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jueves, 3 de mayo de 2018

La policía sueca suplica a sus gobernantes: “¡Ayúdennos!”



suecia, gobernantes, ayuda, policiaHasta hace no mucho, Suecia era conocida en el resto del mundo por el ‘modelo sueco’ que todavía invocan algunos izquierdistas españoles, un Estado del Bienestar generosísimo y las políticas más progresistas que se pueda imaginar, combinado todo ello -de ahí su atractivo- con una sociedad rica, civilizada y enormemente segura.

Y entonces fue cuando decidieron que ser sueco era anticuado y que mejor ser África. Si les parece una hipérbole de mal gusto, permítanme asegurarles que un ministro sueco reconoció expresamente ante los medios su ferviente deseo de africanizar Suecia. Como lo oyen.

El caso es que abrieron sus fronteras a todos los habitantes del Tercer Mundo que quisieran disfrutar de la bicoca de sus prestaciones sociales a pesar del frío y, como habrán adivinado, muchos se apuntaron.


¿Resultado? Oh, por ejemplo, esta meca del feminismo se ha convertido en el segundo país con mayor número de violaciones por habitante. En solo dos semanas a principios de este año, se registraron cinco explosiones en el país, algo que ya empieza a dejar de ser excepcional. Y en las encuestas sobre qué es lo que más preocupa a los suecos de cara a las elecciones de septiembre, la seguridad y el orden público figuran en primer lugar.

Los asesinatos con arma de fuego por ajustes de cuentas entre bandas -invariablemente formadas por varones de origen no nativo que viven en sus propios territorios al margen del Estado- han pasado de cuatro al año a principios de los noventa a 40 el año pasado. Los disturbios callejeros, a veces verdaderos motines, la quema de coches y los ataques a policías, ambulancias y otros servicios sociales son ya el pan nuestro de cada día. Los tiroteos ya ni siquiera aparecen en los medios si no hay muertos o son lo bastante masivos e intensos. Lo que ayer era excepcional, ahora es cotidiano.

El pasado jueves, un programa de la BBC describía cómo las granadas de mano se habían convertido en el arma favorita usada por las bandas en las ciudades más densamente pobladas por los inmigrantes de primera o segunda generación.

Hasta cierto punto, es perfectamente posible vivir en Suecia y no notar que nada esencial haya cambiado, porque el crimen está muy localizado en zonas concretas -exactamente donde se concentra la población inmigrante- y la prevalencia de la corrección política en los medios y la clase política impide que se abra un debate serio y libre sobre la cuestión.

Algo, sin embargo, está cambiando. Ya se filtran reconocimientos oficiosos de la existencia de no-go zones -que siguen aumentando, dejando en la práctica al margen de la soberanía sueca áreas cada vez más amplias de territorio- y, sobre todo, la policía ha empezado a hablar.

Porque la moral en el cuerpo está por los suelos, sobre todo por la ‘ley del silencio’ impuesta administrativamente sobre la criminalidad entre los recién llegados. Las dimisiones de agentes son continuas. La máxima autoridad policial, el comisario Dan Eliasson, se dirigió recientemente a los políticos en una rueda de prensa para suplicarles ayuda. “¡Ayúdennos, ayúdennos!”, llegó a repetir Eliasson, al tiempo que informaba que las ‘zonas prohibidas’ habían pasado en un solo año de 55 a 61.

Según Eliasson, hay al menos 5.000 pandilleros , delincuentes habituales, divididos en doscientas bandas que operan en las zonas prohibidas. Eliasson advirtió que si esta tendencia se mantiene, el orden social se vendrá abajo en Suecia.

jueves, 1 de marzo de 2018

Nueve de cada diez marroquíes mienten sobre su edad al llegar a Suecia



Suecia, marroquíes, edad, mentiraLos problemas se le acumulan en la puerta a las autoridades suecas. La Policía fronteriza sueca no ha tenido más remedio que admitir que nueve de cada diez marroquíes que llegan al país mienten sobre su edad para tratar de lograr unas ayudas sociales más beneficiosas.

El nuevo acuerdo de cooperación entre ambos países ha puesto de manifiesto lo que era un secreto a voces. Desde el comienzo de la crisis migratoria hay una imagen que se ha repetido en todos los países: hombres varones en edad de pelear huían sin sus familias de las zonas de conflicto. Políticos como Viktor Orbán dudaron de que se tratara de verdaderos refugiados de guerra y las élites mundiales confirmaron sus sospechas. 2016 fue el pistoletazo de salida a una operación cuyo objetivo principal era lograr mano de obra económica en todo el continente.


Las autoridades suecas han desvelado que los procesos actuales de control habían fracasado y más del 90% de los admitidos en el país había logrado mentir sobre su edad. Suecia dependía de los exámenes médicos para determinar la edad de los solicitantes de asilo que afirmaban ser menores de edad y no había medios suficientes para atender a todos ellos.

Repatriar a un menor de edad es mucho más complicado y difícil y la ley concede a estos un tratamiento preferente en multitud de aspectos.

Las pruebas realizadas entre mediados de marzo y finales de octubre por la Junta Nacional de Medicina Forense (Rättsmedicinalverket) han revelado que el 83% de los migrantes “menores de edad” evaluados eran en realidad adultos. Un caso similar al ocurrido en Alemania, donde Angela Merkel tuvo que admitir que no habían sido capaces de controlar la situación y la mitad -el 49%, para ser exactos, 482- de los inmigrantes que se presentaron como menores de edad en la ciudad alemana de Hamburgo este año son, en realidad, adultos, según un nuevo informe de la Oficina de la Seguridad Social.

Falsedad documental
Un pediatra sueco desmontó en el mes de septiembre del año pasado las cifras que las autoridades ofrecían a diario acerca de la crisis de refugiados. Este hombre, encargado de tratar a alguno de los miles de recién llegados, aseguró haber visto a muchas personas catalogadas como niños que en realidad eran mayores de edad e incluso algunos de ellos superaban los cuarenta años.

“Son muchos los casos de supuestos niños que tienen barba y bigote”, aseguró Josef Milerad, cuyas palabras crearon conmoción en todo el país. Suecia ha acogido durante el último año a 31.000 solicitantes de asilo, unas cifras muy elevadas teniendo en cuenta su población. Sin embargo sorprendía que el número de menores no acompañados en la Agencia de Inmigración fuera tan elevado.

Milerad aseguró que estas cifras están adulteradas y mostró para ello el caso de varios adultos que trataron de hacerse pasar por niños. Las condiciones para los menores no acompañados son mucho más beneficiosas -es más complicado que sean deportados-, por lo que muchos refugiados tratan de lograr este estatus.

Las pruebas llevadas a cabo por las autoridades suecas para verificar la edad real de los niños eran “ingenuas e insuficientes”. Según afirmó Milerad, es el “momento” de que el Gobierno cree un plan para agilizar y mejorar este proceso que incluya pruebas médicas más fiables. En su lugar de trabajo, este pediatra trató a “muchos refugiados” clasificados como niños cuando “al menos el 40% eran mayores de edad”.

Milerad también denunció la persecución mediática a todos aquellos que se atrevían a cuestionar las políticas migratorias del país. “Propones mayor seguridad y te tachan de xenófobo”, sentenció. “Mucha gente no tiene el valor de hablar, pero somos bastantes los que opinamos igual. Es el momento de poner freno a este atropello”, señaló.

Asaltos en masa en festivales de música
En 2016, con la llegada del verano y los tradicionales festivales de música, las agresiones y abusos a manos de recién llegados se multiplicaron por todo el país. En el Festival de Bravalla, varias jóvenes de apenas quince años denunciaron cómo habían sido “molestadas sexualmente” por chicos extranjeros. Aunque la Policía se negó en un principio a informar acerca del caso, finalmente admitió que se trataba de autores de origen “extranjero”.

Unos días antes, en el festival de Putte i Parken de Karlstad, se habían denunciado hasta 32 casos similares cometidos por atacantes “extranjeros”. Sin embargo, las presiones de las autoridades silenciaron las agresiones. Algo similar a lo ocurrido con Selin Gören, portavoz del movimiento izquierdista juvenil Solid. Gören fue atacada en enero en Mannheim mientras trabajaba como activista en relación con los refugiados. Sufrió una emboscada en un parque infantil a altas horas de la noche y la forzaron sexualmente.

Acudió directamente a la Policía a denunciar los hechos, pero aseguró que los asaltantes hablaban en alemán. Doce horas más tarde volvió a comisaría para admitir que había mentido y que sus atacantes hablaban en un idioma que era probablemente árabe o farsi. Gören aseguró que su mentira tenía como objetivo evitar la creación de “prejuicios” contra los refugiados.