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lunes, 8 de noviembre de 2021

Ultraje a las víctimas: las calles y monumentos de responsables de la masacre de Paracuellos

 

Tres responsables políticos de esa matanza tienen calles en 13 localidades

Ultraje a las víctimas: las calles y monumentos de responsables de la masacre de Paracuellos

La izquierda nos suele vender la imposición de su lectura sobre la historia reciente de España como “memoria histórica” o “memoria democrática”.

El papel del dirigente socialista Francisco Largo Caballero en la masacre de Paracuellos
Los nombres de los 50 niños asesinados por los comunistas en la masacre de Paracuellos

La izquierda ensalza a los responsables políticos de sus crímenes

Sin embargo, esa “memoria” se torna en amnesia en lo relativo a los crímenes cometidos por la izquierda durante la Segunda República y, concretamente, durante la Guerra Civil Española. Los partidos de izquierda no sólo someten al olvido a las víctimas de esos crímenes, sino que incluso ensalzan a los responsables políticos de esas atrocidades, dedicándoles calles y monumentos en distintos puntos de España: un ultraje puro y duro hacia las víctimas.

Entre esos responsables políticos, por acción y por omisión, cabe citar al entonces director general de Seguridad, Manuel Muñoz Martínez, miembro de Izquierda Republicana y afiliado a la masonería; al que en ese momento ocupaba el cargo de ministro de Gobernación, el socialista Ángel Galarza Gago, dirigente y diputado del PSOE; al entonces presidente del Consejo de Ministros, el socialista Francisco Largo Caballero, dirigente del PSOE y de la UGT; y especialmente el consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, el comunista Santiago Carrillo Solares, miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, que ocupó su cargo de consejero unas horas antes de que se iniciase la masacre y que, según muchos historiadores, fue uno de los principales responsables de la misma.

Los homenajes públicos a los responsables de la masacre de Paracuellos

Es algo escandaloso en un país democrático toparse con los siguientes homenajes a esos responsables políticos de una masacre en la que fueron asesinados unos 5.000 presos políticos, incluyendo 50 niños:

No he encontrado calles ni monumentos dedicados a Manuel Muñoz Martínez.

El injusto trato al dirigente anarquista que intentó frenar esa matanza

Una mención especial se merece el injusto trato recibido por el anarquista Melchor Rodríguez, apodado el “Ángel Rojo”. Fue nombrado delegado de prisiones de Madrid tres días después de empezar la masacre. Intentó frenar la matanza y al no conseguirlo, dimitió a los cuatro días de ocupar el cargo. Hoy en día sólo tiene una calle en Madrid y un pequeño callejón sin salida en Sevilla, a pesar de ser una buena persona que intentó poner un poco de humanidad y de respeto por la vida entre tanto crimen. Él sí que merece tener a su nombre las calles y monumentos dedicados a los responsables políticos de esa masacre. Y digo esto desde la discrepancia con su ideología anarquista, pero desde mi respeto hacia su persona y mi admiración hacia todos los esfuerzos que hizo por salvar a las víctimas del Terror Rojo en la zona republicana.

Foto: de izquierda a derecha, Francisco Largo Caballero, Santiago Carrillo y Ángel Galarza

miércoles, 12 de febrero de 2020

DECÁLOGO DEL JOVEN SOCIALISTA, PUBLICADO POR S. CARRILLO EN 1934



El aparatchik Santiago Carrillo Solares fue nombrado en 1933 director de la publicación Renovación, órgano de la Federación de Juventudes Socialistas de España. En la edición del 17 de febrero de 1934, y debajo de la cabecera se publicó el «Decálogo del joven socialista», toda una incitación al terrorismo y a la violencia. Recuérdese que Carrillo JAMÁS pisó un frente de batalla, aunque sí ordenó matar, ¡incluso a sus camaradas! Transcribo el decálogo:
1. Los jóvenes socialistas deben acostumbrarse a las movilizaciones rápidas, formando militarmente de tres en fondo.
2. Cada nueve (tres filas de tres) formarán la década, añadiéndole un jefe, que marchará al lado izquierdo.
3. Hay que saludar con el brazo en alto -vertical- y el puño cerrado, que es un signo de hombría y virilidad. (Cáspita, homofobia.)
4. Es necesario manifestarse en todas partes, aprovechando todos los momentos, no despreciando ninguna ocasión. Manifestarse militarmente para que todas nuestras actuaciones lleven por delante una atmósfera de miedo o de respeto.
5. Cada joven socialista, en el momento de la acción, debe considerarse el ombligo del mundo y obrar como si de él y solamente él depende la victoria.
6. Solamente debe ayudar a su compañero cuando éste ya no se baste a ayudarse por sí solo.
7. Ha de acostumbrarse a pensar que en los momentos revolucionarios la democracia interna en la organización en un estorbo. El jefe superior debe ser ciegamente obedecido, como asimismo el jefe de cada grupo. (Esto parece una fórmula fascista.)
8. La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro en que el socialismo sólo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente.
9. Cada día, un esfuerzo nuevo, en la creencia de que al día siguiente puede sonar la hora de la revolución.
10. Y sobre todo esto: armarse. Como sea, donde sea y «por los procedimientos que sean». Armarse. Consigna: Ármate tú, al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo.
Hace poco, el mismo Carrillo se definió como terrorista. Ya sabemos por qué.
Si estas consignas, publicadas en febrero de 1934, tres meses después de la victoria de la derecha pacífica en las elecciones parlamentarias y ocho meses antes de la Revolución de Octubre, las hubiese firmado por ejemplo el cardenal Segura, el juez Garzón lo habría procesado por genocidio.
Libertad Digital

lunes, 15 de abril de 2019

La Pasionaria, Carrillo, Companys, Stalin… los asesinos de la izquierda que conservan sus calles



La Pasionaria, Carrillo, Companys, Stalin… los asesinos de la izquierda que conservan sus calles



Izquierda, Asesinos, Memoria Histórica, calles, Que la Ley de Memoria Histórica es una imposición ideológica es algo que nadie puede dudar. Es dictar la realidad de la historia a base de decreto, como ya se hizo en los totalitarismos comunistas que tanto gustan a nuestra izquierda. Pero en la visión sesgada con la que se está aplicando se comete el importante agravio de mantener las calles, monumentos, menciones y todo tipo de reconocimientos a quienes sí fueron criminales. Es más, sus crímenes fueron cometidos para extender el comunismo, la ideología política en cuyo nombre se han cometido los mayores crímenes conocidos en la historia de la humanidad.

Entre los criminales españoles que tuvieron responsabilidades en la represión cometida en la retaguardia del Frente Popular destacan:

Santiago Carrillo, el responsable de Paracuellos
El histórico líder del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, fue el responsable de la seguridad en Madrid durante la Guerra Civil tras la huída del Gobierno a Valencia en noviembre de 1936. Bajo su responsabilidad y con su colaboración activa se produjeron las sacas de las cárceles de la capital que acabaron con varios miles de muertos en municipios próximos. Entre ellos destacan Paracuellos, la mayor fosa común de la Guerra Civil; y los crímenes en el cementerio de Aravaca. El Ayuntamiento de Madrid, bajo el mandato de la popular Ana Botella, decidió premiar su labor otorgándole una calle. No es la única, varios municipios españoles aprobaron mociones similares tras la muerte del comunista.



La Pasionaria, la mujer que condenó a muerte a Calvo Sotelo
La dirigente comunista, hoy en día disfruta de varias calles en municipios de España e incluso se le han erigido estatuas, pronunció la amenaza de muerte más clara de la historia parlamentaria de la Segunda República. El día 11 de julio de 1936, Calvo-Sotelo fue asesinado durante la madrugada siguiente, tras un duro discurso en el que el líder de Renovación Española criticaba al Gobierno del Frente Popular por no haber sido capaz de parar la ola de crímenes políticos cometidos por militantes de partidos de izquierdas con total impunidad, “La Pasionaria” dijo: “Has hablado por última vez”. Ella siempre lo negó y el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, no dudó en borrar la amenaza del diario de sesiones. Pero hay un testimonio que deja claro que, pese a los intentos de ocultarlo, la líder comunista había pronunciado la condena de muerte de Calvo-Sotelo.

Per no fue su único hito criminal demostrado. En un mitin de Valencia aseguró, ante miles de comunistas convencidos y fanatizados, una frase que prendió la mecha de la represión en la capital provisional de la zona frentepopulista durante la guerra: “Más vale condenar a cien inocentes a que se absuelva a un solo culpable”.

Indalecio Prieto, el socialista que asesinaba a la sombra
No solamente la estatua que luce ante la sede de Nuevos Ministerios, hasta 23 calles distribuidas por la geografía española tiene uno de los máximos responsables de los crímenes cometidos por los socialistas antes y durante la Guerra Civil. Su guardia personal, “La Motorizada”, tenía a gala la extrema violencia con la que actuaban contra los miembros de partidos de derechas durante la República. Además, fue uno de los responsables de la compra de armas para las milicias socialistas, incluídas las que se usaron durante la revolución de Asturias, que costó la vida a centenares de personas. Entre sus frases más significativas se encuentran incitaciones claras a la violencia: “nosotros nos comprometíamos a desencadenar la revolución, porque no tenemos otras armas”

Largo Caballero, el ‘Lenin español’
Ferviente revolucionario, era uno de los más firmes defensores de la revolución y la violencia para llegar al poder. Muchas de sus más célebres frases así lo atestiguan: “Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”. Y no dudaba en alentar a sus seguidores para que aumentasen la represión contra sus adversarios políticos: “Cuando el Frente Popular se derrumbe -anunció-, como se derrumbará sin duda, el triunfo del proletariado será indiscutible. Entonces estableceremos la dictadura del proletariado, lo que… quiere decir la represión de las clases capitalistas y burguesas”
Largo Caballero tiene calle en doce capitales españolas y una estatua en Nuevos Ministerios en Madrid. Además, sigue siendo una de las referencias del actual Partido Socialista Obrero Español.
Rafael Alberti, un poeta de los paseos y las purgas
Este hombre que paseaba por el frente con una pistola al cinto, recitando versos y sin haber luchado jamás en la trinchera junto a quienes se jugaban la vida alentados por sus charlas. Fue uno de los responsables de la publicación El Mono Azul donde él y los otros miembros del denominado Comité de Depuración mantenían una columna llamada “A paseo”, en la que se señalaba el nombre de los intelectuales que debían ser “depurados” –entiéndase asesinados- por su carácter de contrarrevolucionarios. Entre las personas señaladas se encuentran Miguel de Unamuno, Pedro Muñoz Seca, Manuel García Morente, Fernando Vela, e incluso sus amigos de años anteriores Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas.

Actualmente tiene calles dedicadas en docenas de municipios y es hijo predilecto de Andalucía desde que le otorgaron ese título en 1984.

Luis Companys, el impulsor del separatismo violento
Creó, en mayo de 1936 -meses antes del estallido de la Guerra Civil-, el Comité Militar Revolucionario. Estaba compuesto por 8.000 voluntarios separatistas miembros de su partido, especialmente de las Juventudes de Esquerra Republicana-Estat Catalá, a las que dotó de 20.000 fusiles comprados con dinero público.

Tras el estallido de la Guerra, estas milicias serían el núcleo del Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, fundadas por un decreto del presidente Companys el 26 de julio de 1936 y que sembró el terror en la retaguardia durante la guerra.

Durente este periodo, bajo su mandato y responsabilidad directa fueron asesinadas 8.129 personas en Cataluña. Sin juicio ni garantías legales. En su mayor parte eran civiles pertenecientes a partidos de derechas, miembros del clero o empresarios. Ordenó la creación de campos de concentración, como el de Omells de Na Gaia y autorizó a las diferentes formaciones del Frente Popular a constituir sus propias checas. Él mismo firmaría sentencias de muerte.
Margarita Nelken, una represora formada en la URSS
Margarita Nelken fue una política socialista que, una vez empezada la Guerra Civil, se convirtió en furibunda comunista afiliándose al PCE. Entre sus aportaciones a la “dignidad” y sus muestras de “talento”, según ha declarado Pablo Iglesias, se encuentran algunas actuaciones claramente represivas en la retaguardia del bando republicano. Alentó la revolución de Asturias de 1934 en la que las milicias socialistas, anarquistas y comunistas se levantaron contra la entrada de tres ministros de la derechista CEDA que había ganado las elecciones un año antes y no se les había permitido entrar en el Gobierno. Fruto de su vinculación a estos hechos fue condenada a veinte años de prisión. Logró a escapar y se refugió en la estalinista Unión Soviética donde recibió la formación como agente. Su labor, tras su regreso en febrero de 1936 para presentarse a las elecciones, primero fue la de dinamitar el PSOE y fortalecer al PCE y luego, una vez comenzada la guerra, la de actuar abiertamente como comunista. Hoy en día, numerosos municipios, especialmente los de Badajoz que era la circunscripción electoral por la que se presentaba a las elecciones, tienen calles con su nombre. Incluso algunos han puesto el nombre de esta criminal a centros culturales.

Juan Negrín, el hombre que robó el oro de Moscú
Getafe y al menos otros catorce municipios en la Comunidad de Madrid tiene una calle, plaza o centro municipal con el nombre del jefe de Gobierno republicano que alargó la Guerra Civil con el único objetivo de contentar a Stalin. Fue el responsable de arruinar a España regalando el oro de sus reservas a la URSS.
Durante los últimos días de la guerra se dedicó a acumular un importante tesoro que embarcó en el yate Vita y que trasladó a México con la excusa de poder mantener a los exiliados que fueran a Amércia y fletar barcos para su salida de España. Finalmente ese dinero acabó en manos de Prieto quien lo gestionó para que los exiliados socialistas que habían pertenecido a su entorno vivieran desahogadamente durante el exilio.
Las trece rosas, terroristas adoradas por la progresía
Las 13 rosas, nombre con el que se conoce a 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 tras ser condenadas por un tribunal, son una clara muestra de la “corrección política” impuesta desde la izquierda. La misma placa que colocó el Ayuntamiento de Madrid en 1988 en el lugar en el que fueron fusiladas ya deja clara la fábula montada desde la izquierda radical que ha calado en la sociedad. En dicha placa se puede leer que “dieron su vida por la libertad y la democracia”, una mentira que demostraremos en esta entrada de blog. Pertenecían, en su mayor parte, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen tan libre y demócrata como lo era el de Stalin en la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.

Las JSU, a las que pertenecían la mayoría de las 13 rosas, habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Está perfectamente documentado en los papeles del PCE que bajo control de su organización juvenil se encontraban las checas de Mendizabal 24, la de la calle Rimundo Lulio, la de Santa Isabel 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granda 4. Además, participaron en la acción represiva de varias otras cárceles de partidos políticos y tuvieron un papel destacado en las sacas cometidas para asesinar a miles de presos sin mediar juicio alguno. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.

Brigadas Internacionales, voluntarios para asesinar a españoles
Cincuenta mil voluntarios de todo el mundo. Venidos a España para asesinar a españoles en una guerra en la que no tenían más interés que el de la aventura. Manejados por la Internacional Comunista, acabaron siendo la propaganda de Stalin para introducir el comunismo en el mundo occidental.

Son adorados por la izquierda que las reivindica hasta el punto de construir monumentos declarados ilegales por la Justicia en lugares como la Universidad Complutense de Madrid. Su espíritu es el del hombre que fue encargado de organizar las Brigadas Internacionale, André Marty, “el carnicero de Albacete”.


Pero el caso más llamativo de criminales de la izquierda, en este caso de repercusión internacional, lo encontramos en el municipio madrileño de Torrejón de Velasco, donde podemos visitar la calle de José Stalin. Sin comentarios.

lunes, 18 de marzo de 2019

FRANCO, SÍ, ¿ Y CARRILLO, PASIONARIA Y COMPANYS ?

I
No bromeaba anteayer en La Sexta Noche cuando aseguré que circula por ahí una leyenda que sostiene que la momia de Franco ya no se encuentra en el Valle de los Caídos. Que hace tiempo que salió de allí rumbo desconocido. No sé si es cierta o no, intuyo que no, pero haberla, hayla. Si fuera cierta, el ridículo que haría Pedro Sánchez por sepultureros interpuestos sería planetario.
Más allá de las bromas, o no, hay que ir al fondo de la cuestión de una exhumación en la cual el Gobierno está prevaricando día sí, día también. Emplear un decreto ley para esta cuestión es pasarse por el forro de sus caprichos el artículo 86 de la Constitución, que deja bien claro que esta figura jurídica sólo se puede emplear «en casos de urgente y extraordinaria necesidad».
Verbigracia, una tragedia, un atentado terrorista o una situación económica límite como sucedió en ese 2012 en el que actuar una semana antes o una después era la diferencia entre salir adelante o incurrir en una suspensión de pagos que nos hubiera arruinado para décadas. Privar a la familia de su tan legítimo como legal derecho a decidir dónde se reinhuma al abuelo es otra cacicada de marca mayor.
Y poner fecha a la exhumación sin esperar a que dictamine la Sala de lo Contencioso del Supremo es una nueva afrenta de este Gobierno socialpodemita al Alto Tribunal. Pero más allá de estas circunstancias, entre electoralistas y totalitarias, hay que colegir que una vez más (y van 70.000 como mínimo) el izquierdista pensamiento único triunfa por todo lo alto.
Tan cierto es que no es de recibo que los restos de un dictador reposen en un espacio público como que continúa habiendo una doble vara de medir en este país en el que al centroderecha y a la derecha les espanta decir lo que piensan por miedo a que los maten civilmente.
A qué esperan Rivera, Casado y Abascal para prometer que si presiden este país todavía llamado España retirarán las calles, las estatuas e incluso el nombre de estadios a multiasesinos como Santiago Carrillo (6.000 víctimas sólo en Paracuellos), Pasionaria (inductora del asesinato de Calvo-Sotelo), Largo Caballero (sus ejecuciones se cuentan por cientos) o Companys (8.500 muertes a sus espaldas). Ya está bien de tanto doble rasero. Los malos pueden ser de derechas pero también… ¡de izquierdas!


Eduardo Inda ( La Razón )

domingo, 8 de julio de 2018

¿Y Carrillo, y Pasionaria, y Companys, y Stalin?

Lo de la Memoria Histórica, acertadamente rebautizada por muchos españoles como Desmemoria Histórica, es un delito de lesa humanidad democrática. Lo mejor que hemos hecho en 500 años largos de historia en común ha sido el Pacto de la Transición, que supuso mandar al baúl de los recuerdos esas dos Españas acentuadas durante la Guerra Civil y prolegómenos pero que es tan secular como proverbial. ¿Acaso nadie recuerda ese formidable cuadro del no menos formidable Francisco de Goya y Lucientes Pelea a garrotazos, que data exactamente de hace 199 años? La España liberal frente a la absolutista, la afrancesada frente a la rebelde, los carlistas frente a los isabelinos, franquistas versus republicanos, en resumidas cuentas, Abel contra Caín. El cuento de nunca acabar.
Que no nos engañen ni nos tomen por gilipollas. Aquello no fue ni siquiera un intento del peor presidente de la democracia, José Luis Rodríguez Zapatero, de intentar ganar la guerra que habían perdido sus abuelos. No. Es todo mucho más sutil, creo yo. Representó ni más ni menos que un intento del Gobierno de España de tapar sus fracasos macroeconómicos en un año, 2007, en el que empezaban a salir del armario los peores síntomas de la brutal recesión que habría de llegar por culpa de un gasto público desbocado y del laissez faire-laissez passer con las entidades financieras de capital público. Lo que se dice una cortina de humo. Y de libro para más señas.
Lo peor de todo es que esta infausta ley pretendía situar la legitimidad democrática no en ese 1978 que fue un pequeño paso para cada uno de nosotros y un gran salto para España sino en un lejanísimo 1936 en el que unos malos empezaron a guerrear contra otros malos. Un 1936 que jamás se entendería sin ese otro golpe de Estado que fue 1934. El Frente Popular no hizo sino exacerbar las más bajas pasiones de comunistas, anarquistas, socialistas e independentistas (los mismitos, por cierto, que ahora gobiernan España), que se dedicaron a asesinar curas, a violar monjas y a practicar la tétrica costumbre de la saca y el paseíllo con todos aquéllos que para su desgracia no pensaban como ellos.

La tercera ley de Newton señala que “por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo (empuje), éste realiza una fuerza de igual intensidad, pero de sentido contrario sobre el cuerpo que la produjo”. Y eso exactamente es lo que se produjo, en términos políticos, naturalmente, en ese febrero de 1936 en el que las izquierdas tomaron la calle con las consecuencias por todos conocidas. Sus barrabasadas fueron respondidas por otras de igual proporción por parte de militares, tradicionalistas y monárquicos varios, que estallaron al contemplar la impunidad con la que se quitaba la vida al oponente político y religioso.
Un servidor, que se educó en la Institución Libre de Enseñanza, detesta tanto esas dos Españas como ama esa Tercera a la que dio nombre Salvador de Madariaga. La España de Ortega, Marañón, Claudio Sánchez-Albornoz, Menéndez Pidal y si me apuran del segundo Sainz Rodríguez, el bueno, el reconvertido, el arrepentido. La de los que querían una democracia liberal en la cual fuese posible vivir en paz, libertad y progreso. Esto es, la España que alumbró la Constitución de 1978, la que alumbró Adolfo Suárez y la que consolidó Felipe González.

Tal y como resalta hasta la saciedad el mejor hispanista vivo, Stanley G. Payne, la Guerra Civil constituyó una contienda “de malos contra malos”. Por eso no entiendo ese afán por presentar falsamente como unos bienaventurados demócratas a Carrillo, Pasionaria, Largo Caballero o Prieto y acertadamente como unos sátrapas asesinos a Franco, Sanjurjo, Mola y demás apóstoles del golpe de Estado de julio de 1936. Tan malos-malísimos eran los unos como los otros. Y tan cierto es que la franquista fue una dictadura fascista como que si hubieran vencido sus enemigos hubieran implantado una tiranía comunista a las órdenes de la Unión Soviética que, por cierto, no era precisamente una democracia sino una satrapía con miles de terribles campos de concentración (el gulag) en los que se asesinó a no menos de 100 millones de personas.
Aunque a mí me provoca mal fario esto de desenterrar cadáveres, me parece bien que el dictador Franco salga del Valle de los Caídos, que a mi juicio debería quedar como un lugar exclusivo para el culto religioso. Básicamente porque fue un tirano que asesinó a miles de personas amén de las libertades de los españoles durante 39 años. Pero antes de eso habría que retocar la Ley de Memoria Histórica para impedir ese embuste histórico que supone que los unos queden como los santos que no son y los otros como los diabólicos seres que sí fueron. Eso de dividir por decreto a los españoles entre buenos y malos es precisamente lo que hacían Franco y el Frente Popular.
La exhumación de Franco no puede ni debe quedar huérfana. Ha de ir acompañada de la exhumación de Santiago Carrillo del callejero de toda España. Conviene no olvidar que siendo un veinteañero este pájaro ordenó fusilar en Paracuellos del Jarama, en el lateral de una de las pistas de Barajas, a 6.000 personas, entre las que había un número ingente de religiosos, dirigentes de la CEDA y, ahí es nada, 50 niños. ¿Puede dar nombre a una calle un malnacido de este calibre? Obviamente, no, es una atrocidad ética. Hay que quitarle de inmediato ese vergonzoso honor en todas y cada una de las ciudades de España en las que el cartel del sádico asesino aparece al principio y al final de una vía pública, que normalmente no suele ser de segundo orden. Empezando, por cierto, por la que le otorgó Ana Botella.
Tan impresentable como que Lluís Companys tenga bustos, calles, avenidas y hasta ¡¡¡un estadio olímpico a su nombre!!! El presidente de la Generalitat firmó en los años 30 no una, ni dos, ni tres, ni 10, ni 100, ni 1.000 sino ¡¡¡8.129 sentencias de muerte!!! La mayoría curas y monjas y dirigentes de la CEDA en Cataluña. La desertización moral de la región quedó pocas veces tan clara como en 2001 cuando la Generalitat del ladronazo Pujol regaló al criminal el nombre del Estadio en el que se celebraron esos Juegos Olímpicos del 92 que representan lo mejor de lo mejor de la España constitucional.
¿Y qué me dicen de Indalecio Prieto que con su guardia personal, La Motorizada, se dedicaba a apiolarse a todo el que le apetecía? ¿O de un Largo Caballero al que en el callejero se le premiaron las 2.000 muertes que dejó tras de sí su Revolución de 1934? ¿O de esa Pasionaria más mala que la quina que en sede parlamentaria [Josep Tarradellas dixit] aseguró sin cortarse un pelo el 12 de julio de 1936 que era “la última vez” que hablaba allí un José Calvo-Sotelo que sería balaceado hasta la muerte 72 horas después? Cuantitativa y cualitativamente es mucho más impresentable el hecho de que Josif Stalin, el tirano soviético, goce del reconocimiento que supone una calle en la localidad madrileña de Torrejón de Velasco. Me cuentan que otras vías ilustres de municipios de España recuerdan al mayor asesino de la historia de la humanidad. Mientras, podemitas y socialistas quieren arrancar la placa de Santiago Bernabéu, cuyo único delito fue convertir al Real Madrid en el mejor equipo de la historia, y la de Salvador Dalí, que nos puso en el mapa de la cultura mundial.
Memoria Histórica, sí, pero justa y no revanchista. Que no olviden lo que apuntaron Cicerón y el gran Jorge de Santayana: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Se les olvidó apostillar que sucede lo mismo con los que la reescriben. Cuidado porque el guerracivilismo está otra vez en boga y cada vez estamos moralmente más cerca del 36. Mientras tanto yo grito al cielo ¡viva la Tercera España!
Autor:Eduardo Inda