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martes, 20 de diciembre de 2022

Ríe Iglesias, llora España

 

Es inevitable recordar al líder de Podemos afirmando aquello de que «la guillotina es la madre de la democracia»

Cómo debe de reírse el sumo sacerdote de Podemos viendo al presidente del Gobierno convertido en una réplica patética de su persona. Él, que lo despreció afirmando que le producía pesadillas la idea de verlo formando parte del Gobierno, no solo tuvo que sentarlo a su derecha en el Ejecutivo, sino que ha acabado adoptando su programa, su estrategia, su lenguaje, su violencia. Es Pablo quien lleva la iniciativa y Pedro obedece, cual perro fiel, sin perder de vista al independentismo coautor del guion que interpreta. Un socialista español bailando al que le tocan los del megáfono del 15-M, los sediciosos catalanes, cuya chulería en la exigencia crece con cada nueva demanda satisfecha sin rechistar, y los herederos de ETA. Es difícil caer más bajo, aunque Sánchez sin duda lo hará.

Iglesias ríe, triunfante, a la vez que sube la apuesta, mientras España llora de rabia, de miedo y de impotencia. Rabia ante la impunidad con la que están siendo atacadas y desmanteladas, una a una, las defensas establecidas en su día por los redactores de la Carta Magna (entre los cuales solo había un miembro del PSOE, por cierto) para proteger nuestro sistema de libertades. El último bastión, de momento, el Tribunal Constitucional, cuyo prestigio y credibilidad han destruido por completo mediante toda clase de maniobras sucias antes incluso de tomarlo al asalto. Tierra quemada, esa es la táctica de quienes desdeñan el Estado de derecho que impone límites a su insaciable apetito de poder. Tierra quemada y propaganda falsaria, que siembra veneno político tan tóxico como la afirmación de que la voluntad popular representada en el Congreso no debe supeditarse al imperio de la ley ni acatar el dictamen de los jueces, tildados de «golpistas con toga» cuando sus resoluciones contravienen los deseos de la mayoría. Puro populismo totalitario escupido desde la tribuna, no por un exaltado podemita o un independentista catalán, sino por Felipe Sicilia, portavoz del Grupo Socialista, con su bancada puesta en pie. ¿Cómo no vamos a tener miedo? Van a por todas a calzón 'quitao'. Han traspasado todos los límites y no se detendrán ante nada. El próximo paso es la desobediencia, tal como reclaman los morados, y resulta inevitable recordar a su caudillo afirmando aquello de que «la guillotina es la madre de la democracia». ¿Se refería a una decapitación metafórica del Rey o pensaba en rebanarle la cabeza? Sea como fuere, él es la siguiente pieza a batir en esta voladura acelerada de nuestro edificio constitucional. Y dada la creciente influencia que ejerce Bildu en el club de socios, no resulta en absoluto descabellado ponerse en el peor escenario.

La sangre hierve de impotencia a la espera de que las urnas nos den la oportunidad de actuar, si es que nos dejan votar y no es demasiado tarde.


ISABEL SAN SEBASTIÁN

sábado, 26 de marzo de 2022

PRIMERO FUERON A POR LAS VÍCTIMAS…

 

Nadie podrá decir que este PSOE llevaba careta.

Tras el paso de Zapatero por La Moncloa, con su pringoso reguero de revanchismo, traición, inepcia y mentira, cualquiera que tuviera ojos veía con claridad lo que cabía esperar de Sánchez, primero entre sus discípulos.

El propio núcleo rector del partido se percató del peligro e intentó desbancar al caudillo que hoy ocupa la Presidencia, aunque fracasó en el empeño y acabó arrollado por la marea de soberbia, inmoralidad y falsedad que encabezaba el vencedor de aquellas infaustas primarias, fruto de las cuales acabó entronizado Frankenstein.

El Partido Socialista ya no es ni obrero ni español. Ni siquiera responde a su apellido. Se ha convertido en una siniestra apisonadora de nuestros valores constitucionales, cuya única razón de ser es la conservación del poder a mayor gloria del líder.

Isabel San Sebastián ( ABC )

martes, 8 de marzo de 2022

Feministas, las ucranianas

 

Si conociera el decoro, Irene Montero celebraría este 8-M cuadrándose ante las patriotas que han empuñado el fusil para frenar a los tanques de Putin.

Hoy volveremos a oír consignas huecas lanzadas por oportunistas que han hecho del feminismo un modo de vida cómodo y sobre todo muy lucrativo. Las veremos desfilar tras la pancarta del victimismo, pretendiendo englobarnos a todas en su estrategia de confrontación con los hombres, asimilados en su discurso a bestias incapaces de contener sus más bajos instintos, y su reivindicación de la igualdad traducida en discriminación. Sus voces más señaladas, las mejor pagadas con cargo al contribuyente, nos repetirán eso de que cualquier varón denunciado por una mujer ha de ser considerado culpable mientras no demuestre lo contrario e insistirán en la necesidad de crear nuevos pesebres donde abrevar a sus adeptas. Si el Covid no las detuvo hace dos

 años, pese a estar sobradamente acreditada la peligrosidad del virus, tampoco lo hará el respeto debido a las ucranianas que se están jugando la vida por defender a su país de la brutal invasión rusa. Pero debería.

Si conociera el decoro y atisbara remotamente lo que supone el auténtico feminismo, Irene Montero y su corte celebrarían este 8-M cuadrándose ante las patriotas que han empuñado el fusil y se han unido a sus compañeros para frenar a los tanques de Putin. Tributándoles el homenaje que merece su conducta heroica. Poniéndose a su disposición y ofreciéndoles su ayuda. Esas guerreras (que no ‘soldadas’, como escriben algunos en ‘lenguaje inclusivo’ haciendo mangas y capirotes del diccionario de la RAE) sí que ejercen de feministas a la hora de la verdad. Ellas no arengan; dan un paso al frente. No exigen privilegios invocando su ‘género’; lo ignoran al correr el mismo riesgo que los soldados y luchar con idéntica bravura. No se lamentan; actúan. Frente a su ejemplo de dignidad, coraje y coherencia, las soflamas de la ministra, expareja del ‘macho alfa’, producen una mezcla de asco y vergüenza ajena. «Las mujeres son las que más sufren en las guerras», afirma desde su poltrona, perfectamente maquillada, para a renglón seguido escupir sobre el sacrificio de las ucranianas al tomar partido por el agresor, oponerse al envío de armas a la nación atacada y equiparar al ejército invasor con la OTAN. Desde el Grupo de Puebla exige que se retiren las sanciones impuestas al más violento de los hombres que pisa hoy la escena internacional, el déspota del Kremlin, al tiempo que se manifiesta contra la presunta violencia de los demás. Ni siquiera tiene la decencia de marcharse de un Gobierno al que califica de belicista por boca de su correligionaria Belarra, ya que sus convicciones pesan obviamente menos que un sueldazo inalcanzable en la jungla del sector privado.

Feministas son las ucranianas, señora Montero. Lo suyo es palabrería y un ministerio por la cara.



sábado, 29 de enero de 2022

Años de infamia

 

Sánchez va a soltar a un montón de asesinos etarras sin tomarse la molestia de informar siquiera a las víctimas.

En 2003 publiqué ‘Los años de plomo’, cuyo título se convirtió en sinónimo del período más sanguinario en la historia de ETA. El libro recogía diez entrevistas realizadas a víctimas en su mayoría anónimas, protagonistas de experiencias tan terribles en lo personal como vergonzantes para cualquier sociedad dotada de dignidad. En el prólogo de la obra, destinada a recoger la memoria en carne viva de esas gentes, yo escribía: «Fueron años de sangre, violencia y claudicación frente al terror, en los que el miedo se abatió sobre las conciencias y una amnesia tan deliberada como colectiva abocó al olvido el profundo sufrimiento de las víctimas... Fueron para esas personas tiempos de soledad e injusticia, de vergüenza sobrepuesta a la impotencia,

 tiempos en los que los depredadores etarras ocuparon los desvelos de los responsables políticos y los escaparates mediáticos, mientras sus presas eran relegadas a los desvanes más inhóspitos de una sociedad que prefería mirar hacia otro lado… Años de plomo calibre 9 mm. Parabellum, densos como el silencio cómplice que cayó alrededor de los asesinados...».

Han pasado casi dos décadas. Yo ya no vivo con guardaespaldas, porque en 2011 los etarras nos perdonaron la vida a cambio de sustanciosas contrapartidas políticas, pero el resto de mis palabras mantiene una dolorosa vigencia que el Gobierno de Pedro Sánchez alimenta a diario con sus acciones. La penúltima, esa maniobra traicionera y vil de la que informaba ayer ABC, consistente en derribar las barreras establecidas por Ejecutivos más decentes y allanar el camino a la liberación prematura de terroristas encallecidos, que ni se han arrepentido de sus crímenes ni cumplirán íntegramente sus condenas, tal como prometieron cuando era popular hacerlo dirigentes de diversos colores, incluidos los socialistas.

Estamos en 2022 y al plomo ha seguido la ignominia. Muchos de mis entrevistados han fallecido y se ahorran la humillación de ver cómo la historia se repite, los gobernantes centran de nuevo sus esfuerzos en satisfacer las exigencias de la banda, reconvertida en partido político socio preferente del inquilino de La Moncloa, y los españoles callan, al igual que hicieron en los ochenta y buena parte de los noventa, preocupados por otros asuntos como la economía o el Covid. Otros vivimos para seguir denunciándolo.

En la breve introducción a ese grito desgarrado, evidentemente inútil a la luz de lo que está pasando, yo señalaba también que entre 1975 y 1990 se produjeron incontables negociaciones entre representantes gubernamentales y jefes terroristas, se aprobaron dos amnistías y se tomaron múltiples iniciativas relativas a ETA, ninguna de las cuales contó jamás con la opinión de la otra parte; la que ponía las lágrimas después de cada atentado. Tampoco en eso hemos cambiado. Sánchez va a soltar a un montón de asesinos sin tomarse la molestia de informar siquiera a las víctimas.

Años de infamia. Tiempo de injusticia.


Isabel San Sebastián


sábado, 4 de septiembre de 2021

Políticos que eligen a jueces

 Sánchez habría preferido delegar en el Supremo la penosa tarea de absolver a los golpistas, a fin de ahorrarse el indulto.


Existen jueces sectarios, sobre todo en las altas instancias. La mayoría, no obstante, coloca la Ley y el honor por delante de la ideología, aunque el hacerlo suponga un perjuicio para sus carreras, lo cual ocurre a menudo porque en España el sectarismo es inherente a la política, que valora la obediencia a unas siglas mucho más que la capacidad y el mérito.

Desde que en 1985 el PSOE reformó la Ley del Poder Judicial para matar a Montesquieu, tal como proclamó un ufano Alfonso Guerra, la Justicia ha sido violentada por los dos grandes partidos, que no han dejado de intercambiar cromos con el propósito de colocar a sus respectivos afines en los puestos donde se dictan las sentencias decisivas. No todos ellos se han dejado manejar, por supuesto. Pero el mero hecho de que sean políticos los que eligen a los jueces llamados a resolver las cuestiones que les atañen constituye una grave perversión de la democracia. Una corrupción denunciada por la Unión Europea y contemplada desde 1978 en nuestra Constitución, cuyos garantes del TC avalaron, pese a sus reservas, la reforma del 85, precisamente porque quienes los habían nombrado para tan alta función eran los mismos que anhelaban controlar ese poder. Y así lo han hecho, desde entonces, fuese cual fuese el Gobierno.

Ahora el PP se ha plantado y rechaza el pasteleo. Ignoro cuáles han sido las razones que han llevado a Pablo Casado a cambiar de opinión, cuando ya estaba prácticamente acordada con los socialistas la composición del nuevo CGPJ, pero bienvenidas sean. Para medir hasta qué punto es acertada esta posición basta con analizar el monumental enfado que ha provocado en Moncloa, donde el ministro de la Presidencia ha sido el encargado de dar cauce a la rabieta. «En una democracia plena -ha proferido Félix Bolaños- ni los jueces pueden elegir a los jueces, ni los políticos a los políticos, ya que son los ciudadanos quienes escogen a unos y otros». Sucede, sin embargo, que aquí los políticos son quienes lo copan todo, desde los sanedrines de partido donde tres o cuatro ‘aparatchik’ elaboran las listas electorales poniendo y quitando candidatos, lo que equivale de hecho a elegir al Legislativo, elegir al Ejecutivo y desde allí también elegir un Judicial al gusto de la mayoría. Nadie duda de que Pedro Sánchez habría preferido delegar en el Supremo la penosa tarea de absolver a los golpistas, a fin de ahorrarse un vergonzoso indulto. Su obsesión por dominar y someter a la judicatura constituye un indicio alarmante de lo que se propone hacer en el futuro, sin el corsé de unos jueces dispuestos a defender el Estado de Derecho. Por eso es obligación de cualquier ciudadano demócrata respaldar a esos togados que luchan por su independencia. Son el último bastión que resiste a la ofensiva liberticida de Frankenstein y sus socios.

sábado, 12 de junio de 2021

Sánchez I el Holgazán

 El presidente acumula méritos sobrados para ser recordado como un cobarde que renunció a defender España

Isabel San SebastiánIsabel San Sebastián

Hace aproximadamente trece siglos, después del primer Alfonso y antes del segundo, existió en Asturias una sucesión de reyes que pasó a la historia con el título infamante de ‘holgazanes’, por faltar a su deber de combatir. A diferencia de quienes les precedieron y siguieron en el trono, esos monarcas se negaron a luchar contra los invasores que pretendían someterlos a su yugo y optaron por pagar a los emires de Córdoba onerosos tributos consistentes en oro, plata, partes sustanciales de las cosechas y doncellas destinadas a los harenes andalusíes, con el vano empeño de evitar las feroces aceifas que prácticamente cada verano llevaban a cabo sus ejércitos en busca de botín y cautivos. Ninguno de esos holgazanes se llamó

 Sánchez. Tampoco Pedro. Sus nombres fueron Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo. Pero aquí y ahora propongo incorporar a la lista al actual presidente del Gobierno, ya que acumula méritos sobrados para ser recordado como un cobarde aferrado a la poltrona que renunció a defender España y prefirió someterse al chantaje de quienes pretenden romperla.

Los hechos pasados nos enseñan que una paz duradera y justa jamás se compra con cesiones. O sea, que indultar ‘gratis et amore’ a quien ha proclamado la independencia de Cataluña, poniéndose la Constitución por montera, lejos de disuadir futuras intentonas, constituye un acicate irresistible para que el perdonado reincida sin tardanza. Tan es así, que los propios sediciosos tienen trazado un plan detallado, recogido en un documento incautado por la Guardia Civil, en el cual se enumeran los pasos a seguir en aras de conseguir su objetivo: mayoría absoluta en las urnas (alcanzada el pasado mes de febrero, en plena pandemia, con una participación mínima); indultos (en ciernes); mesa de negociación bilateral que debilite al Estado al dividir a los partidos políticos e impedir que España ofrezca ante Europa y el mundo una posición unitaria (comprometida por el Ejecutivo con carácter inmediato); celebración de un referéndum de autodeterminación pactado o, si no fuera posible el acuerdo, regreso a la unilateralidad, una vez excarcelados los condenados y gravemente minadas la autoridad de la Justicia y la fortaleza del Gobierno para hacer valer la Ley. Esa es la hoja de ruta, que se está cumpliendo al milímetro. Frente a esta evidencia incontestable, que obra en poder del juez, el holgazán Sánchez trata de tapar sus vergüenzas apelando a la ‘magnanimidad’, pidiéndonos que confiemos en la buena voluntad de quien no muestra el menor signo de arrepentimiento y aferrándose a unas declaraciones de Junqueras, hechas con la boca chica, cuya motivación no es otra que sus ansias de abandonar la cárcel.

Ni los reyes asturianos impidieron con sus tributos los estragos sarracenos, ni el presidente felón frenará a los independentistas con impunidad y privilegios. Para defender la libertad e igualdad de todos los españoles es preciso armarse de principios, convicciones y coraje democrático. Hasta los dientes.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Sánchez, empieza a pagar


Las encuestas ya apuntan a que España replica el terremoto madrileño con una victoria del centro-derecha

Isabel San SebastiánIsabel San Sebastián

Pedro Sánchez, el prestidigitador trilero, ha vivido demasiados años del engaño y las promesas vanas que ahora le pasan factura. Pactó su poltrona presidencial con lo peor del Congreso: izquierda extrema agrupada en ese Podemos que no ha podido y regresa a la irrelevancia, de la que nunca debió salir, encabezado por un Pablo Iglesias vapuleado en las urnas; separatismo golpista catalán, enfrentado a muerte entre sí pero unido en la determinación de seguir echado al monte; independentismo vasco representado no solo por los recogedores de nueces, sino también, sobre todo, por quienes durante décadas sacudieron brutalmente el árbol a base de asesinatos, extorsión y amenazas. Esos han sido sus socios, cuya ínfima catadura parece haber impregnado las siglas del PSOE hasta convertirlas en algo muy parecido a ellos. Algo ajeno a la Constitución, España, la democracia. Algo llamado a purgar amargamente sus culpas.

Las elecciones celebradas en la Comunidad de Madrid han sido solo el preludio de lo que está por llegar. Porque las deudas se acumulan y las encuestas ya apuntan a que el terremoto madrileño se hace sentir en todo el país, hasta el punto de otorgar la victoria al centro-derecha encarnado en el PP, Vox y algunos partidos menores. La nefasta gestión de la pandemia, con su terrible secuela de muertos, paro y miseria, es sin duda uno de los factores influyentes en este vuelco, pero dista de ser el único. Yo quiero pensar que pesan en la balanza de los votos los plazos abonados a Bildu con puntualidad religiosa, acercando cada semana al País Vasco a cinco o seis terroristas irredentos y transfiriendo la competencia de prisiones al Ejecutivo de Vitoria, con el fin de que sea él quien los saque finalmente a la calle. Quiero pensar que pesa el compromiso de indultar a los sediciosos catalanes y sentarse a negociar con ellos un trato privilegiado con respecto a los demás españoles, compromiso que, por cierto, llega la hora de cumplir, sin que conozcamos el modo legal de hacerlo. ¿Vía reforma del Código Penal? ¿Obligando al Rey a rubricar tamaña infamia? ¿Uniendo a cualquiera de esas felonías el respaldo del PSC al candidato Pere Aragonès cuando se presente a la investidura? De algún modo tendrá que retratarse el presidente si pretende sobrevivir lo que resta de legislatura, porque su suerte está ya indisolublemente ligada a la de esos compañeros de viaje. No hay vuelta atrás para él, como no la ha habido para Iglesias. Pudo escoger a Ciudadanos, o Ciudadanos escogerlo a él, pero uno y otro se equivocaron (tengo para mí que Sánchez y después Arrimadas bastante más que Rivera) y ahora les toca expiar. Los naranjas, desapareciendo. Los socialistas, en la oposición, hasta que vuelvan al camino que marca la Carta Magna. Ojalá que Pablo Casado y su antiguo amigo, Santi Abascal, entiendan bien el mensaje y no dejen pasar este tren.


martes, 27 de abril de 2021

Iglesias, víctima tampoco cuela

 Si alguien carece de autoridad moral para denunciar amenazas es quien expresa su admiración a ETA y justifica las pedradas.

Pablo Iglesias, el ‘querido" a quien apela Gabilondo en un desesperado intento de evitar el batacazo que le auguran todas las encuestas, dejó de dar el pego como representante de los desheredados en el mismo momento en que abandonó su piso y su barrio de siempre para trasladarse a un chalé con piscina y jardín individuales en un pueblo de la sierra noroeste donde, según él mismo decía antes de auparse al poder, residían los ‘pijos’ que no pisan la calle. El autoproclamado azote de la casta se hizo con una Vicepresidencia y colocó a su señora en un ministerio creado ‘ad hoc’ para ella, de modo que entre los dos juntaban sendos coches oficiales con sus correspondientes conductores, una niñera a cargo del Estado, escoltas fijos en su domicilio así como en sus desplazamientos y unos quince mil euros limpios a fin de mes, tirando por lo bajo, suficientes para acumular en algo más de dos años un patrimonio que sobrepasa el millón de euros y triplica el del propio Sánchez. ¿Qué trabajador de verdad va a comprar su discurso hueco de ‘haz lo que yo digo, no lo que yo hago’? ¿Cuántos españoles formados y con experiencia pueden aspirar a semejante ascensión meteórica fuera de los pesebres que pagamos con nuestros impuestos? Iglesias vendió su alma populista al diablo del lujo que condenaba en cuanto estuvo en posición de hacerlo. Y como ahora ya nadie cree en su palabrería falsaria, como pierde votos a espuertas en los distritos obreros que creyeron ingenuamente en sus promesas de regeneración, ha cambiado de papel para interpretar el de víctima, lloriqueando por los platós ante las amenazas sufridas.

Vaya por delante mi condena sin paliativos a cualquier forma de violencia, incluida la intimidación. Viví once años con la espada de Damocles etarra pendiendo sobre mi cabeza, luego sé bien de lo que hablo. Pero si alguien carece de autoridad moral para hacer tantos aspavientos por un sobre con cuatro balas, es el líder de Podemos. Un Pablo Iglesias que jamás ha expresado su solidaridad con quienes durante cuatro décadas recibieron balas similares no en el buzón, sino en la nuca. Un Pablo Iglesias que expresó públicamente su rendida admiración a la organización terrorista ETA por haber sido «la primera en darse cuenta de que la Transición y la Constitución no eran, en realidad, sino una continuación del franquismo» (‘sic’). Un Pablo Iglesias emocionado al ver a una turba de manifestantes apalear a un policía caído y presto a justificar las piedras lanzadas contra sus adversarios culpando a los apedreados de haber ido a provocar. Un Pablo Iglesias que señala a periodistas con nombre y apellido y que denominaba al acoso ‘jarabe democrático’ hasta que empezó a padecerlo él. Ahora pretende encarnar la democracia amenazada a ver si rasca algún voto, aunque tengo para mí que Iglesias víctima tampoco cuela.

 ISABEL SAN SEBASTIÁN,

-*

domingo, 4 de abril de 2021

Marlaska o la indignidad


Mientras esperamos una vacuna que no llega, el Gobierno desmonta pieza a pieza nuestro Estado de Derecho

Isabel San Sebastián

Mientras usted y yo, querido lector, aguardamos encerrados esa vacuna prometida que, como Godot, siempre está a punto de llegar, el Gobierno desmonta pieza a pieza nuestro Estado de Derecho, aprovechando el miedo y la postración de una ciudadanía centrada en sobrevivir al virus y a la ruina derivada de su nefasta gestión. Lo hace con precisión implacable, a través de varias ofensivas que buscan el control de la Justicia, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y los medios de comunicación (lo acaba de denunciar un prestigioso organismo independiente estadounidense), piezas claves en la democracia cuya regla de oro es la división de poderes. Dicha pretensión determina las alianzas del comandante supremo, Pedro Sánchez, quien no hace ascos a totalitarios,

 golpistas o portavoces de aquellos que apretaron el gatillo etarra. Y a la consecución de ese objetivo dedica el presidente sus mayores desvelos, ingentes recursos públicos y a sus más fieles lacayos, entre los cuales brilla con luz propia el benefactor de la peor escoria terrorista y verdugo de personas intachables como el coronel Pérez de los Cobos, Fernando Grande-Marlaska, a quien la Audiencia Nacional acaba de propinar una paliza histórica. Un varapalo judicial de un calibre incompatible con su permanencia en el cargo. España no se merece un ministro del Interior indigno.

Marlaska inauguró su fulgurante carrera política sirviéndose de su toga y su voto para liberar de golpe a todos los criminales afectados por la derogación de la llamada ‘doctrina Parot’, en una interpretación ‘generosa’ de una resolución del Tribunal de Estrasburgo que satisfacía las exigencias de la banda en su negociación con Zapatero. Ahora utiliza su cartera para prodigar beneficios penitenciarios a los pistoleros del hacha y la serpiente, a razón de cinco por semana, sin descartar a desechos humanos como García Gaztelu, ‘Txapote’, asesino de Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica, Miguel Buesa, Irene Fernández, José Ángel de Jesús y un largo etcétera, quien ya disfruta en Madrid de la misma cárcel que su pareja, Gallastegui, otra sicaria agraciada por la lotería con la que Sánchez paga el apoyo de Bildu. No contento con prestarse a semejante vileza, el máximo responsable de nuestra seguridad perpetró hace un año la destitución del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid, Manuel Pérez de los Cobos, por negarse a revelarle el contenido de una investigación referida al delegado del Gobierno en la capital, que la juez había declarado secreta; es decir, por atenerse escrupulosamente a lo que marca la Ley. Así lo afirma una sentencia demoledora de la misma instancia en la que sirvió Marlaska, que no solo le obliga a reponer al coronel en su cargo, sino que certifica la flagrante arbitrariedad cometida al cesarle «por no llevar a cabo el acto abiertamente ilegal que de él se esperaba». España no se merece un ministro del Interior que castiga a un hombre de honor por cumplir con su deber.


sábado, 27 de marzo de 2021

El Gobierno, contra España


Mientras en Cataluña se gesta un nuevo golpe, el Ejecutivo dedica sus esfuerzos a la ofensiva contra Ayuso

Isabel San SebastiánIsabel San Sebastián

No es posible encontrar en toda la geografía planetaria un sindiós semejante al que se produce en España, donde el Gobierno de la nación lleva meses en guerra contra la comunidad que alberga su capital y tira del resto del país en calidad de locomotora económica. Madrid no es ya solo la presa codiciada por una izquierda incapaz de ganarla en buena lid en las urnas; se ha convertido en una obsesión a la que se supedita desde la política sanitaria hasta la de ayudas a los sectores más castigados por el Covid, sin olvidar la fiscalidad o la educación. Madrid es el bastión de la libertad, el mérito, el esfuerzo y la excelencia, incompatibles con el modelo de igualación a la baja que pretende imponernos Frankenstein. Madrid es, de lejos, la autonomía más solidaria de cuantas integran el Estado, en coherencia con su incuestionable lealtad a la Constitución. Y Madrid se caracteriza también por abrir los brazos a todos los españoles deseosos de probar aquí fortuna, lo que choca frontalmente con el supremacismo que constituye el santo y seña de los socios en los que se apoyan el PSOE y Podemos para ocupar La Moncloa. Por eso el Ejecutivo el pleno dedica sus mejores esfuerzos a la ofensiva desatada contra Isabel Díaz Ayuso.

En Barcelona se está gestando una nueva intentona golpista a cargo de los independentistas llamados a formar gobierno. Lo proclaman a los cuatro vientos sus líderes, cuya única discrepancia estriba en cómo se reparten el dinero destinado a sufragarla, y abre boca la presidenta de su Parlamento, saltándose la legalidad al permitir votar a un fugado. En vista de lo cual, la ministra de Hacienda anuncia que premiará a Cataluña con 300 millones más de ayudas que a la Comunidad de Madrid, a la que obligará a subir los impuestos por ser la única que resiste al descalabro del PIB nacional. Valencia se une al club de los excluyentes e impone el valenciano en sus oposiciones a la función pública, expulsando de ellas al resto de los españoles. Sigue así los pasos de la muy ‘educada’ Celaá, célebre por proscribir la lengua española de la ley que lleva su nombre y mofarse en el Congreso de un diputado popular que defendía la utilidad de los centros de educación especial apelando al ejemplo de su propia hija, Andrea, con síndrome de Down. En Murcia unos tránsfugas de Ciudadanos entregan el consistorio a los socialistas, con el apoyo de los morados, pero el hasta ayer vicepresidente Iglesias, hoy candidato a la derrota, acusa de comprar votos al PP. La titular de Igualdad hace el ridículo diciendo que la suya no es una ciudad segura para las mujeres, y la de Sanidad, cuyo fracaso con las vacunas es clamoroso, urde planes para obligar a cerrar a la hostelería radicada en la capital, coincidiendo con el arranque de la campaña electoral. Creen que atacan a Madrid, pero a quien hunden es a España.


martes, 9 de marzo de 2021

Criminales todos

 Constituye un ejemplo único en el mundo democrático que la expendedora oficial de carnés de ‘buena feminista’ sea la pareja del vicepresidente del Gobierno

Isabel San SebastiánIsabel San Sebastián

Desde que Clara Campoamor consiguiera que las Cortes aprobaran el sufragio femenino, con la oposición frontal y virulenta de la radical-socialista Victoria Kent, cualquiera que se haya tomado la molestia de indagar en la historia y la sociología españolas sabe que existen tantas formas de entender el feminismo como mujeres y visiones de la vida. Porque, antes que mujeres, somos personas; no ‘cuerpos que se juntan’ para defender derechos, en elocuente expresión de la ministra de Igualdad.

Hay feministas partidarias de la ‘autodeterminación sexual’; esto es, de que cada cual decida en cada momento el ‘género’ que desea encarnar, y otras que abogan por incluir en la categoría de ‘mujer’ únicamente a las nacidas con atributos sexuales femeninos. Las hay

 favorables a la ‘ley Trans’ de la factoría Montero o rabiosamente contrarias a que criaturas menores de edad puedan hormonarse y mutilarse a voluntad. Algunas defienden sin complejos la maternidad subrogada y no faltan las que denuestan esta práctica, que equiparan a la prostitución. Incluso existen feministas proclives a legalizar el sexo a cambio de dinero, aunque la mayoría del movimiento se opone. Están las feministas que hacen bandera del aborto libre e indiscriminado, accesible a niñas de 16 años sin el conocimiento de sus padres, y las que reclamamos que la maternidad no se convierta en un obstáculo en la carrera profesional. Hay feministas creyentes y otras ateas, aunque muy pocas se atreven a denunciar públicamente la opresión brutal que sufren las mujeres en el mundo islámico. Feministas de izquierdas y feministas de derechas, por mucho que las primeras se arroguen la representación exclusiva de la mitad de la humanidad, hasta el punto de proferir, de nuevo por boca de Irene, que «la derecha y la ultraderecha son el enemigo a batir». Feministas de obra y feministas de boquilla. Feministas recién llegadas a la batalla, con sueldazo y niñera a cargo del contribuyente, y luchadoras veteranas, que tuvieron (tuvimos) que vencer incontables trabas culturales y a veces también legales para poder conciliar trabajo, independencia y familia. Feministas libres y otras sometidas a la dictadura de lo políticamente correcto. Lo que constituye un ejemplo único en el mundo democrático es que la expendedora oficial de carnés de ‘buena feminista’ resulte ser la pareja del vicepresidente del Gobierno. Para ese viaje, la verdad, no necesitábamos alforjas.

Según la señora Montero, la prohibición de las manifestaciones previstas el 8-M en Madrid fue un acto de «criminalización del movimiento feminista». Porque el coronavirus, como todo el mundo sabe, es un machista de libro. De ahí que se hayan prohibido igualmente las Fallas, los Sanfermines, las fiestas de San Isidro, las visitas a las residencias de ancianos, la celebración del Orgullo Gay o las comidas familiares en domicilios privados. Somos todos (y todas) peligrosos criminales. Menos mal que Podemos ha venido a redimirnos.


miércoles, 10 de febrero de 2021

Cataluña: no matan, pero no dejan vivir

 Siguiendo los pasos de Otegui y Ternera, los independentistas acosan a quienes rehúsan aceptar el yugo naZionalista

Fue durante la tregua pactada por los pistoleros de ETA con Zapatero, al comienzo de este proceso infame que lleva a la destrucción de España, cuando la concejal popular del Ayuntamiento de San Sebastián María José Usandizaga alumbró una expresión preclara que resume a la perfección lo que está pasando en Cataluña: «Ahora ya no nos matan, pero no nos dejan vivir». Usandizaga se refería al hecho de que los coches bomba y tiros en la nuca habían sido sustituidos por acosos callejeros, señalamientos y demás técnicas de intimidación ejercidas por las hordas batasunas contra cualquiera que osara plantarles cara. Una táctica que funcionó a pedir de boca, si consideramos que, transcurridos quince años, ETA ocupa el segundo lugar del podio electoral vasco, pisando los talones al PNV, su viejo cómplice, mientras el PP, víctima principal de esa persecución, está prácticamente desaparecido y el PSE, antaño alineado en las filas del constitucionalismo, recoge migajas presupuestarias en distintas instituciones a cambio de mirar hacia otro lado mientras el separatismo acapara poder e impone sus dogmas.

«Ahora ya no nos matan, pero no nos dejan vivir». ¡Qué gran verdad! Para vivir en el País Vasco con cierta tranquilidad es menester sumarse al bando de los vencedores o bien agachar la cabeza y callar. No hay resistencia posible cuando quien debería ser tu valedor, el Gobierno que juró cumplir y hacer cumplir la Carta Magna, se ha vendido a quienes quieren hacerla añicos a cambio de unas poltronas que deshonra en cada decisión.

ETA, que ahora se llama Bildu, ha hecho fortuna con ese cambio de estrategia. Arnaldo Otegui, alias «Gordo», coautor del nuevo guión junto a José Antonio Urruticoechea Bengoechea, alias «Josu Ternera», supo ver que en la Europa del tercer milenio una banda local de vía estrecha, como la que ambos capitaneaban, no tenía nada que hacer. La brutal competencia del islamismo siempre sería imbatible y los asesinos no encontrarían santuarios donde refugiarse. Era preciso hallar otro camino, no porque matar inocentes les causara el menor escrúpulo, sino por una cuestión de eficacia. Solo hacía falta encontrar un tonto útil o, en su defecto, un traidor. Tengo para mí que Zapatero desempeñó el primer papel y Sánchez ha asumido gustoso el segundo, otorgando con sus pactos plena legitimidad democrática no solo a partidos independentistas enemigos declarados de nuestro modelo de Estado, sino al brazo político de una organización terrorista.

Otegui se ha convertido en un referente para los golpistas catalanes, especialmente los de ERC, aliados de Frankenstein, una de cuyas prófugas lo considera un «modelo del cual aprender». Los cachorros de la estelada reproducen fielmente la «kaleborroka» y atacan a pedradas los mítines de Vox. TV3 esparce odio supremacista. Las escuelas, doctrina falsaria. En Cataluña no se mata (de momento) pero la vida se hace cada día más difícil para quienes rehúsan aceptar el yugo naZionalista.



sábado, 28 de noviembre de 2020

Sánchez nos vende a los separatistas

 ERC reclama Madrid como chivo expiatorio del infierno fiscal imperante en su feudo


Con tal de aprobar unos Presupuestos que le aseguran la poltrona al menos tres años más, Pedro Sánchez nos ha vendido a sus socios separatistas. A todos ellos, sin distinción de ideología ni más requisito que su voto favorable, y a todos nosotros, demócratas, incluidos muchos de los que le votan. (Sería interesante, a este respecto, saber qué papeleta escogieron en las últimas elecciones Felipe González oAlfonso Guerra y cuál elegirán en las próximas…) A cambio de ese poder, que en realidad no es tal puesto que quien acaba imponiendo su criterio totalitario es Pablo Iglesias, como acabamos de ver con la prohibición de los desahucios o el control del dinero que ha de venir de Bruselas, por citar solo los últimos ejemplos, el presidente ha entregado su dignidad como prenda de sumisión a los partidos cuyo propósito es destruir España. Su dignidad y nuestros derechos, pisoteados con fruición por esa ralea supremacista que ni en sus mejores sueños habría creído posible tal grado de complicidad por parte de quien juró defender la Constitución y, a través de ella, la indisoluble unidad de la Nación española, patria común de unos ciudadanos libres, iguales y soberanos. En esta ceremonia de la humillación, que todavía no ha llegado a su fin, Sánchez ha regalado al PNV los cuarteles de Loyola, considerados de vital importancia por el Ministerio de Defensa, cuya importancia estratégica y simbólica no se le escapa a nadie. Ha otorgado beneficios sin cuento a decenas de sanguinarios etarras y callado ominosamente ante la chulería con la que Otegui ha presumido de avanzar mediante ese respaldo en el objetivo de alcanzar una «república vasca independiente». Ha eliminado el derecho de los escolares a recibir enseñanza en castellano o español, aunque ésta sea su lengua materna, cediendo al chantaje de ERC, empeñada en blindar así su implacable política de inmersión lingüística. Ha garantizado, de nuevo, unas inversiones públicas en Cataluña muy superiores a lo que esa comunidad aporta al PIB nacional. Y, por si todo ello no fuera suficiente, ahora va a por Madrid, bestia negra de la izquierda, que los independentistas de Esquerra reclaman como chivo expiatorio del infierno fiscal imperante en el feudo que mangonean. La Comunidad de Madrid es culpable de ser la que más recauda siendo los impuestos más bajos. De aportar el setenta por ciento de los fondos que nutren la caja común solidaria con las regiones más desfavorecidas. De quedarse con un único euro de cada cinco pagados por el contribuyente y de emplear los otros cuatro en contribuir al progreso común. De no gastarse el dinero en embajadas, ni en televisiones ruinosas dedicadas a ensalzar el golpismo o el «relato» equidistante entre terroristas y víctimas, ni en «construcción nacional», sino en ofrecer buenos servicios a los ciudadanos. Todo lo cual resulta completamente intolerable para el inepto que nos gobierna.

Isabel San Sebastián

jueves, 2 de julio de 2020

PARÁSITOS


Ayer publicaba ABC la carta de un padre de familia residente en Benidorm, de profesión cocinero, que se declaraba endeudado, abocado al paro y angustiado ante un presente sombrío y un futuro tenebroso. Era el enésimo lamento de una larga lista que este periódico ha querido difundir con el fin de brindar un cauce de expresión a la desesperación de todo un pueblo y retratar verazmente la España del Covid-19, que nada tiene que ver con el cuadro triunfalista dibujado por Pedro Sánchez en sus interminables sesiones de «Aló Presidente».
En contra de la propaganda oficial repetida hasta la saciedad, aquí muchísima gente se está quedando atrás. Millares de españoles que ven quebrar sus negocios sin que el Gobierno les brinde el menor auxilio o alivie siquiera parcialmente su abrumadora presión fiscal.
Cientos de miles cuyos puestos de trabajo se tambalean como consecuencia del hundimiento de sectores tan claves como la hostelería o el turismo. Millones afectados por recortes de sueldo, ertes o reducciones drásticas de ingresos en el caso de los autónomos.
Una generación de jóvenes condenada de nuevo a la precariedad y la desesperanza cuando empezaba a levantar cabeza tras la crisis de 2008. Esa es la fotografía actual de este país azotado por la pandemia aliada a la ineptitud de los peores timoneles posibles.
Locales cerrados, tiendas vacías, sueños quebrados, miedo y miseria, desigualmente repartidos, eso sí. Porque existe un colectivo al que la situación no parece afectar, al menos en lo económico. Un sector a salvo de recortes, eres o cualquier otra forma de sacrificio: el de los políticos «progresistas» tan dados a llenarse la boca con la palabra «solidaridad».
Mientras toda España sufre las consecuencias de esta crisis brutal, nuestros gobernantes no han prescindido de un solo asesor/tiralevitas (se calcula que unos ochocientos integran este ejército de enchufados nombrados a dedo).
Huelga decir que no se han tocado el sueldo; ¡hasta ahí podíamos llegar! No han ahorrado un solo euro susceptible de nutrir una partida presupuestaria destinada a gasto social. Lo suyo no es dar trigo, sino hablar y hablar de lo que no hacen.
A título de ejemplo, Iván Redondo, el todopoderoso jefe del Gabinete sanchista, cobra 126.124 euros anuales que permanecen intactos. Los de otros consejeros en nómina son secretos, aunque sabemos que solo el vicepresidente Iglesias cuenta con una decena larga y los ministerios de Podemos acumulan medio centenar. En un momento que todos los expertos definen como dramático, únicamente comparable a los años de la posguerra civil, los españoles tenemos que sostener el Ejecutivo más nutrido de la historia, repleto de cargos y «cargas» de carácter puramente ideológico y nula utilidad práctica.
Cuatro vicepresidencias, veintidós ministerios, doscientos cincuenta y nueve altos cargos… Una estructura elefantiásica sin precedentes, terriblemente gravosa para el erario público y opuesta a las recomendaciones de las instituciones financieras nacionales y europeas, que instan a que la Administración «reequilibre» impuestos (es decir, los suba) y suprima gastos superfluos.
¿Adivina el lector qué parte del consejo van a seguir a rajatabla nuestros próceres?
Habrá quien me acuse de hacer demagogia, aunque mi crítica sea una pálida sombra de lo que estaríamos oyendo por parte de la izquierda si quien gobernara con semejante despliegue de amiguetes colocados fuese el PP. No faltará quien arguya que, dada la gravedad que alcanza la situación, el gasto al que me refiero es el chocolate del loro. Y probablemente lo sea.
Pero cuando el hambre entra en casa, el loro se pone a dieta el primero.
Isabel San Sebastán ( ABC )

viernes, 19 de junio de 2020

¿Dónde está hoy la bolita?

De Sánchez sabemos que su palabra no vale nada. De Cs, que ha mutado de bisagra a veleta


En el Partido Socialista denominan «geometría variable» lo que en español castizo siempre se ha llamado «trilerismo»: una habilidad especial para estafar a los incautos haciéndoles creer que son más listos que quien les engaña. Un arte que requiere rapidez de movimientos, labia, ausencia de principios y falta de escrúpulos, en el que Pedro Sánchez acredita el grado de maestro.
El presidente del Gobierno ganó las elecciones asegurando que jamás metería en su Gabinete a Pablo Iglesias, por las pesadillas que tal presencia le provocaría, y acabó aupándose a la poltrona con la ayuda del líder podemita, a cambio de nombrarle vicepresidente. Esa investidura precisó igualmente el apoyo de ERC y Bildu, a quienes ha colmado de arrumacos desde la
 tribuna del Congreso además de hacerles regalos tan valiosos como la cabeza del coronel Pérez de los Cobos, bestia negra de ambos grupos, la «mesa de diálogo» exigida por los independentistas catalanes para tratar su presunto derecho de autodeterminación, o los privilegios otorgados a varios etarras presos, a quienes han podido ir a ver sus familiares mientras millares de españoles permanecían confinados en sus domicilios sin poder visitar a sus seres queridos ni siquiera para despedirse.
El presidente del Gobierno negó la importancia de la pandemia durante semanas, a pesar de las alertas que lanzaban diversos organismos internacionales y otras instancias tan cercanas como el jefe de prevención de riesgos laborales de la Policía Nacional, cesado fulminantemente por su insistencia en que el Cuerpo proporcionara mascarillas y demás material de protección a los agentes desplegados en las calles. Entonces era prioritario preservar a toda costa la manifestación del 8-M y, con ella, el empeño de la izquierda por arrogarse la representación de todas las mujeres, porque el machismo, decían, mataba más que el coronavirus. Ahora resulta que ha sido Pedro Sánchez en persona quien ha salvado cuatrocientas cincuenta mil vidas (ni una más, ni una menos) con el estado de alarma que impuso demasiado tarde y mantiene más de lo necesario. Seguimos sin saber cuántas personas han muerto, porque nos ocultan las cifras reales, pero la maquinaria propagandística ha calculado exactamente cuántas víctimas se han evitado. El cubilete se mueve rápido.
El presidente del Gobierno sacó adelante la penúltima prórroga de esa excepcionalidad rayana en el secuestro colectivo gracias al apoyo de Bildu, previa firma de un documento en el que el PSOE se comprometía a derogar íntegramente la reforma laboral. «Íntegramente», remachó el vicepresidente Iglesias, con dedo amenazador. Un mes después la reforma laboral no se toca, según reconocen las ministras de Trabajo y de Hacienda. Ahora Sánchez ya no hace ojitos a la bilduetarra Aizpurúa sino al portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal, quien ha sucumbido a sus encantos y se muestra dispuesto a negociar los presupuestos generales del año próximo, a poco que nuestro trilero le diga lo que quiere oír. ¿Dónde estará la bolita cuando se produzca ese encuentro? Tendrá que parecer que huye de las pretensiones confiscatorias podemitas en materia fiscal tanto como de las exigencias del separatismo en lo tocante a la soberanía nacional, aunque en realidad esas dos posiciones sigan sobre la mesa, dispuestas ser ocupadas si así conviene a los interses de Sánchez. De él sabemos que su palabra vale lo que tarda en terminar de pronunciarla. De los naranjas, que han mutado de bisagra a veleta. De Podemos, que sus líderes le han cogido el gusto a la moqueta y la mansión. Todo lo cual aleja la posibilidad de un cambio rápido, especialmente porque lo que no sabemos es dónde está o qué pretende el Partido Popular.
Isabel San SebastiánIsabel San SebastiánArticulista de Opinión

jueves, 11 de junio de 2020

TODO EL PODER PARA EL GOBIERNO


TODO EL PODER PARA EL GOBIE
El Gobierno va, ya sin recato, a por los otros tres poderes del Estado: el legislativo, el judicial y el de los medios de comunicación. El tándem formado por Sánchez e Iglesias ha adaptado la vieja consigna comunista a la situación española y utiliza todos los resortes del Ejecutivo para neutralizar cualquier posibilidad de control independiente a su gestión.
Están asaltando las instituciones, una por una, con el fin de eliminar hasta el último resquicio de resistencia a su rodillo. No quieren equilibrios susceptibles de poner límites a su arbitrariedad.
Prefieren pagar el precio de algunas críticas a sus evidentes abusos, ahora que tienen tres años de legislatura por delante, antes que arriesgarse a perder la poltrona o incluso verse más de uno entre rejas si llegan a aflorar las múltiples negligencias que han caracterizado su actuación ante la pandemia y su acción de Gobierno en general.
La que está conduciendo a esta nación a la ruina económica, la crispación, el enconamiento político y una división territorial próxima a la ruptura. La que culmina, según sus planes, con la liquidación del régimen nacido con la Constitución de 1978, que nos ha traído el período de mayor libertad y bienestar de nuestra historia, sin que sepamos (aunque imaginemos) qué clase de modelo lo sustituirá.
El Gobierno más liberticida de cuantos hemos conocido desde la Transición compró a plazos su existencia en un Congreso terriblemente fragmentado entregando nuestra soberanía a varios partidos separatistas, incluido el de los herederos de ETA, que le dan oxígeno parlamentario a cambio de impunidad por sus hechos delictivos pasados y de carta blanca para hacer y deshacer en sus feudos a su antojo.
Así, pagando a los enemigos de España en lugar de buscar consensos con fuerzas constitucionalistas, es como sobrevive a una minoría que debería atarle las manos si estuviese en su vocabulario la palabra «lealtad», en este caso a la Carta Magna que tanto Sánchez como Iglesias juraron cumplir y hacer cumplir. Pero no está. El honor es tan ajeno a su naturaleza como la verdad. Su única motivación es la conservación del poder y a ella supeditan cada movimiento.
Para asegurarse de que nadie pondrá freno a sus desmanes necesitan perentoriamente amordazar a los jueces, a quienes tienen sitiados en la soledad de sus despachos después de apropiarse de la Abogacía del Estado y de la Fiscalía para ponerlas al servicio de sus intereses partidistas.
También han intentado hacer lo propio con la Guardia Civil, pero allí han pinchado en hueso precisamente porque en la benemérita el honor prima sobre cualquier otra consideración.
Veremos cuántos togados son capaces de aguantar las presiones con la misma entereza demostrada por Carmen Rodríguez-Medel, convertida, junto al forense de su juzgado, en blanco de una campaña de descalificación infecta por parte de los palmeros mediáticos cuya tarea consiste en actuar como perros de presa de quienes ocupan La Moncloa.
Muchos y muy poderosos, entre otras razones porque, en la etapa de Rajoy, Sáenz de Santamaría y Montoro entregaron a la izquierda el control de las televisiones acaso con el vano empeño de librarse así de sus dardos. ¡Gran negocio, sí señor!
En la última trinchera de defensa democrática se sitúa la Corona, víctima de una ofensiva cada vez más descarada.
El Rey es la piedra angular del edificio constitucional, amén del máximo símbolo de la unidad de los españoles, y por eso precisamente constituye un enemigo a batir, empezando por silenciarlo para que su voz no tape la de un presidente cuya ambición únicamente es superada por su egolatría enfermiza.
RNO
Isabel San Sebastián ( ABC )
viñeta de Linda Galmo