Iglesias no tiene nada que hacer en todo el día más que maquinar maldades.
Antonio BurgosSEGUIRActualizado:04/04/2021 04:34hGUARDAR
España lo aguanta todo. Cuando ha resistido 14 meses, 14, con Pablo Iglesias como vicepresidente segundo del Gobierno de coalición, puede con todo lo que le echen. No sé de qué tenemos miedo que las vacunas, con toda la esperanza que despiertan, no vayan a remediar el caos sanitario y, de rebote, el económico. Con la pandemia ha podido Iglesias como vicepresidente haciendo lo que los señoritos andaluces toda la vida: nada. No se le conoce en este tiempo de tribulación que haya visitado una sola residencia de mayores de las que Sánchez lo nombró responsable máximo, ni que haya pisado un hospital para interesarse por los enfermos; ni, lo que es todavía peor, se haya remangado para remediar con
ayudas del Gobierno el perfecto desastre de la hostelería, del pequeño comercio, de tantas y tantas actividades en quiebra que nos han llevado a batir todas las marcas de paro y de caída del PIB.
Este peligro suelto lo va a ser ahora más todavía, según se temía mi dilectísimo compañero de página Ignacio Camacho. Si con la teórica responsabilidad de la segunda vicepresidencia a Pablo Iglesias se le ocurrían tantas tropelías, demagogias y brindis al sol, tantas ideas con las del beri, ¿se imaginan ahora que, una vez dimitido en la vicepresidencia y salido del Gobierno, Iglesias no tiene nada que hacer en todo el día más que maquinar maldades contra Isabel Díaz Ayuso, contra el PP, incluso contra el propio Sánchez y la parte no podemita del Gobierno social-comunista? Es un peligro suelto. No sé cómo en su casoplón famoso de Galapagar no pusieron un letrero que en vez de «cuidado con el perro» dijera: «Cuidado, vicepresidente segundo dentro». Que se lo pregunten, si no, a los que han sido multados por el mero hecho de acudir a los alrededores del casoplón con una bandera de España.
¿Se imaginan la que puede liar Iglesias en la campaña electoral de Madrid? Ya repite en cada ocasión que se le presenta que va a las elecciones y ha dejado el Gobierno porque hay que salvar la democracia en Madrid y desterrar al fascismo. ¡Qué riqueza de ideas, hijo mío! Democracia, ya se sabe: es Podemos, el comunismo a la venezolana. Y fascista, todo el que no piense como yo. Ah, y las habituales menciones a la ultraderecha. Aquí tenemos un arco político mutilado: existe la ultraderecha, pero no la ultra izquierda, a la que pertenece el propio Iglesias. El del carrerón. De una indignada tienda de campaña en la Puerta del Sol el 15-M, a aspirar a seguir en la Puerta del Sol, pero como presidente de la Comunidad, dentro de la Real Casa de Correos. ¿Qué tienen estas elecciones de segundo rango que hay quienes, como Illa o ahora Iglesias, dejan el Gobierno por la perspectiva de alcanzar el poder que les den las encuestas?
Ah, y al final, pero no lo último, los dineros, el jurdó. Él e Irene Montero han multiplicado su riqueza por seis desde que son políticos. El que iba contra la casta y su señora han amasado un patrimonio de más de un millón de euros, casta pura. ¡Toma, así soy yo también comunista!
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