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jueves, 9 de abril de 2020

SE RÍEN DE LOS MUERTOS




Radio Televisión Española, la «pública», la que pagamos todos a escote porque presuntamente nos pertenece, a pesar de que la dirija una comisaria política nombrada a dedo por Pedro Sánchez, ha empezado a emitir una serie destinada a convertir la pandemia en un motivo de chanza. «Diarios de la cuarentena» se titula el subproducto en cuestión, que está haciendo el agosto de alguien a costa de reírse de los muertos y de quienes padecen este encierro solos, angustiados, alejados de sus seres queridos.
Según su visión «cómica» de la tragedia que aflige a España, con más de quince mil fallecidos oficiales que acabarán multiplicándose por tres o por cuatro, incontables enfermos, centenares de miles de parados y otros tantos autónomos y empresarios arruinados, esta situación dramática es un guateque constante, una risa, una oportunidad para la gracieta fácil, un pretexto para colarnos de rondón todos los tópicos propios del pensamiento políticamente correcto y convertir un confinamiento terrible en algo digno de ser recordado como un paréntesis divertido en nuestras existencias grises.
¡No tienen vergüenza!
Con cargo a nuestros bolsillos vacíos se está pagando esta basura televisada cuyo propósito real no es otro que restar importancia a esta hecatombe y así salvar la cara a un Gobierno negligente, incompetente, irresponsable y mentiroso. En realidad, nos vienen a decir, esto no es tan malo. No culpen ustedes al presidente o sus ministros ni pierdan el tiempo lamentándose.
Hagan de la necesidad virtud y disfruten, porque, si lo ven con nuestros ojos, lo que estamos viviendo es incluso entretenido, podemos tomárnoslo a broma, mofarnos de los que sufren, no con el fin de humillarlos, no, sino precisamente con el empeño de aliviar ese sufrimiento, y aprovechar cada tarde para hacer fiesta en los balcones, confraternizar con el vecino y darnos al cachondeíto dado que no trabajamos. Así, además, unos cuantos adeptos al régimen se sacarán unos buenos cuartos, que falta hacen en los tiempos que corren.
¡No tienen vergüenza!
La izquierda patria es maestra en el arte de pervertir el humor para transformarlo en ariete con el cual embestir a sus adversarios ideológicos. Sus mayores mercenarios mediáticos se autodenominan «cómicos» y emplean esa herramienta con notable habilidad contra todo aquel que osa cuestionar alguno de sus dogmas. Luego ponen cara de buenos y se escudan en eso de «hay que reírse hasta de uno mismo».
Pero siempre se ríen de los mismos. En este caso, de los muertos, sus familias y el dolor de una nación postrada, que asiste al desastre causado por el Covid-19, aliado a la incalificable gestión de este Ejecutivo impotente, preguntándose cuánto más habrá de soportar este martirio en silencio.
¡No tienen vergüenza!
Uno de los pocos verdaderos maestros del humor que ha dado nuestro país en época contemporánea, Albert Boadella, ha confesado públicamente su negativa a utilizar este horror para sacarle punta. Él, que durante décadas se ha burlado de todos y de todo con extraordinaria finura, respeta este gigantesco duelo con la seriedad que merece.
Los bufones de RTVE, en cambio, se lucran de las lágrimas ajenas mofándose con sus chistes de los miles de cadáveres que esperan para ser enterrados. Y ese ejercicio de frivolidad infame, ese escarnio del peor gusto a una sociedad doliente, condenada a un confinamiento tan cruel como costoso, lo sufragamos usted y yo con los impuestos que nos cobran aun cuando nuestros ingresos se hayan desmoronado.
¡No tienen vergüenza ni la conocen!

Isabel San Sebastián ( ABC )

lunes, 25 de septiembre de 2017

Boadella: «El catalanismo se nutre de la xenofobia y el odio a España»


El dramaturgo catalán describe al movimiento secesionista, que no quiere dialogar, sino pasar cuentas al enemigo.

En ocasiones, para poder ver bien la realidad, hay que alejarse de ella y mirar a través de sus representaciones, del teatro. De teatro y de visión escénica, pero también política, sabe mucho Albert Boadella, dramaturgo catalán que lleva más de 20 años avisando sobre la crisis que se avecinaba en Cataluña. Su «Ubú president» –obra teatral de la compañía que dirigió Boadella hasta el 2012, «Els Joglars»– muestra una sátira caricaturesca de un Jordi Pujol delirante con un proyecto que el autor califica de «destrucción del Estado». Boadella trata el catalanismo como un problema «de odio, de xenofobia» y avisa de la existencia de dos «generaciones educadas en este odio».
¿Se considera usted catalanista?
A mí los ismos no me gustan. Yo soy catalán, tengo el pelo blanco y antes era rubio, y nada más. Cuando me preguntan de dónde soy me gustaría decir que soy de otro lugar, debido a las circunstancias. Incluso fuera, en el extranjero, digo que soy murciano. Es un recuerdo de la xenofobia que se practicó en Cataluña con los primeros emigrantes murcianos.
¿Cómo hemos pasado del catalanismo al independentismo unilateral?
Ha sido un goteo de odio a España durante 35 años, dos generaciones que se han educado en el odio. Eso se ha alimentado con la xenofobia. El catalanismo nace con un sentido de superioridad frente a España, a finales del siglo XIX, con la pérdida de las colonias. Cataluña era más rica, se desarrolla una industria, una cultura... Y se empieza a crear un sentimiento de superioridad respecto a España y al español, al que se considera más simple, más sucio, inferior.
¿Cuál es el papel de Convergència y de Jordi Pujol en este fenómeno?

Con Pujol empieza todo, pero siempre dentro de ese ambiente de xenofobia. Pujol es un hombre de Estado, porque ha dedicado toda su vida y sus energías a destruirlo. En el momento en que toma las riendas de Cataluña, aparecen TV3 y el resto de medios, públicos y privados, dedicados exclusivamente al mensaje de que España es el enemigo. Ese acento se ponía en todo tipo de programas, hasta en concursos. Cuando en la ficción había un personaje simplón y facilón, no hablaba catalán. Recuerdo, de niño, un atraco en una sucursal bancaria de mi barrio. La gente estaba alterada, incrédula, pero alguien dijo: «Tranquilos, no son catalanes», y todo volvió a la normalidad.
¿Está preocupado por el desafío independentista?
Pues claro. La gente en España no tiene memoria, pero el nacionalismo provocó millones de muertos en el siglo XX. Cuando se habla del «sentimiento catalán», ya se distorsiona toda relación con la realidad y la racionalidad, porque hablamos de sentimientos. Pero lo importante es saber qué es exactamente el sentimiento catalán. ¿Son las torres humanas, son las sardanas? No, es el odio a España.
Hay quien defiende que quien gobierna realmente es la CUP...
Tonterías. Cuentos. No veo diferencias notables entre Junts pel Sí y la CUP. En el fondo son lo mismo, solo que la CUP no oculta su xenofobia. Es una diferencia de formas, no de contenido. La CUP es al Junts pel Sí un poco lo que era ETA y la izquierda abertzale al PNV.
¿Es el diálogo la solución?
Ellos no quieren dialogar, quieren someter a España. El nacionalismo es la guerra, en todos los sentidos. Recuerdo cuando abolieron los toros en Cataluña. Fuera se vendió como un triunfo animalista, pero luego se siguieron celebrando los «bous al carrer» y otras fiestas con toros. No era una cuestión animalista, era una batalla contra España, y esa la ganaron. Quieren vengarse, es su intención, y ahí no tiene cabida el diálogo. El sentimiento más importante de los catalanes es pasar cuentas con el enemigo español
¿Vengarse de quién?
De Felipe V, del Conde Duque de Olivares... Esto que hay allí es una epidemia, un virus. Solo una enfermedad tal explica la caída de una sociedad como la alemana en el siglo XX, tan culta, tan elevada. La paranoia es la enfermedad más fácil de inducir. Un ciudadano que ha recibido esto durante tantos años...
¿Está actuando bien el Gobierno de España ante esta crisis territorial?
El Gobierno está solo. Son muy estrictos en la aplicación de la ley, pero por otro lado tenemos un presidente muy poco belicista y al que le vienen muy cuesta arriba acciones concretas que debería haber hecho mucho antes. Si se hubiera intervenido en esa bandera independentista que aparecía en los ayuntamientos, o en la prohibición de rotular en castellano, quizá no estaríamos en estos límites de crispación. Luego está la posición de la izquierda, que se tomó esto como un río revuelto en el que se podía pescar.
¿Es este el caso de Podemos?
En Podemos quieren la destrucción del Estado, y después ya verán qué Estado construyen. También el PSOE del señor Sánchez. Con todo esto hay que hacer una pedagogía importante. Yo lo veo mal, realmente mal.
ABC