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martes, 23 de marzo de 2021

El negacionismo comunista de Podemos: los crímenes que ese partido no quiso condenar

 

Pablo Iglesias blanquea a un movimiento que mató a millones de personas

El negacionismo comunista de Podemos: los crímenes que ese partido no quiso condenar

En su intento de llamar la atención como sea para evitar un batacazo en las elecciones madrileñas, Pablo Iglesias volvió a defender el comunismo este lunes.

La trayectoria criminal del comunismo español al que reivindica Pablo Iglesias
Los más de 100 millones de muertos que causó el comunismo, divididos por países

El cinismo de Pablo Iglesias: equipara al comunismo con la Constitución Española

En una entrevista-masaje con Pedro Piqueras en Telecinco, el jefe de Podemos dijo que sus rivales “llaman comunismo a la Constitución Española”. Por más que busco, no encuentro que nuestra Carta Magna diga por ninguna parte que España es una dictadura de partido único, que es la forma que han tenido hasta ahora todos los regímenes comunistas. De hecho, esa Constitución ampara unos derechos y libertades que ya quisieran en las dictaduras comunistas.

Esa declaración de Pablo Iglesias es la enésima prueba de su cinismo y desvergüenza. Lo que nos intenta vender ese charlatán es que el comunismo mola y el capitalismo es malísimo. Lo que todavía no ha conseguido explicar es por qué, entonces, la gente huye de las dictaduras comunistas hacia los países capitalistas, y no al revés. No ha habido una sola excepción en esto.

El jefe de Podemos se retrata al defender el comunismo

Es gravísimo que un vicepresidente de un país democrático esté defendiendo a un movimiento totalitario que ha matado a más de 100 millones de personas en un siglo. El empeño de Pablo Iglesias de defender a ese monstruoso movimiento antidemocrático es, sin duda, la actitud más reveladora que ha tenido desde que fundó Podemos, pero no ha sido la única. A fin de cuentas, ese partido de extrema izquierda ya se retrató en relación a las atrocidades del comunismo.

PSOE y Podemos votaron contra una condena de los crímenes comunistas hace 4 meses

Hace ahora cuatro meses, la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados debatió una proposición no de ley (PNL) “por la que se insta al Gobierno a adherirse a la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019 de condena de los totalitarismos nazi y comunista”El PSOE y Podemos votaron en contra. El texto de esa PNL se puede leer aquí (ver PDF, página 6). Ya hablé aquí de la citada resolución del Parlamento Europeo, pero recordaré a continuación algunos de sus puntos para los que no la hayan leído.

Lo que decía la resolución europea a la que se refería esa PNL

Dicha resolución (se puede leer completa aquí) señalaba lo siguiente: “los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”. Así mismo, condenaba “en los términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios”, condenaba también “toda manifestación y propagación de ideologías totalitarias, como el nazismo y el estalinismo, en la Unión”y expresaba “su profundo respeto por cada una de las víctimas de estos regímenes totalitarios”.

Unos crímenes que han tenido multitud de testigos en varios países

Los crímenes en cuestión no son el producto de ninguna invención de algún organismo de propaganda. Esos crímenes han tenido multitud de testigos, y muchos de ellos aún viven. Países enteros se vieron sometidos a regímenes de terror en los que el mero hecho de discrepar del régimen, incluso en el ámbito privado, podía conllevar persecución, prisión, torturas e incluso la pena de muerte. Todavía hoy sigue habiendo dictaduras comunistas en las que los derechos humanos son violados a diario, en las que se siguen perpetrando esos crímenes de lesa humanidad que Podemos se negó a condenar en noviembre, en una actitud negacionista moralmente equiparable a la del negacionismo nazi.

Los elogios de Podemos a uno de los tiranos comunistas

En España hay partidos que apoyan a algunas de esas dictaduras, y uno de ellos es Podemos. De hecho, en 2013 Pablo Iglesias dijo tener a Cuba como “referencia”, evitando toda crítica a esa dictadura comunista. Cuando murió Fidel Castro en noviembre de 2016, Podemos se deshizo en elogios a ese tirano criminal. Y ahora Pablo Iglesias aún tiene la cara dura de presentar al comunismo como sinónimo de lo que dice la Constitución Española.

Un adelanto de lo que pretende el partido de extrema izquierda

Obviamente, con esa mentira lo que Podemos intenta es blanquear uno de los movimientos políticos más monstruosos y criminales que ha conocido la historia, y cuando un partido político intenta blanquear algo así, lo único que cabe suponer es que forma parte de ese movimiento y pretende imponer en España lo que el comunismo ya impuso en otros países: terror, opresión, miseria y muerte. Basta con ver lo que ha pasado en España con el último año para comprobar que Podemos ya nos ha ido adelantando en grandes dosis los dos últimos ingrediente de ese cóctel. Si se ha dado tanta prisa en eso, lo que cabe preguntarse ahora es cuánto tardará en desplegar también los ingredientes que quedan, en forma de violencia y recortes de libertades. Mirad las manifestaciones violentas que ha apoyado Podemos y las amenazas de cárcel que está lanzando contra sus rivales políticos, y sacad vuestras propias conclusiones.

Foto: Museo del Gulag, Moscú, vía Alamy y Davis Center. Un gulag soviético cerca de la ciudad de Molotov (hoy llamada Perm), en la URSS.

domingo, 5 de julio de 2020

Comunismo, el maestro del nazismo



LA GESTAPO NAZI COPIÓ LOS MÉTODOS E INVENTOS CREADOS POR LA CHEKA SOVIÉTICA

Comunismo, el maestro del nazismo: así inspiró el terror rojo a la dictadura nazi

La palabra “fascista” es hoy en día profusamente utilizada por la extrema izquierda para etiquetar a toda clase de rivales políticos, sea cual sea su naturaleza ideológica.
El uso de la palabra «fascista» para demonizar a los enemigos de la ultraizquierda
La ultraizquierda ha utilizado históricamente esa palabra para demonizar a liberales, conservadores, democristianos e incluso socialdemócratas (a los que llamaban “social-fascistas” en la Alemania de la década de 1930, como ya expliqué aquí). Su propósito es convertir al rival político en un objetivo a batir, pues llamarte “fascista” es presentarte como alguien que quiere imponer una dictadura y acabar con la libertad. A fin de cuentas, cuando la gente escucha hablar de “fascismo” piensa automáticamente en un tirano y asesino de masas como Hitler.
La derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial permitió concentrar en ese término todas las malas connotaciones que se le pueden atribuir a una ideología, hasta el punto de que muchos ya parecen pensar que la primera y única amenaza totalitaria contra la democracia fue el fascismo. Además, la insistencia en presentar al fascismo como un extremismo de derechas contribuye a alimentar la idea de que todo derechista es un fascista en potencia. Sin embargo, la historia demuestra que ninguna de esas dos ideas son ciertas.
El dictador fascista italiano Benito Mussolini empezó su militancia política en el Partido Socialista, del que fue expulsado en 1914. Fundó entonces un periódico socialista y nacionalista, Il Popolo d’Italia, que se convirtió en el órgano del Partido Fascista en 1921.
El origen socialista del fascismo y del nazismo
Hay que recordar que el fundador del fascismo, Benito Mussolini, procedía del Partido Socialista Italiano, del que fue expulsado en 1914, año en el que fundó un periódico titulado Il Popolo d’Italia, que mantuvo la definición de “socialista” en su cabecera hasta 1918. Ese periódico, que promulgaba un socialismo nacionalista, se convirtió en el órgano del Partido Fascista en 1921.
El fascismo alemán echó a andar en 1919 con un grupo con un significativo nombre: el Partido Obrero Alemán, que en febrero de 1920 se rebautizó como Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), popularmente conocido como Partido Nazi. Igual que el fascismo italiano, el NSDAP promovía un socialismo nacionalista que se oponía tanto al capitalismo como al comunismo, debido al carácter internacionalista del segundo.
Lenin arengando a sus seguidores durante el golpe de Estado bolchevique que liquidó la recién nacida democracia rusa en noviembre de 1917. El fascismo imitó ese método de asalto al poder en Italia cinco años después. Los nazis intentarían algo similar con el Putsch de Múnich en noviembre de 1923.
El odio común de comunistas y fascistas contra la democracia
Los fundadores del fascismo no tuvieron que exprimirse mucho la cabeza para encontrar las fórmulas con las que imponer sus ideas por medio del terror. En 1917, un ideólogo de la extrema izquierda llamado Lenin ya había escrito un libro, “El Estado y la revolución”, propugnando la toma del poder mediante la violencia para instaurar una dictadura. En ese libro, Lenin describió el Estado como “la aplicación organizada y sistemática de la violencia sobre los hombres”, antes siquiera de que apareciesen los partidos con los que Hitler y Mussolini llegaron al poder en Alemania e Italia. Además, el ideólogo ruso despreciaba abiertamente la democracia, que describía con estas palabras: “Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués”propugnando abiertamente su destrucción.
La Guardia Roja: el antecesor comunista de las SS hitlerianas
Lenin no escribió ese libro como una mera ensoñación. Unos meses antes, en marzo de 1917, se fundó la Krasnaya Gvardiya (Guardia Roja) como brazo armado de los bolcheviques, una milicia equipada con pistolas, fusiles y ametralladoras que en el momento del golpe de Estado comunista de noviembre de 1917 tenía unos 200.000 integrantes, convirtiéndose en el germen del Ejército Rojo. Faltaban dos años para la aparición del Squadrismo (la milicia fascista italiana), y cuatro años las Sturmabteilung (SA) y ocho para las Schutzstaffel (SS), las milicias del Partido Nazi. Cuando surgieron los grupos violentos de las organizaciones fascistas les bastaba con copiar la experiencia de la Guardia Roja, que ya se había convertido en un ejército.
Miembros de la Guardia Roja de los bolcheviques en Petrogrado en octubre de 1917, armados con pistolas, fusiles y ametralladoras. La milicia comunista fue creada dos años antes de que apareciesen las primeras milicias fascistas en Italia y cuatro años antes que las SA nazis.
Copiando los métodos de Lenin para conquistar el poder mediante la violencia
Lo mismo se puede decir de la toma violenta del poder. Poco después de escribir ese libro, en noviembre de 1917 los bolcheviques, liderados por Lenin, liquidaron la recién nacida democracia rusa mediante un golpe de Estado tras haber perdido las elecciones contra los social-revolucionarios. Nuevamente, la toma por el poder mediante una milicia armada partidista sirvió de ejemplo para el fascismo: cinco años después Mussolini se hizo con el poder en Italia mediante la Marcha sobre Roma de octubre de 1922, cuando decenas de miles de fascistas armados se dirigieron a la histórica capital italiana para tomar el poder bajo amenaza de iniciar una guerra civil si no se lo permitían. En noviembre de 1923 los nazis intentaron algo parecido en Baviera con el fallido Putsch de Múnich.
Cheka: la brutal policía política soviética que sirvió de modelo a la Gestapo nazi
En 1917, con la aparición de la Rusia Soviética, la bandera roja de los bolcheviques se convirtió en la bandera del nuevo Estado, lo mismo que haría el Partido Nazi en Alemania en marzo de 1933. La identificación entre un partido y el Estado nunca había llegado a estos extremos en la historia de Europa. La dictadura soviética puso en marcha rápidamente su maquinaria represiva. En diciembre de 1917 apareció en Rusia la temible Chrezvycháinaya Komíssiya (también conocida como Cheka), la policía política de la dictadura comunista, que aplicó métodos de tortura y ejecución puramente bestiales. La policía secreta zarista, la temida Ojrana, había llegado a tener 15.000 miembros. A finales de 1918 la Cheka ya tenía 40.000 agentes, y dos años más tarde ya eran 280.000. En tres años los bolcheviques había multiplicado por 18 el volumen del aparato represivo del zarismo.
Agentes del NKVD, la policía política de Stalin, apuntando sus revólveres. La Gestapo nazi, creada 16 años después de la Cheka de Lenin, copió y perfeccionó los métodos de represión de la policía secreta soviética.
La Cheka daría paso más tarde a convertirse en el NKVD bajo la dictadura de Stalin. Cuando los nazis crearon la temible Gestapo en 1933, la policía secreta soviética ya acumulaba 16 años de experiencia en torturas, persecución de disidentes, represión de huelgas, deportaciones y ejecuciones. El régimen nazi decidió aprender del régimen soviético. En “Gestapo: Instrument of Tyranny” (1956), el historiador británico Edward Crankshaw escribió: “Para los fines de supervisión general y represión, la Gestapo se inspiró en la policía secreta soviética. Himmler tiene a su disposición un oficial de policía extremadamente capaz, Heinrich Mueller… un estudiante cercano y devoto de métodos soviéticos. Mueller quedó impresionado por la eficiencia del sistema de espionaje interno que había sido perfeccionado por el gobierno soviético, cuyo efecto, idealmente, era aislar al individuo al hacer imposible que nadie confiara en nadie”.
Gulag: la red de campos de concentración comunistas 14 años antes del primer campo nazi
En “Dismantling Tyranny: Transitioning Beyond Totalitarian Regimes” (2005), Ilan Berman y J. Michael Waller señalaron: “Los nazis también estudiaron, copiaron y perfeccionaron los inventos de asesinatos en masa de la Cheka, incluida la camioneta de gas en la que personas fueron conducidas y asesinadas por monóxido de carbono, y el campo de exterminio, para que pudieran exterminar a las poblaciones de manera más eficiente”. De hecho, 14 años antes de la creación del primer campo de concentración nazi, el de Dachau, en abril de 1919 Lenin ordenó la creación del Gulag, la primera gran red de campos de concentración de la historia para encerrar, torturar y asesinar a prisioneros políticos. A finales de 1920 ya había 84 campos con unos 50.000 prisioneros políticos. En octubre de 1923 ya eran 315 campos con 70.000 prisioneros. Para 1940 ya eran 423, y por ellos llegaron a pasar 18 millones de personas.
Un gulag soviético cerca de la ciudad de Molotov (hoy llamada Perm), en la URSS. Lenin dio orden de iniciar el Gulag, la gran red de campos de concentración comunista, 14 años antes de la creación del primer campo de concentración nazi, el de Dachau (Foto: Museo del Gulag, Moscú, vía Alamy y Davis Center).
La NKVD soviética y la Gestapo nazi llegaron a compartir información y experiencias
Los parecidos entre el nazismo y el comunismo van más allá del hecho de que ambos fuesen ideologías socialistas (nacionalista en un caso, internacionalista en el otro). Nazis y soviéticos llegaron a colaborar en la invasión de Polonia en 1939, incluso haciendo un desfile conjunto en Brześć Litewski. Pero la cosa no acabó ahí: el NKVD soviético y la Gestapo nazi llevaron a cabo reuniones conjuntas entre 1939 y 1940 para compartir información y experiencia, especialmente en la represión de la resistencia polaca. Así pues, no es extraño ver ahora a comunistas actuando como fascistas, acosando, amenazando y agrediendo a quienes discrepan. Al fin y al cabo, el comunismo y el fascismo coinciden en su desprecio por la democracia, la libertad y la dignidad humana: lo más parecido que hay a un fascista es un comunista.

sábado, 9 de noviembre de 2019

30 años después de la caída del Muro, el marxismo se impone por otras vías

30 años después de la caída del Muro, el marxismo se impone por otras vías

Los creadores del Muro de Berlín han hecho otro aún mayor, y también será derribado

Muchos de los que fuimos niños durante los años de la Guerra Fría crecimos pensando que el comunismo no caería nunca. Aquella tiranía parecía destinada a quedarse para siempre.
Un gigante con pies de barro cuya caída empezó en Polonia
Sin embargo, el comunismo era un gigante con bies de barro. Empezó a deshacerse con la creación del sindicato Solidaridad en Polonia, un movimiento impulsado por la fuerte religiosidad católica del pueblo polaco. El apoyo del Papa San Juan Pablo II a aquel movimiento fue decisivo para ir abriendo grietas cada vez más anchas en los muros de esa enorme prisión en la que se habían convertido las dictaduras comunistas del bloque soviético. El Cristianismo tuvo un papel fundamental en la caída del comunismo, y por eso hoy en día se ha vuelto más odiado que nunca por toda la izquierda, pero especialmente por la que siente nostalgia del terror rojo.
El comunismo no fue derrotado: ha vuelto de forma larvada
Tal día como hoy, hace 30 años, cayó el Muro de Berlín. Muchos lo vimos como un momento feliz. Llegamos a pensar que el comunismo había sido derrotado, pero no fue así. De hecho, pensar que esa derrota se había producido hizo que buena parte del mundo libre bajase la guardia. Antes incluso de la caída del Muro, en los países occidentales había empezado a extenderse una nueva forma de totalitarismo, más larvado que el comunismo y el nacional-socialismo. Este nuevo totalitarismo también se inspiraba en las ideas socialistas y en las tesis de Marx, y había empezado a formularse ya en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial por el ideólogo comunista italiano Antonio Gramsci. El marxismo cultural empezó a propagarse por Occidente décadas antes de la caída del Muro de Berlín como una forma de subversión ideológica.
Las revelaciones de un exagente del KGB sobre su labor de subversión ideológica
Yuri Alexandrovich Bezmenov, un exagente del KGB (el servicio secreto soviético) que huyó a Canadá en 1970, advirtió en varios programas televisivos. En uno de ellos explicó: sólo alrededor de un 15% del tiempo, del dinero y del personal del KGB se dedican al espionaje como tal. El otro 85% se dedica a un proceso lento, que denominamos tanto subversión ideológica, como medidas activas o guerra psicológica. Lo que significa básicamente es cambiar la percepción de la realidad de cada americano hasta tal punto que, por mucha que sea la información, nadie sea capaz de llegar a conclusiones sensatas para defenderse a sí mismo, a su familia, su comunidad y su país. Es un gran proceso de lavado de cerebro que progresa muy lentamente“.
Bezmenov señaló: Cuesta entre 15 y 20 años desmoralizar a una nación. ¿Por qué esa cifra? Porque es el número mínimo de años que cuesta educar a una generación de estudiantes en el país enemigo, expuesta a la ideología enemiga. En otras palabras: el marxismo-leninismo ha sido bombeado en las cabezas de al menos tres generaciones de estudiantes americanos, sin ser desafiado o contrapesado por los valores básicos del americanismo, o del patriotismo americano. El resultado, a la vista está. La mayoría de quienes se graduaron en los 60, de quienes dejaron los estudios y de los intelectuales a medio cocinar ocupan ahora puestos de poder en el Gobierno, la administración, los negocios, los medios de masas, el sistema educativo. Están por todas partes”. El exagente soviético añadía: “Incluso si los expones a datos verídicos, si les demuestras que lo blanco es blanco y lo negro es negro, sigues sin poder cambiar su percepción básica y su lógica de comportamiento. Aquí el vídeo:
La nueva izquierda surgida de los cascotes del Muro de Berlín
En las palabras de ese exespía soviético podemos ver reflejada, en gran medida, nuestra sociedad actual. Una vez caído el comunismo clásico, basado en la tesis marxista de la lucha entre clases sociales, los marxistas impulsaron una infiltración progresiva en diversos movimientos sociales: feministas, ecologistas, homosexuales, indigenistas… El politólogo Agustín Laje y el periodista Nicolás Márquez, ambos de Argentina, han analizado magistralmente ese fenómeno en su obra “El Libro Negro de la Nueva Izquierda”, que explica, por ejemplo, el avance y la imposición de la ideología de género en Occidente, incluso a manos de partidos que se dicen de centro-derecha, así como otras franquicias del marxismo cultural: la corrección política, el multiculturalismo y el animalismo. Éstas son las nuevas banderas de la vieja izquierda, de esa izquierda marxista que consideramos vencida con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS en 1991, pero que sigue muy activa.
Tenemos un nuevo muro, aún mayor, y esta vez no es de hormigón armado
El resultado de ese proceso de propagación del marxismo cultural es que tres décadas después de la caída del Muro, sus creadores han conseguido hacer un muro mayor, pero esta vez no está hecho de hormigón armado, sino de dogmas ideológicos, cuyo propósito es exactamente el mismo que el de aquella monstruosidad levantada en 1961 con el cínico título de “muro de protección antifascista”, pero que en realidad funcionaba como una prisión para todo un pueblo. Esta vez la prisión es mental: quieren que tengamos miedo de discrepar, que nos autocensuremos, que nos sometamos sin rechistar a los dictados del pensamiento único progresista.
Los que quieren huir de esa prisión no se encuentran ahora con guardias armados con fusiles y ametralladores y con campos de minas dispuestos a matarle. Ahora la eliminación del disidente consiste en su muerte civil, en su defenestración y desprestigio, y últimamente también en la persecución del que discrepa, con multas e incluso con la cárcel, acusado de promover “discursos de odio”, expresión que la neolengua progre ha acuñado para criminalizar a todo el que se atreve a llevarle la contraria a la izquierda. Antes al disidente se le llamaba “contrarrevolucionario”, “burgués” o “fascista”: hoy si discrepas de la izquierda te acusan de “odiar” y te llaman racista, xenófobo, machista, homófobo, o transfóbico, palabras-policía creadas para señalar y condenar al que desobedece. La finalidad de todo este proceso de señalamiento del discrepante es la misma que existía bajo las dictaduras comunistas: no quieren que nadie se atreva a salirse del redil.
El proceso de derribo de ese muro ya ha empezado gracias a una nueva derecha
La izquierda y una parte considerable de la derecha ya se habían acostumbrado a esa nueva hegemonía de la dictadura progre en nuestra sociedad, pero la consolidación de una nueva derecha valiente y sin complejos está provocando un ataque de nervios entre los inquisidores progres. Estamos teniendo ejemplos tan buenos como Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, Viktor Orbán en Hungría, el PiS en Polonia y en el caso de España, Vox, un partido valiente que se ha atrevido a dar la batalla de las ideas contra la izquierda, una batalla a la que habían renunciado los demás partidos del llamado centro-derecha. Y es que al marxismo cultural le ocurre lo mismo que al traje nuevo del Emperador de la famosa novela de Hans Christian Andersen: perder el miedo a decir la verdad es el comienzo del fin de la tiranía. A medida que más y más gente se atreve a proclamar que el Emperador está desnudo, más difícil lo tienen los ingenieros sociales de la izquierda para seguir imponiéndonos su dictadura ideológica.
En la década de 1980 ya vivimos la primera revuelta contra el marxismo cultural en Occidente con la revolución conservadora impulsada por Ronald Reagan. Aquella ofensiva de los defensores de la libertad contribuyó también a derribar el Muro de Berlín: si en Occidente no hubiese habido un gobernante tan valiente como Reagan, tal vez hoy media Europa aún seguiría bajo el yugo comunista. Igual que entonces cayó el Muro de Berlín, este nuevo muro del marxismo cultural también caerá. Para ello necesitamos asumir que nuestros valores son mejores y merecen ser defendidos, que no tenemos que pedir perdón por disentir, que es posible derrotar a esta nueva tiranía y, en consecuencia, hacer lo que esté en nuestra mano para derrotarla.