser de otra manera», de un modo transversal. Y a favor de lo vulnerable. Que son nuestros oídos, de cómo rechinan con estas palabras espantosas.


miércoles, 15 de septiembre de 2021

Susana no perdió las elecciones


Pasará a cobrar como senadora catorce pagas de 6.550 euros brutos

Antonio BurgosAntonio Burgos

Que Susana Díaz perdiera las elecciones andaluzas es un embuste. Una trola. Una mentira. Lo que ahora llaman una noticia ‘fake’. Eso de que perdiera las elecciones es tan falso como la denuncia por la agresión por homofobia que tanto juego ha dado algunos, incluso después de desmentida. Susana Díaz no perdió las elecciones. Las perdió el PSOE, que tuvo que dar paso al «gobierno del cambio» de Juanma. Pero ella salió ganando un pastón. Que no es lo mismo. Ni a soñar que se hubiera echado le hubiera salido una operación tan redonda para su buchaca. De momento se quitó de encima la responsabilidad de tener que dirigir la mayor empresa de Andalucía, como es la Junta, en los peores momentos. Se quitó toda responsabilidad en la pandemia de coronavirus, que le cogió plenamente a Moreno Bonilla. A efectos de la pandemia, Susana quedó para criticar sin responsabilidad política alguna, no para tener que pechar con las saturaciones hospitalarias, las muertes, el envío de vacunas, las ayudas de Europa, vía gobierno de Madrid, a los damnificados en nuestra tierra por la crisis. Susana no tuvo que pechar con los confinamientos, las alarmantes cifras de contagiados diarios, las curvas de las diversas olas, las decisiones impopulares. Todo le cayó de lleno a Juanma. Y seguro que para sus adentros Susana Díaz pensaría más de una vez, cada vez que las noticias eran más adversas, graves y negativas:

-¡De la que me he librado! ¡Anda que pechen Juanma y Jesús Aguirre con el problema!

Y como las puertas giratorias siguen existiendo (como aquella del Ateneo de la calle Tetuán donde murió el poeta ultraísta sevillano Rafael Lasso de la Vega), Díaz tomó puerta, camino y mondeño para estar cómodamente instalada en el Parlamento andaluz como baranda del Grupo Socialista, sólo para criticar lo que hacían mal los populares. ¿Le salió mal su jugada de enfrentarse a Sánchez antes de la victoria del actual presidente para dirigir el PSOE? Yo creo que no, para mí que le salió de cine. Porque le retiraron la confianza y la depositaron en Juan Espadas como candidato futuro a la presidencia de la Junta, que es quien debe ahora perder el sueño.

Y a través de esa dorada puerta giratoria de las caridades con dinero ajeno, Susana Díaz tomó ayer posesión en Madrid como senadora autonómica. Echaron a otro para ponerla a ella. Un chollo. Pero de los de verdad. Susana Díaz, de estar con una mano detrás y otra delante como concejala en El Tardón, pasará a cobrar como senadora catorce pagas de 6.550 euros brutos: 3.051 como senadora y el resto como presidenta de la Comisión de Industria que han nombrado al que no creó una sola en Andalucía, más que la Faffe de la Junta. Y aparte de ello, más dietas y gastos de desplazamiento, entrará como rentable tertuliana en Telecinco con Rosa María Quintana y en la Cuatro con Risto Mejide, en el programa ‘Todo es mentira’. Desde luego que parece mentira cómo no ganar las elecciones ha montado en el dólar a Susana Díaz, sin responsabilidad alguna ante la opinión pública.


jueves, 24 de junio de 2021

Es una vergüenza

 Más que indulto a los golpistas separatistas catalanes del 1-O es un perjurio colectivo.

No es un indulto colectivo. Es una vergüenza. Lo que pasa es que ocurren tantas cada día en todos los ámbitos de decisión del poder, que ya estamos acostumbrados a ellas, y ni nos llaman la atención. Todo es montaje y publicidad y la gente traga mucho más que con los anuncios de la televisión. En la televisión hacen publicidad los propios presentadores, sin que distingamos a veces entre información y propaganda. En el poder de esta desgracia que nos cayó por culpa de Rajoy, ocurre lo mismo: no se sabe ya distinguir entre lo que es decisión en beneficio de España y los españoles, y lo que es manipulación de la verdad en beneficio de la propia permanencia en

 La Moncloa a cualquier precio.

Pasa como con las mascarillas. Han hecho una perfecta composición en anillo, que diría un maestro de Retórica. Al principio, el de la rebequita nos decía que las mascarillas no hacían falta. Ahora, aunque está ahí la cepa india acechando acabar con todas las cifras optimistas, volvemos a las andadas. Aunque haya comunidades donde todas las precauciones sigan siendo pocas, por decisión personal de Sánchez, sin más cogobernanza ni consulta, dicen otra vez que las mascarillas no son necesarias. Vamos, que también les han dado su indulto a las mascarillas para que no hablemos del indulto.

Más que indulto a los golpistas separatistas catalanes del 1-O es un perjurio colectivo. Del presidente Sánchez abajo, los veintitrés mil o veinticuatro mil ministros que hay, son todos unos perfectos perjuros. Sin crucifijo alguno que valga delante, sin la Biblia, faltaría más, pronunciaron la fórmula de su toma de posesión: «¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como forma fundamental del Estado?». Pues ni están cumpliendo fielmente las obligaciones del cargo; ni le guardan la menor lealtad al Rey, al que quieren poner en Cartagena como a su bisabuelo; y mucho menos guardan y hacen guardar la Constitución como forma fundamental del Estado. Entre otras cosas porque quieren darle la vuelta como un calcetín a ese Estado de esa Constitución de 1978 que prometieron defender.

¿Y los indultistas, dónde me dejan a los indultistas? Llamo indultistas al resto de los españoles a los que les importa un rábano la unidad de la Patria y no le hacen ascos a la independencia catalana. Defienden como un ministro cualquiera el anticonstitucional indulto como fórmula para la «concordia», en el que llaman «conflicto catalán». En Cataluña no hay ningún conflicto. Hay unos partidos y líderes que no quieren pertenecer a España y están dispuestos a seguir arre que erre hasta que consigan la amnistía y el referéndum unilateral. A los indultistas les trae al fresco lo que haya dicho el Tribunal Constitucional. Y ni la CEOE ha desautorizado a su presidente ni la Conferencia Episcopal a los obispos catalanes, todos indultistas hasta la bandera ‘estelada’ en la torre. Iba a decir qué vergüenza de nación; pero tanta vergüenza da hasta lástima.


miércoles, 28 de abril de 2021

Yo quiero votar el 4

 No se crean que el martes 4 hay elecciones autonómicas en Madrid: las hay en toda España

Antonio Burgos

Isabel Díaz Ayuso ha hecho lo que no se atrevió Rajoy, y nos hubiera librado de esta España hosca y crispada, más dos Españas que nunca. Por cierto, para quitar hierro a tanto enfrentamiento, tanta polarización en los extremos y tantas veladas acusaciones, a propósito de los inaceptables y condenables sobres con amenazas de muerte y cartuchos de fusiles de asalto que han recibido Marlaska, Iglesias y la directora general de la Guardia Civil, para aplacar los ánimos me acordaría de la máxima del trovador de Sevilla, de Francisco Palacios ‘El Pali’: «Menos misiles y más pavías de bacalao». Yo ahora diría «Menos cartuchos de fusiles de asalto y más cartuchos de pescado frito». ¿Se imaginan que en vez de amenazas de muerte y municiones recibieran los políticos sobres no anónimos, sino firmados por sus partidarios, con deseos de suerte en las elecciones autonómicas de Madrid del próximo martes día 4 y cartuchos de pescado con las exquisiteces de los freidores de Cádiz y las freidurías de Sevilla, ese cazón en adobo, esos chocos, esas rodajas de merluza?

He dicho elecciones autonómicas y creo que he errado de tiro, ya que estamos hablando de municiones. No se crean eso que dicen que el martes 4 hay elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid: son en España entera. Una vez más, Madrid decide por España. El modelo que salga de esas urnas en plena pandemia, a las que nadie ha puesto el menor reparo sanitario como a las elecciones catalanas, tendrá validez para toda España. Se trata de ver si es posible una especie de ‘señor Sánchez, váyase’ o si se prefiere este Gobierno apoyado en quienes no creen en España y desean al menos acabar con el modelo de concordia del régimen de la Transición salido de la Constitución de 1978. El volantazo de Gabilondo lo dice todo. Quien también iba a perder el sueño si tenía que gobernar con Podemos es eso ahora lo que quiere; esto es, la repetición en la Puerta del Sol, en eso tan bonito de ‘la Real Casa de Correos’, del modelo que nos está gobernando España o lo que sea. Digo ‘o lo que sea’ porque para mí y para muchos españoles gobernar es otra cosa y no encadenar ocurrencias y demagogias, sobre la base del engaño. Y como botón de muestra del engaño, ahí está lo mentado de Gabilondo, de poner a Podemos tras la línea roja a decirle el ‘Vamos a ganar’.

¿Y lo del fascismo, dónde me lo dejan? Sólo les falta decir lo de 1936: «Madrid será la tumba del fascismo». Pensar de otra manera, creer en la libertad y en la separación de poderes, defender la Constitución, ya saben: es fascismo. No hay más democracia que la de los que quieren usarla totalitariamente en nombre de la izquierda. ¿Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio? Fascistas y antidemócratas. Los únicos demócratas son los que actúan en fascista para acusar a los demás. Por eso no se crean que las elecciones del 4 son en Madrid. Son en España entera, nos jugamos el futuro por voto de los madrileños. Yo quiero ser madrileño por un día para votar el día 4 por la libertad.


domingo, 4 de abril de 2021

Un peligro suelto

 Iglesias no tiene nada que hacer en todo el día más que maquinar maldades.

Antonio BurgosAntonio BurgosSEGUIRActualizado:04/04/2021 04:34hGUARDAR

España lo aguanta todo. Cuando ha resistido 14 meses, 14, con Pablo Iglesias como vicepresidente segundo del Gobierno de coalición, puede con todo lo que le echen. No sé de qué tenemos miedo que las vacunas, con toda la esperanza que despiertan, no vayan a remediar el caos sanitario y, de rebote, el económico. Con la pandemia ha podido Iglesias como vicepresidente haciendo lo que los señoritos andaluces toda la vida: nada. No se le conoce en este tiempo de tribulación que haya visitado una sola residencia de mayores de las que Sánchez lo nombró responsable máximo, ni que haya pisado un hospital para interesarse por los enfermos; ni, lo que es todavía peor, se haya remangado para remediar con

 ayudas del Gobierno el perfecto desastre de la hostelería, del pequeño comercio, de tantas y tantas actividades en quiebra que nos han llevado a batir todas las marcas de paro y de caída del PIB.

Este peligro suelto lo va a ser ahora más todavía, según se temía mi dilectísimo compañero de página Ignacio Camacho. Si con la teórica responsabilidad de la segunda vicepresidencia a Pablo Iglesias se le ocurrían tantas tropelías, demagogias y brindis al sol, tantas ideas con las del beri, ¿se imaginan ahora que, una vez dimitido en la vicepresidencia y salido del Gobierno, Iglesias no tiene nada que hacer en todo el día más que maquinar maldades contra Isabel Díaz Ayuso, contra el PP, incluso contra el propio Sánchez y la parte no podemita del Gobierno social-comunista? Es un peligro suelto. No sé cómo en su casoplón famoso de Galapagar no pusieron un letrero que en vez de «cuidado con el perro» dijera: «Cuidado, vicepresidente segundo dentro». Que se lo pregunten, si no, a los que han sido multados por el mero hecho de acudir a los alrededores del casoplón con una bandera de España.

¿Se imaginan la que puede liar Iglesias en la campaña electoral de Madrid? Ya repite en cada ocasión que se le presenta que va a las elecciones y ha dejado el Gobierno porque hay que salvar la democracia en Madrid y desterrar al fascismo. ¡Qué riqueza de ideas, hijo mío! Democracia, ya se sabe: es Podemos, el comunismo a la venezolana. Y fascista, todo el que no piense como yo. Ah, y las habituales menciones a la ultraderecha. Aquí tenemos un arco político mutilado: existe la ultraderecha, pero no la ultra izquierda, a la que pertenece el propio Iglesias. El del carrerón. De una indignada tienda de campaña en la Puerta del Sol el 15-M, a aspirar a seguir en la Puerta del Sol, pero como presidente de la Comunidad, dentro de la Real Casa de Correos. ¿Qué tienen estas elecciones de segundo rango que hay quienes, como Illa o ahora Iglesias, dejan el Gobierno por la perspectiva de alcanzar el poder que les den las encuestas?

Ah, y al final, pero no lo último, los dineros, el jurdó. Él e Irene Montero han multiplicado su riqueza por seis desde que son políticos. El que iba contra la casta y su señora han amasado un patrimonio de más de un millón de euros, casta pura. ¡Toma, así soy yo también comunista!

domingo, 7 de marzo de 2021

Paripé con apisonadora

 Fue como si la apisonadora pasara sobre los trabucos de Curro Jiménez y del Tempranillo

Antonio BurgosAntonio Burgos

Son unos artistas. No sé cómo no le han dado ya el premio Goya (sin premio) a Iván Redondo, por la de cosas que se le ocurren a este hombre y por cómo construye los guiones de las más falaces realidades. Ahora, en un patio del cuartel de la Guardia Civil de Valdemoro, el numerito de la destrucción de las armas de la ETA y del Grapo. Dicen que más bien del Grapo que de la ETA. Sobre ellas, como cuando destruyen una partida de relojes de marca falsos o de discos piratas de los que venden los manteros, el paso de una apisonadora. Que, según dicen cómo había dejado los tres rectángulos de armas por destruir, es lo menos

 potente que se despacha en apisonadora. ¿Armas del Grapo? Un paripé. ¿Quién se acuerda ya de lo que fue el Grapo? ¿Quién recuerda que su nombre era el anagrama de ‘Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre’? ¿Quién sabe cuándo dejó de existir el Grapo y por qué causas? La supuesta destrucción masiva de armas fue un paripé perfectamente organizado por Redondo. El mismo que inventa las armas de destrucción masiva de la verdad con que funcionan Sánchez y el Gobierno.

Como todo se sabe, la Audiencia Nacional había ordenado destruir estas armas en 2016. Cinco años han tardado en montar el paripé, en el que no se dijo nunca la verdad: que ETA no ha entregado las armas ni condenado sus atentados. Que, por el contrario, el Estado le ha entregado las armas de la gobernabilidad a los descendientes políticos de aquellos asesinos que nunca pidieron perdón por la sangría de vidas que causaron. Con razón no asistió al paripé de Valdemoro nadie de los que de verdad, con la Justicia y con las fuerzas de Orden Público como armas, consiguieron la desaparición de la ETA. Aquellos que no estaban, porque no se prestaron a ir de extras en esta mala película, sí que sabían cómo se destruían las armas de la ETA y se acordaban del histórico Grapo. Vamos, fue como si la apisonadora pasara sobre los trabucos de Curro Jiménez y del Tempranillo.

Cuando esa apisonadora, pero con mayor fuerza, con mucho mayor peso en sus rodillos para aplanar la realidad a su conveniencia, es la que utilizan Sánchez y el Gobierno cada lunes y cada martes, siempre con guión de Iván Redondo, para destruir la verdad y para igualarla con la mentira, que la deja completamente aplastada y, lo que es peor, olvidada. Con el numerito de la apisonadora que casi nada destruye nos quisieron hacer olvidar la que tenemos encima, cómo el Gobierno mira hacia otro lado en cuanto se presenta un espinoso problema, y cómo mete bajo su apisonadora los elementos de control de los millones de euros de la UE para remediar los efectos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia, con cuyo cuantiosa capa hará el sayo que más convenga entre sus amigos a la hora de repartir. Entre ellos, a los herederos de quienes empuñaron aquellas armas que tan malamente aplastó la apisonadora con su numerito demagógico y que sus votantes, como siempre, tragaron.


domingo, 28 de febrero de 2021

Orgullo andaluz

 Orgullo andaluz

No se le perdona a Andalucía que rompiera los 40 años de hegemonía socialista de Despeñaperros abajo

Antonio BurgosAntonio Burgos

Hoy es 28-F. Día de precepto andalucista. Y no será este predicador quien no le dedique el sermón al evangelio patriótico del día. Sí, he dicho ‘patria’ y lo repito con un verso de Aquilino Duque: «Tienen los andaluces por patria el universo». Y su habla es la que, con el descubrimiento y conquista, pasó a América. Habla riquísima, que hogaño anda en polémicas y que es clara como aquel vaso de agua del histórico artículo sobre el catalán de otro andaluz, y de pura cepa, con ejercicio y servidumbre: don José María Pemán.

No sé gallego, pero me temo que los que lo hablan sentirán a partes iguales indignación y vergüenza ajena cuando escuchan que alguien que no es

 de allí intenta imitar su acento. Del mismo modo, no hay nada más odioso que un castellanoparlante tratando de imitar, y a lo mejor con buena intención, el acento andaluz. Creen que con dos ‘ozús’ y dos ‘arsa’ ya está todo solucionado. Y es algo más profundo. El habla andaluza es como un conservatorio del español clásico. Palabras perdidas y en desuso en el resto de España se mantienen aquí, como en Hispanoamérica, vivas y expresivas. Por más que el DRAE las ponga en el purgatorio de las variedades regionales raritas, hace siglos fueron habituales en el español ‘de ambos mundos’. Sí, el habla de un andaluz está a veces más cerca, por lo expresivo, por lo concreto, por la belleza de prosodia, del español hablado en Colombia que el que se oye, un poner, en Segovia.

Lo peor del habla andaluz es que a pesar de más de cuarenta años de autonomía, de aquel 28-F del ‘andaluz, este no es tu referéndum’ de Lauren Postigo, sirve como lengua de broma y de guasa. Los personajes ‘simpáticos’ de las películas y las criadas de las series de TV siguen hablando andaluz. Un andaluz más falso que una moneda de cinco euros. Y a veces quien se avergüenza en hablar con la sonoridad y precisión de su tierra es el propio andaluz. ¿Saben dónde mejor se habla andaluz? En Gibraltar. El habitante del Peñón se esfuerza en colocar las eses en su sitio cuando habla en inglés, pero cuando lo hace en el español del Campo de Gibraltar, habla en libertad, sin presión de norma alguna, como uno de La Línea o de Algeciras. Sin complejo alguno de lo que vulgarmente se llama ‘comerse las eses’. Punto en el que una copla del Carnaval de Cádiz cantó un día: «¿No nos vamos a comer las eses? Las eses y lo que haga falta, con el hambre que da tanto paro».

Y el mismo respeto que a las hablas andaluzas se le tiene al Gobierno de la Junta de Andalucía en La Moncloa: ninguno. No se le perdona a Andalucía que rompiera los 40 años de hegemonía socialista de Despeñaperros abajo, eligiendo un gobierno del PP y de Cs apoyado por Vox. Le pasa a Andalucía, y en las decisiones de Sanidad sobre medidas anti-Covid se ha visto, como a la comunidad y a la alcaldía de Madrid. Que no se les perdona que no sean de ellos. Si no hay que mandar vacunas a algún sitio, es a Andalucía. Como al habla, a Andalucía, a pesar del orgullo que los de esta tierra sentimos por ella, se la sigue tomando por el pito de un sereno.


domingo, 14 de febrero de 2021

Las patas de la mentira

 Cada vez que Sánchez calla en una charlotada de sus socios podemitas, iguala la mentira con la verdad.

Dicen que la mentira tiene las patas muy cortas. Debe de ser en otras naciones, porque en España, desde que Sánchez fue investido presidente de aquella manera que dijimos, la mentira ha dado un estirón importante, y cada día la vemos correr los 100 metros y, además, ganar la carrera a la verdad. O al menos, empatar con ella, que hace falta la ‘foto finish’ que nos ofrecen abundantemente los altavoces del frente social-comunista para que ambas, la verdad y la mentira, tengan el mismo valor. Esto, hasta ahora, solamente ocurría en las redes sociales, donde algunos tenían que molestarse en sobreponer a la frase o a la imagen en cuestión la palabra ‘fake’, falso, para que no cayeran en la trampa los incautos.

Sánchez, con sus socios podemitas de gobierno, le ha cogido la horma al zapato de esta pérdida de valores que experimentamos en España. ¿Es lo que los españoles nos merecemos? Pensándolo fríamente, quizá. Aquí se empezó engañando al votante de buena fe del PSOE, que se creyó que Sánchez representaba lo que el partido fue siempre, una organización que en los momentos graves sabía sobreponer los intereses de España a los propios. Pero ese votante quizá ahora defraudado y harto de coles, se encuentra con que está gobernando un partido distinto al que votó, radicalizado a la izquierda, como echándole un pulso diario a sus socios podemitas, para ver quién hace o dice una barbaridad mayor en materia de destruir la concordia de la Constitución de 1978, con la separación de poderes, con la Monarquía parlamentaria, con la lealtad de las Comunidades al proyecto común de nación administrativamente centralizada.Vean, por ejemplo, lo último de la charlotada verbal continua en que Iglesias ha convertido a su España: dice que aquí no hay una democracia perfecta, aunque él sea su vicepresidente. Y cita a Su Majestad, y cita al CGPJ, y cita todo lo citable, menos al abandono del ejercicio del mando en la más grave crisis sanitaria, económica, laboral, social, política que ha padecido España. Y el presidente Sánchez, callando y cogiendo el Falcon para ir a la campaña de las catalanas, da por buenas las palabras de Iglesias. Echa por delante a Carmen Calvo (que convence menos que el Tío de la Rebequita que informa de la pandemia), y a Margarita Robles, que algún día sabremos la de sapos que ha de tragar en Defensa para que estos igualadores de la mentira y la verdad no acaben con el espíritu y los valores de nuestras constitucionales Fuerza Armadas. Cada vez que Sánchez calla en una charlotada de sus socios podemitas, iguala la mentira con la verdad. Y lo peor es que la gente lo cree. Y Sánchez calla cada día y se dedica al endiosamiento del poder en La Moncloa. Hoy son las elecciones catalanas, cuando hoy es la verdad o la mentira de la fórmula que tiene apañada Sánchez para perpetuarse en el poder sin tener que ejercerlo, haya ‘efecto Illa’ o no lo haya.

Antonio Burgos

lunes, 14 de diciembre de 2020

El satélite Sánchez

 

Sánchez es un satélite de Iglesias, que es quien parte el bacalao


Antonio Burgos


Con lo que estamos perdiendo, que veremos a ver qué nietos nuestros

pagan todo esto, ¿qué importancia tienen 200 millones de euros? Y es

lo que ha costado un satélite español para, entre otras misiones,

fotografiar especialmente el cambio climático. El satélite fue lanzado

desde la Guayana Francesa pero ocurrió una avería en el cohete que

había de ponerlo en órbita y... ¡adiós, Pampa mía, adiós nuestros 200

millones!». Seguramente era cosa del ministro astronauta. ¿Para qué

nos sirve un ministro astronauta si no nos dedicamos al lanzamiento

de satélites absurdos para perder el dinero que tanta falta nos hace en

la deuda publica o para rescatar la hostelería?

Tengo la clave de por qué apenas se ha comentado la

 pérdida de este satélite español. Porque tenemos otro satélite mucho

más importante y está en La Moncloa: el satélite Sanchéz. Es un

satélite que gira sobre su propia órbita, naturalmente. Sánchez, que

inicialmente se había convertido en socio de coalición de gobierno de

Iglesias, al poco tiempo de constituirse el bloque antinacional y

anticonstitucional de la investidura se ha vuelto un satélite de

Podemos. Sánchez es un satélite de Iglesias, que es quien parte el

bacalao. Nos creímos que sus socios de coalición eran los satélites que

giraban en torno a su órbita del Gobierno, pero, a la vista está, es justo

al revés. Aquí se hace lo que quiere Podemos. A Pablo Iglesias no le

falla el cohete para lanzar sus propuestas, ideas y exigencias, que

todas acaban fotografiando el cambio climático que se ha operado en

una nación donde Sánchez, aunque dice que hay que cumplir la

Constitución artículo por artículo, lo que de verdad aplica es lo que el

vicepresidente de moña y sus ministros quieren.

Pero esperen, que hay más en esta clase de astronomía recreativa de la

política. Por si fuera poco que el presidente fuera un satélite de su

vicepresidente, con tal de mantenerse en el poder se ha convertido en

satélite teledirigido de los independentistas catalanes y de los

independentistas vascongados, según dejó bien claro Rufián en la

tribuna de oradores del Congreso. Sánchez es un satélite de los que

van a por todas, de los que nos ponen en la frontera con Venezuela y

con Cuba, de los que dicen que van a Madrid a acabar con el régimen

de libertades de la Constitución de 1978, de los que día a día, gesto a

gesto, socavan la suprema estabilidad que nos aseguran la Monarquía

Parlamentaria y la confianza que muchos españoles tenemos en Su

Majestad el Rey Don Felipe VI, por más que a cada momento estén

buscando las cosquillas de Don Juan Carlos, a quien lo único que le

falta es que saquen que conduce coches de alta gama con el carné con

todos los puntos agotados.

Planeta Separatismo, Planeta Herederos de la ETA, Planeta

antiespañol de Podemos. En esas tres órbitas, a las que se debe, se

mueve a sus anchas el satélite Sánchez. Eso, como Pedro por su casa.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Romance del allegado

 ¿Que no tiene un allegado al que invitar a la cena? De aquí hasta Nochebuena tiene tiempo de buscarlo


Antonio Burgos


¡Ay, Dios mío de mi alma, ay, Dios, la que se ha liado a la hora de anunciar Nochebuena y

Fin de Año en las cenas familiares, las del cava, las del pavo, las de las suegras piripis y

los abuelos largando a los nietos el dinero que ellos llaman aguinaldo! Al anunciar las

medidas que el Gobierno ha calculado para evitar que las Pascuas hagan la ídem al

contagio, ha establecido el ministro, que es un filósofo rancio ahora metido en

cuestiones del asunto sanitario, que en las cenas familiares de esos días señalados por

panderetas y uvas que se toman con los cuartos, equivocándose todos de campanadas

del año... Ha dicho don Salvador, y cree que así se

ha salvado, que en las cenas familiares del turrón y el mantecado tiene que haber esta

vez estricto númerus clausus. Pues serán diez las personas que puedan estar cenando en

la misma mesa en donde había en pasados años el ciento y la madre patria de familiares

lejanos, que los ves de tarde en tarde, que a veces se te ha olvidado cómo se llama la

niña del yerno de tu tío Paco y no sabes si este otro está en el paro o forrado.

Hasta ahora preguntaban qué iba a ser de los cuñados en estas cenas medidas con sus

asistentes máximos. Si eran seis los permitidos, ¿qué hacemos con los cuñados? ¿Cómo

ibas a dejar a tu hermana sin su Paco? Pero ha resuelto el ministro, de expertos

aconsejado, que mejor son diez que seis, que salen mejor los cálculos, pues hay que

contar los niños y así hay margen para entrarlos y que hagan lo de siempre: dedicarse a

dar por saco.

Y ha decidido también el ministro sanitario que para ir a estas cenas aunque estés

perimetrado, confinada la región donde estés avecindado, te dejan, que ancha es

Castilla, que vayas a visitarlos a esos parientes que viven en el astur Principado y que

con esta pandemia hace que no ves un año. Y hay que tener en cuenta que para hallar

paso franco desde una región a otra, en los días señalados, te tengas que reunir con

parientes muy cercanos, con esos seres queridos que son tus padres o vástagos. Pero

aquí, ay, viene el lío: lo que el ministro tan sabio ha añadido a la familia como excusa de

traslado por los caminos de España para el cava y para el pavo, es una figura nueva.

Nadie sabe precisarlo, ni aunque se vaya a la RAE y mire en su Diccionario. Pues ha

inventado Illa esto que suena tan rancio, una palabra muy clásica que hace mucho no

escuchábamos: pueden ir por toda España y hacer de su capa un sayo, si es que van para


la cena de su íntimo «allegado». Iguala Illa a la gente, porque es muy igualitario, y pone

a la misma altura familiares y allegados.

¿Pero qué me está usted diciendo? ¿Que no tiene un allegado al que invitar a la cena o

que lo invite él, magnánimo? De aquí hasta Nochebuena tiene tiempo de buscarlo. Yo le

tengo echado el ojo a dos o tres allegados para llegar a los diez, y cuando empiece el

sarao, mi suegra, como ya dije, diga que traigan

miércoles, 10 de junio de 2020

Vamos a quitarnos las caretas

Delgado no es la fiscal general del Estado, sino del Gobierno.

Las mascarillas no, porque te pueden multar con 100 euros si te pillan sin ella por la calle. Aunque no he visto aún a nadie que le hayan puesto esa sanción, mientras estoy harto de recibir vídeos de arriesgados botellones sin que nadie los prohiba. Las mascarillas, pues, no: pero vamos a quitarnos las caretas. Hablo de Dolores Delgado, la fiscal general del Estado que, mire qué casualidad, cuando el Banco de España anuncia los peores presagios económicos y estiman que los parados llegará al millón, va y, de la ceca a La Meca, saca a Don Juan Carlos para distraer al personal de lo verdaderamente importante y para complacer a los socios del Gobierno de coalición que no van
 a parar hasta que abran una causa general contra la Monarquía y terminen condenando, por lo menos, a Fernando VII. No he visto otra nación del mundo donde se pida una comisión de investigación con la finalidad última de socavar unos de los pilares más firmes de la sociedad. Igual que van contra la Guardia Civil. Y, mientras, Trapero, el gran facedor el 1-O del golpe separatista catalán, se va de rositas, con un cambalache para que no vaya a la cárcel. Y mientras, de los contaminados por el virus en la temeraria manifestación feminista del 8-M va a tener la culpa la juez que la investiga. Así que vamos a quitarnos las caretas, y a decir que Dolores Delgado no es la fiscal general del Estado, sino del Gobierno. Y que no existe la Abogacía del Estado: es la Abogacía del Gobierno. Que ha ocupado ya el Estado, sin separación de poderes.
Estaba convencido en la tesis del liberalismo: mucha sociedad y muy poco Estado. Estos tíos están llegan a algo más difícil: muy poca sociedad y ocupación del Estado por el Gobierno. Hasta que logren la confusión completa entre Gobierno y Estado no pararán. Lo que no es nuevo. Esto ya se probó con éxito y casi durante 40 años en Andalucía, donde lograron la perfecta confusión entre PSOE y Junta. La que ahora están imponiendo entre Estado y Gobierno.
Con un peligroso optimismo sobre el Covid, vivimos días de confusión. En la dichosa «desescalada» se están pasando de chorradas y a la gente, aborregada, le parece lo más normal. En los trenes, metro y autobuses se puede ir ya como sardinas en lata. No hay que guardar la menor «distancia social... comunista»: los metros de separación impuestos por los desconocidos y autotitulados expertos de un Gobierno que ha sido desbordado por el control de la crisis sanitaria y económica y ha hecho de la mentira su arma de combate. Si en los autobuses pueden ir todos los asientos ocupados, y cuanta gente quepa en pie en las plataformas, ¿por qué esas restricciones de ocupación a las grandes superficies, a los comercios, a los restaurantes, a los bares? ¿Por qué si un romántico que quiere perder el dinero organiza una corrida de toros puede tener hasta 800 espectadores en los tendidos, mañana jueves el Betis y el Sevilla han de jugar el derbi de reanudación del «panem et circenses» de la Liga a puerta cerrada? ¿Por qué no dicen que es una corrida de toros y al menos así pueden entrar 800 personas al estadio? Vivimos en una inmensa mentira, aborregados. Una cosa así como nosotros, por absurdas que sea, acatamos todas las órdenes de este Gobierno que nos lleva a la ruina deberían de ir los judíos en los trenes nazis camino de los campos de exterminio. Mucha obligación de separación, mucho gel desinfectante en las manos, pero aquí No Passssa Nada si se organizan manifestaciones sin guardar la menor distancia, hombro con hombro, para protestar contra la Policía porque en Estados Unidos han matado a un señor de color. Cuando no se ha organizado ni una sola manifestación por los miles de muertos del Covid. Y nunca llegó a celebrarse aquel gran acto funeral de Estado que anunciaron cerraría los días del luto oficial, presidido por Don Felipe VI. O sea, el arte de la mentira.
Antonio BurgosAntonio BurgosArticulista de Opinión

domingo, 26 de abril de 2020

NO LLEVARÁS LUTO POR MI


A mí me entra algo por el cuerpo (tanto, que apago la televisión), cuando con la mayor frialdad del mundo, como si estuvieran hablando de cifras macroeconómicas y no de vidas humanas, sale el Tío de la Rebequita con los ministros de turno y altos cargos militares a los que les haya tocado acompañarle, y da las cifras de afectados por el Covid como quien un domingo por la tarde ofrece el resultado del partido de Las Gaunas.
Y, sobre todo, se me revuelven las tripas cuando, como si fuera un triunfo, va el buen señor del chaleco de pelotillas y dice que ayer «sólo» hubo, ¿qué digo yo?, cuatrocientos muertos, o trescientos cincuenta, por lo que el panorama es muy esperanzador.
Con la mayor frialdad, sin un ápice de sentimiento, han conseguido convertir las vidas humanas en una estadística. Como antes escuchábamos como el que oye llover, sin que nos tocaran el corazón, las cifras de víctimas mortales en las grandes catástrofes naturales en lejanos países del Tercer Mundo, han conseguido que ahora nos enteremos de estos cientos diarios de españoles muertos sin nombre ni apellido y, lo que es más triste, sin sentimiento.
Les dan más importancia al número de afectados por el virus o a los hospitalizados que a los que han muerto por su causa. Salvo, claro está, que el difunto sea alguien muy conocido o famoso, en cuyo caso, y siempre como muy de pasada, en su obituario añaden que murió «a causa del coronavirus».
Cada vez que asisto a este triste espectáculo televisivo del desprecio por la vida humana, evoco el accidente del Yak- 42 en Turquía, en 2003. No sé si lo recuerdan. Cuando en un avión alquilado como ahora se compran las mascarillas falsas en China, regresaban a la Patria 62 militares españoles que habían cumplido su misión de paz en Afganistán.
¡Madre, la que se lió, porque estaba el PP en el Gobierno! Cuánto dolor, verdadero o falso, se puso en marcha por la muerte de aquellos 62 servidores de España. ¿Recuerdan el funeral de Estado en las pistas de Torrejón de Ardoz, presidido por los Reyes?
¿Recuerdan el decreto «por el que se declaraba luto oficial desde las 00 horas del día 28 hasta las 24 horas del día 29, durante las cuales la Bandera Nacional ondeará a media asta en todos los edificios públicos y buques de la Armada, como testimonio del dolor de la Nación ante el fallecimiento de 62 militares españoles»?
Bueno, pues ahora, con las tristes cifras estadísticas de muertos por el Covid, es como si todos los días se estrellaran al menos cuatro Yak-42. Y No Passssa Nada. Y no sólo nadie ha pensado en celebrar un solemne funeral de Estado, sino que para enunciarlo como una simple estadística el uno sale de trapillo con su rebequita y el otro con su corbata, roja como la muleta de José Tomás. ¿Y el luto oficial de la nación? Ni está ni se le espera.
¿Y las banderas a media asta en los centros oficiales y buques de la Armada? Ah, eso de las banderas a media asta es una cosa de los carcas. Como lo son los negros crespones de luto. Por estos tristes y olvidados muertos diarios del Covid hay que pasar como de puntillas, como lo que son: una estadística que nos dice, si bajan un poco con respecto a los de ayer, lo bien que lo estamos haciendo. ¿Ver un ataúd en televisión? ¿Pero qué me está usted diciendo, si aquí no hay muertos ni ataúdes, sino estadísticas?
Cuando Lapierre y Collins hicieron su famosa biografía de Manuel Benítez «El Cordobés», le pusieron de título la frase que el de Villalobillos había dicho a su hermana cuando empezaba, de maletilla: «Me haré rico como torero… o llevarás luto por mí».
Aquí nadie lleva luto por nadie. Aquí el Gobierno ha prohibido los días de luto oficial, las banderas a media asta, los crespones negros por las víctimas del Covid. Ni que los hubieran dejado morir ellos con su inepcia…
Antonio Burgos ( ABC )

domingo, 12 de abril de 2020

LA CORBATA NEGRA NO EXISTE




Me preguntaba el otro día tan retórica como cínicamente cuántos muertos más por el Covid-19 eran necesarios para que el Gobierno declarase el luto oficial en este Reino. Me lo preguntaba cuando no habíamos llegado a los 14.000 fallecidos, muertos como perros, en soledad, sin poder ser acompañados por sus familias y enterrados luego como de caridad, sin velatorio ni funeral. Es sencillamente espantoso.
El trágico contador de muertos sigue subiendo, y continúan siendo citados como las cifras de una estadística, triunfalista y esperanzada unas veces, desoladora y descorazonadora otras, según vayan pintando los demagógicos manejos informativos sobre la pandemia que se trae el Gobierno.
Y siguen sin declarar el luto oficial. Los miles de muertos del coronavirus siguen siendo frías cifras de la estadística del día, no personas, miembros queridos que pierde una familia española. Se les cita de pasada en el parte del día, junto a los contagiados o a los hospitalizados. Con una frialdad inhumana que espanta.
Con una absoluta falta de sentimientos. Pero es que, además, como si nadie hubiese muerto en esta hecatombe nacional, vienen los plenos del Congreso o las permanentes ruedas de prensa de los ministros para hacer la propaganda cotidiana en TVE y en las muy subvencionadas pantallas del duopolio, y todos salen con sus corbatas de colores chillones.
Cuando Sánchez acudió a pedir la prórroga del estado de alarma al Congreso, con la de colores que hay discretitos, el azul oscuro mismo, se puso una llamativa y jacarandosa corbata… ¡roja! ¿No encontraste otra más alegre todavía en el armario, hijo mío, que una corbata roja?
No digo ya que declaren el luto oficial nacional, que es por lo visto es mucho pedir, pero ¿es que estos ministros no conocen la corbata negra de luto? Sólo la llevan Casado y Abascal cuando aparecen en TV o en el Congreso.
Es la que llevaban, ay, en su equipaje siempre los ministros de Aznar, en los años de plomo de la ETA, por si tenían que ir al entierro de un asesinado por la banda terrorista. Uno de estos ministros, cuando salió del Gobierno, me confesó:
-Menos mal que ya no tengo que llevar siempre una corbata negra en la maleta.
Pues nada. Se resisten a la corbata negra. ¿Es que se creen acaso que se inculpan de esas miles de muertes de españoles si se ponen la corbata negra como luto por su fallecimiento en la soledad de un hospital fijo o de campaña, y en señal de respeto y homenaje por tantas vidas perdidas?
Y si lo comparamos con otras circunstancias, la indignación rompe todos los aparatos que pueden medirla. Del 1 al 8 de marzo, una semana entera, en el ángulo superior derecho de la pantalla de TVE apareció el lazo morado, anunciador del Día de la Mujer y de la manifestación que llevó directamente al coronavirus a tanta criatura concentrada temerariamente, a pesar de las recomendaciones de la OMS, que ahí tienen afectado a más de medio gineceo del poder que portaba la pancarta de primera fila, incluida Carmen Calvo y la ridícula gorra belmontina a cuadros que se puso para la ocasión, y de quien no hemos vuelto a saber nada hace una buena porrada de días.
¿No podía TVE poner un lazo negro en un ángulo de su pantalla, como tuvo una semana entera el lazo morado para calentar la manifestación del 8-M? ¿O es que no quieren reconocer el numero de muertos que llevamos con un Gobierno al que ya medio mundo reconoce que esto se le ha ido de las manos y que, silbando y mirando al techo, canta por La Piquer, «que no me quiero enterar/no me lo cuentes, vecina»?
Llevar una corbata roja como Sánchez al pedir la ampliación de estado de alarma, con miles de muertos en la nación que gobierna, es cuanto menos inhumano.

Antonio Burgos ( ABC )

domingo, 8 de marzo de 2020

LOS MARQUESES DE GALAPAGAR


En España estamos perdiendo el popular sentido del humor. La nobleza ha firmado un acuerdo con los notarios para evitar los títulos falsos. La culpa la ha tenido un cara que iba por ahí como Príncipe de Marbella…
-¿Pero el Príncipe de Marbella no era don Alfonso de Hohenlohe, creador del Marbella Club e inventor del «glamour» de la capital de la Costa del Sol?
No, este título falso que ha movido al acuerdo entre la Diputación de la Grandeza de España y Títulos del Reino, con su decano el duque de Fernández-Miranda, y el Consejo General del Notariado, con su presidente don José Ángel Martínez Sanchiz, no era un señor, como Hohenlohe, sino un timador de los de «déjame ahí veinte mil euros, que mañana mismo te los devuelvo».
Este falso Príncipe de Marbella, mediante una escritura notarial, hasta consiguió aparecer como tal en el BOE, amparado por la fe pública. ¿Hay arte o no hay arte en la picaresca de los títulos falsos? Hasta hay falsos reyes de armas que se dedican a buscarte un título, y lo que te encuentras es que te han tomado el pelo pidiéndote provisiones de fondos para rebuscar archivos.
Los títulos falsos son de dos clases: estos de los timadores y los pintamonas oficiales, que quieren ponerse unas armas nobiliarias en sus tarjetas de visita y en sus cartas, y los que concede el pueblo, en plan de cachondeo. Estos últimos no sólo no deberían estar perseguidos y penados, sino premiados. Porque el pueblo, que es sabio, cuando le pone a alguien un título nobiliario falso, suele darle en todo el bebe, con muchísima gracia. Es una pena que sea una costumbre que se vaya perdiendo.
En Sevilla había hasta hace poco títulos falsos de gran prestigio, como el recordado Barón de la Castaña, o el no menos celebre Conde de las Natillas, secretario de la peña ferial-humorística de «Er 77» que presidía otro título falso, el Marqués de las Cabriolas. Le pusieron lo de Natillas porque era maestro pastelero en el obrador de la Confitería La Campana.
A una inglesa que cogía una papas mortales en una histórica taberna, Casa Morales, le otorgaron el título de Marquesa de Morales. Y a uno que se buscaba la vida alquilando sillas para los bautizos, lo crearon como Duque de la Enea.
Menos mal que nos queda el humor de los títulos falsos en la política, que ha otorgado una maravillosa dignidad nobiliaria completamente apócrifa a Pablo Iglesias y a Irene Montero, a quienes tras comprarse su casoplón de Galapagar han hecho, naturalmente, Marqueses de Galapagar. «Vivir como un marqués» es algo que no se quita de la mente al español medio. Conocí a un duque, grande de España, que se pegaba la gran vida, y a quien un amigo le dijo:
-Hijo, tú serás duque, pero vives como un marqués.
Así viven los Marqueses de Galapagar, que tienen su casa solariega vigilada por la Guardia Civil las veinticuatro horas del día. Han contratado a una salus que cuida de sus hijos a 100 euros la noche, para que los señores marqueses puedan descansar sin que los despierten los llantos de los niños.
La casa en sí, a la que sólo le falta un escudo de piedra sobre la puerta con las armas de los Galapagar, está construida sobre una parcela de 2.300 metros cuadrados y tiene piscina, jardín y casa de invitados. Y les salió tirada, ya se sabe que a los marqueses suelen hacerles precio: 600.000 euros de nada.
Yo por eso sugeriría a la Diputación de la Grandeza que editara el «Elenco de Verdaderos Títulos Falsos del Reino». Hay marqueses falsos, como los Galapagar, que parecen más verdaderos que los verdaderos creados por Don Juan Carlos I. Por ejemplo, Vicente del Bosque, Marqués del Bosque.
Parece que el título falso es el de Marqués del Bosque, no el de los muy distinguidos don Pablo y doña Irene, a los que con su casta de nobleza Podemos llamar Marqueses de Galapagar.
Antonio Burgos ( ABC )