El dramaturgo catalán describe al movimiento secesionista, que no quiere dialogar, sino pasar cuentas al enemigo.
En ocasiones, para poder ver bien la realidad, hay que alejarse de ella y mirar a través de sus representaciones, del teatro. De teatro y de visión escénica, pero también política, sabe mucho Albert Boadella, dramaturgo catalán que lleva más de 20 años avisando sobre la crisis que se avecinaba en Cataluña. Su «Ubú president» –obra teatral de la compañía que dirigió Boadella hasta el 2012, «Els Joglars»– muestra una sátira caricaturesca de un Jordi Pujol delirante con un proyecto que el autor califica de «destrucción del Estado». Boadella trata el catalanismo como un problema «de odio, de xenofobia» y avisa de la existencia de dos «generaciones educadas en este odio».
¿Se considera usted catalanista?
A mí los ismos no me gustan. Yo soy catalán, tengo el pelo blanco y antes era rubio, y nada más. Cuando me preguntan de dónde soy me gustaría decir que soy de otro lugar, debido a las circunstancias. Incluso fuera, en el extranjero, digo que soy murciano. Es un recuerdo de la xenofobia que se practicó en Cataluña con los primeros emigrantes murcianos.
¿Cómo hemos pasado del catalanismo al independentismo unilateral?
Ha sido un goteo de odio a España durante 35 años, dos generaciones que se han educado en el odio. Eso se ha alimentado con la xenofobia. El catalanismo nace con un sentido de superioridad frente a España, a finales del siglo XIX, con la pérdida de las colonias. Cataluña era más rica, se desarrolla una industria, una cultura... Y se empieza a crear un sentimiento de superioridad respecto a España y al español, al que se considera más simple, más sucio, inferior.
¿Cuál es el papel de Convergència y de Jordi Pujol en este fenómeno?
Con Pujol empieza todo, pero siempre dentro de ese ambiente de xenofobia. Pujol es un hombre de Estado, porque ha dedicado toda su vida y sus energías a destruirlo. En el momento en que toma las riendas de Cataluña, aparecen TV3 y el resto de medios, públicos y privados, dedicados exclusivamente al mensaje de que España es el enemigo. Ese acento se ponía en todo tipo de programas, hasta en concursos. Cuando en la ficción había un personaje simplón y facilón, no hablaba catalán. Recuerdo, de niño, un atraco en una sucursal bancaria de mi barrio. La gente estaba alterada, incrédula, pero alguien dijo: «Tranquilos, no son catalanes», y todo volvió a la normalidad.
¿Está preocupado por el desafío independentista?
Pues claro. La gente en España no tiene memoria, pero el nacionalismo provocó millones de muertos en el siglo XX. Cuando se habla del «sentimiento catalán», ya se distorsiona toda relación con la realidad y la racionalidad, porque hablamos de sentimientos. Pero lo importante es saber qué es exactamente el sentimiento catalán. ¿Son las torres humanas, son las sardanas? No, es el odio a España.
Hay quien defiende que quien gobierna realmente es la CUP...
Tonterías. Cuentos. No veo diferencias notables entre Junts pel Sí y la CUP. En el fondo son lo mismo, solo que la CUP no oculta su xenofobia. Es una diferencia de formas, no de contenido. La CUP es al Junts pel Sí un poco lo que era ETA y la izquierda abertzale al PNV.
¿Es el diálogo la solución?
Ellos no quieren dialogar, quieren someter a España. El nacionalismo es la guerra, en todos los sentidos. Recuerdo cuando abolieron los toros en Cataluña. Fuera se vendió como un triunfo animalista, pero luego se siguieron celebrando los «bous al carrer» y otras fiestas con toros. No era una cuestión animalista, era una batalla contra España, y esa la ganaron. Quieren vengarse, es su intención, y ahí no tiene cabida el diálogo. El sentimiento más importante de los catalanes es pasar cuentas con el enemigo español
¿Vengarse de quién?
De Felipe V, del Conde Duque de Olivares... Esto que hay allí es una epidemia, un virus. Solo una enfermedad tal explica la caída de una sociedad como la alemana en el siglo XX, tan culta, tan elevada. La paranoia es la enfermedad más fácil de inducir. Un ciudadano que ha recibido esto durante tantos años...
¿Está actuando bien el Gobierno de España ante esta crisis territorial?
El Gobierno está solo. Son muy estrictos en la aplicación de la ley, pero por otro lado tenemos un presidente muy poco belicista y al que le vienen muy cuesta arriba acciones concretas que debería haber hecho mucho antes. Si se hubiera intervenido en esa bandera independentista que aparecía en los ayuntamientos, o en la prohibición de rotular en castellano, quizá no estaríamos en estos límites de crispación. Luego está la posición de la izquierda, que se tomó esto como un río revuelto en el que se podía pescar.
¿Es este el caso de Podemos?
En Podemos quieren la destrucción del Estado, y después ya verán qué Estado construyen. También el PSOE del señor Sánchez. Con todo esto hay que hacer una pedagogía importante. Yo lo veo mal, realmente mal.
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