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sábado, 13 de noviembre de 2021

PEDRO SÁNCHEZ QUIERE SER DANIEL ORTEGA

 

El reciente fraude electoral en Nicaragua, con todos los líderes opositores en la cárcel, y cientos de muertos y desaparecidos entre la población civil, confirman que Ortega es un verdadero hijo de puta, peor que Somoza.

Un auténtico criminal genocida, igual que su esposa, la vicepresidenta.

De seguir así, y nada nos hace pensar que la situación cambiará, pues en Nicaragua no hay petróleo, ni nada de interés, solo les falta instaurar un régimen comunista hereditario, al estilo de las viejas monarquías, igual que en Corea del Norte, por ejemplo…

La comunidad internacional sigue sin hacer nada, pasando de todo, en una clara demostración de que las libertades cívicas, los supuestos derechos humanos, la democracia, etc., son solo cuentos, y que lo único que interesa es restringir las libertades en todo el mundo, bajo el yugo sionista y comunista, que para el caso, es lo mismo.

Lo triste del caso es que este modelo tiene imitadores, que harían lo posible y lo imposible por perpetuarse en el poder, como sucede con Pedro Sánchez, el futuro dictador de la Ex España.

Los continuos ataques al poder judicial, único que puede frenar sus ambiciones psicopáticas (el poder por el poder), etc., la “colonización” de la fiscalía, con una fiscal general ex ministra del PSOE, y ex diputada por el mismo partido, etc., nos demuestran que vamos camino de una dictadura, si no estamos ya sumidos en ella…

La gente pasa de todo, pues vivir, o más bien sobrevivir, cada día es más difícil, y el desgobierno actual no para de anunciar subvenciones, ayudas, nuevas prestaciones, etc., que chocan con el muro de la realidad económica: España está arruinada, y la deuda pública amenaza con acabar con la escasa independencia que todavía tenemos.

La Unión Europea nos dicta las políticas que el supuesto gobierno debe implantar, de forma que más que un gobierno, en puridad deberíamos hablar de una simple gerencia, que se ocupa, muy mal por cierto, del despacho de los asuntos ordinarios, de trámite, pues las decisiones se tomen en Bruselas, y no en España.

El excesivo endeudamiento del Estado hace que el capitalismo judío internacional se vaya apoderando de nuestro país, dictando políticas que sólo les benefician a ellos.

Nos encontramos ante la paradoja de que un gobierno socialcomunista, totalitario y bolivariano está trabajando en contra del interés del pueblo llano, al que dicen defender y representar, tomando decisiones que solo benefician al NOM, Nuevo Orden Mundial, y que atentan contra nuestra Patria, y la idea de España como unidad de destino en lo universal, parodiando a José Antonio Primo de Rivera.

Por cierto, la Universidad de Zaragoza, gobernada por el Colectivo de Profesores, marxistas de salón, y burgueses en la intimidad, está hermanada con la Universidad de León, en Nicaragua, y hasta creo que “asesoran” en la implantación allí de algunas carreras, como trabajo social.

¡Dios –o el Demonio-,  los cría, y ellos se juntan!

Ramiro Grau Morancho ( El Correo de España )

viñeta de Linda Galmor

viernes, 22 de marzo de 2019

'Exiliada': así cuenta la hijastra de Daniel Ortega cómo abusó de ella desde los 11 años Mundo

Zoilamérica Narváez y Daniel Ortega. 

Zoilamérica Narváez denunció en 1998 los abusos de su padrastro, y veinte años después presenta la película que lo narra todo.

Zoilamérica Narváez vive un infierno desde hace décadas. El abuso sexual que sufrió por parte de su padrastro Daniel Ortega, actual presidente -desde 2007- de Nicaragua, le ha marcado un difícil camino a seguir. Comenzando en 1998, cuando denunció por primera vez los abusos.
Narváez se ha visto obligada, incluso, a abandonar el país ante la persecución de su madre a su entorno más próximo, lo que hacía imposible que pudiese vivir en Nicaragua, marchándose en 2013. El yugo de su padrastro sigue viéndolo en su vida y en su país.

“Afirmo que fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, desde la edad de 11 años, manteniéndose estas acciones por casi veinte años de mi vida" dijo Zoilamérica en su testimonio el 22 de Mayo de 1998. "Mantuve silencio durante todo este tiempo, producto de arraigados temores y confusiones derivadas de diversos tipos de agresiones que me tornaron muy vulnerable y dependiente de mi agresor", continuó.
El testimonio de Zoilamérica surge de su necesidad de enfrentar el "demonio", denunciándolo "en sus propias fechorías y aberraciones", según narra en el texto que publicó en 1998. "Recuperar mi apellido -Narváez y no Ortega- es un acto de justa y loable reivindicación. Es necesario e indispensable para poner fin a una falsa identidad".

La revelación de los abusos sexuales de Ortega supuso para ella un acto de vida, una declaración a la supervivencia del amor: "Conforme a lo que realmente me sucedió y sobreviví, animada en el aliento de la vida y del amor, porque quiero vivir, y no me da vergüenza ya gritarlo".
"Es un enfermo, pero te aprovechás de ese enfermo"
Pero veinte años antes de la revelación, en 1979, su madre Rosa Murillo, le dijo algo que la marcó tanto que ahora, cuarenta años después, lo rescata: "Mirá, yo quiero que no me sigás destruyendo la vida. No sigás dejándote hacer cosas de Daniel. Él es un enfermo, pero vos te aprovechás de ese enfermo".

Esas palabras de su madre -ahora vicepresidenta del país- se las dijo a su hija cuando tenía 12 años. Y este testimonio lo recupera en el documental 'Exiliada', que narra la vida de Zoilamérica. El filme, de 24 minutos, se presentará a finales de abril en el Festival Hot Docs en Toronto, y está dirigido por la cineasta nicaragüense Leonor Zúniga.
En unas declaraciones recogidas por El País, Zúniga cuenta que la película es un intento de romper la "cultura del silencio, de impunidad, que protege a los abusadores y castiga a las víctimas".
La historia se narra en dos tiempos, pasado y presente, 1998 y 2016. El primer tiempo responde a cuando Zoilamérica denuncia los abusos de Ortega; y el segundo a la actualidad, en el exilio en Costa Rica con su hijo de 10 años, Giordano. Zoilamérica se marchó en 2013. "Soy víctima de una persecución del Estado", afirma.




viernes, 20 de julio de 2018

Un grito en toda Nicaragua ¡Que se vaya Ortega!

La juventud y el pueblo nicaragüenses siguen en las calles exigiendo la salida de Daniel Ortega. La semana pasada hubo masivas jornadas de protesta y el segundo paro nacional. Al mismo tiempo, recrudeció la represión de las bandas gubernamentales, que ha elevado la cifra de muertos a más de trescientos cincuenta. Las “negociaciones” promovidas por la Iglesia no evitan que avance la movilización popular revolucionaria para derribar a la dictadura.
Daniel Ortega Nicaragua
Daniel Ortega Nicaragua
Miles de nicaragüenses tomaron nuevamente las calles de Managua, Jinotega, Estelí, León, Granada y Masaya, entre otras ciudades, para exigir el cese de la represión en todo el país y la dimisión de Daniel Ortega. Fueron tres jornadas de protesta en el proceso de rebelión popular iniciado el 18 de abril de 2018 ante el intento del gobierno de imponer una reforma previsional pactada con el FMI, que finalmente debió retirar. Pero este primer triunfo fortaleció al pueblo nicaragüense para seguir la movilización pidiendo que se vaya Ortega.
El jueves 12 de julio hubo multitudinarias marchas y plantones en las principales ciudades convocados con el lema “Juntos somos un volcán”. Durante la jornada, “¡que se vaya Ortega del poder!”, “¡qué pide el pueblo, que se vaya el carnicero!”, “el pueblo de Nicaragua está cansado de esta dictadura”, fueron algunas de las consignas gritadas o levantadas en pancartas. El viernes 13 tuvo lugar el segundo paro nacional de 24 horas, convocado por la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia -que reúne a empresarios, académicos, estudiantes, campesinos y organizaciones civiles-, y respaldado por las cámaras patronales, que rompieron con el régimen al ver el peso de la movilización. Se sumaron el 90 % de los comercios, supermercados, centros comerciales, grandes distribuidoras de alimentos, bancos y gasolineras, mientras las avenidas se mostraban vacías pese a que el gobierno garantizó el transporte público. Para el sábado se organizó una caravana de vehículos que recorrió los barrios de Managua que están bajo asedio de las milicias de encapuchados de Ortega.

La oleada de terrorismo orteguista no se detiene

En las últimas semanas Ortega puso en marcha una “operación de limpieza” con el objetivo de desmontar las alrededor de doscientos barricadas y bloqueos de carreteras que se levantaron en todo el país como forma de protesta y defensa frente al accionar violento de las bandas del gobierno. En medio de esa ofensiva, el domingo 8 de julio tuvo lugar la matanza de 21 personas en los municipios de Diriamba y Jinotepe en Carazo, a unos 40 kilómetros de Managua, seguida de una ola de secuestros de jóvenes y referentes sindicales y campesinos. Al día siguiente, hasta un grupo de obispos católicos que se acercaron como mediadores fueron agredidos por las bandas gubernamentales, junto con periodistas y paramédicos.
Según el informe más reciente de la Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos (Anpdh), entre el 19 de abril y el 10 de julio se registraron más de 350 muertos (en su mayoría jóvenes entre 18 y 30 años) y 2100 heridos. Hay además unos 260 desaparecidos: las llamadas “fuerzas combinadas” del gobierno ejecutan un plan de “cacería” casa por casa en busca de opositores.
La represión continuó durante el fin de semana. El viernes 13 fuerzas paramilitares asaltaron el campus de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), ocupada por un centenar de estudiantes desde hacía más de dos meses, y asediaron durante horas la iglesia contigua en la que se refugiaron los jóvenes. Hubo otros dos muertos y decenas de heridos. El domingo al menos diez personas murieron en tres ciudades del Pacífico. La ola terrorista llevó a que la poeta y escritora nicaragüense Gioconda Belli, exguerrillera sandinista que viene denunciando internacionalmente al gobierno de Ortega, advirtiera en una entrevista con una agencia de noticias alemana que “en Nicaragua se puede producir un genocidio sin precedentes en América latina”.

El dictador no quiere negociar. El pueblo tampoco.

Los ataques recrudecieron días después de que el presidente afirmó que no dejará el poder ni adelantará las elecciones, y tildó de “golpistas” a todos los que se manifiestan en su contra. Pero ¡que se vaya Ortega! sigue siendo el grito en las calles de Nicaragua pese a la sangrienta represión gubernamental. Incluso en localidades como Masaya, que fueron bastiones de la lucha del sandinismo contra la dictadura somocista en los años 80 y que hoy son símbolo de la resistencia contra el exguerrillero sandinista, los pobladores se atrincheraron el último viernes para impedir que una caravana que lideraban Ortega y su mujer, Rosario Murillo, no pudiera ingresar en la ciudad.
Desde la Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional repudiamos la represión de Ortega y denunciamos a la “mesa de diálogo” que encubre el plan del imperialismo, la Iglesia y los empresarios por una salida negociada para anticipar las elecciones generales, impunidad para Ortega y que siga una economía al servicio de los de arriba. Amplios sectores de la juventud y del pueblo desconfían del “diálogo” y por eso han seguido movilizándose. Incluso sectores como los de Masaya desconocieron, semanas atrás, el llamado a levantar los “tranques” (los cortes de calles y barricadas).
Llamamos a la más amplia solidaridad con el pueblo nicaragüense por ¡abajo Ortega! ¡Libertad a los presos políticos! ¡Justicia para las víctimas y plenas libertades democráticas! Por la formación de comités de autodefensa popular! Por una coordinadora de la juventud y el campesinado que organice la movilización popular revolucionaria para terminar con el gobierno patronal y represivo de Ortega y avanzar por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y la juventud.
    Fuente:Mariana Morena es miembro de la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI)

La represión de Daniel Ortega en Nicaragua

Nicaragua es uno de los ejemplos más lacerantes de la decepción revolucionaria. La oleada de represión y violencia que vive desde hace tres meses en el pequeño país centroamericano evidencia el fracaso de la última rebelión genuinamente popular del siglo XX, de cuyo triunfo se cumplieron 39 años este 19 de julio de 2018.

Daniel Ortega celebra con Rosario Murillo la victoria electoral en 2015
Daniel Ortega celebra con Rosario Murillo la victoria electoral en 2015.
Después de cuarenta años de dictadura de los Somoza, brutal, sanguinaria, auspiciada y protegida por Estados Unidos, han seguido otras cuatro décadas de revolución popular, desencanto, contrarrevolución armada no culminada pero calculadamente desestabilizadora, intentos liberales más o menos fallidos, democracia discutida y discutible, transformación de los ideales revolucionarios en esquemas burocráticos y reflejos de casta. Hasta llegar, en la actualidad, a una amarga reproducción deformada de un autoritarismo torpe y brutal.
Hace tiempo que el sandinismo se disolvió en sus contradicciones y errores, en sus abusos y debilidades personales y de clan, en sus excesos y cortedades. Los líderes de la revolución rompieron dolorosamente y hasta violentamente entre ellos, tomaron caminos distintos y distantes, reclamaron herencias legítimas e ilegítimas y dejaron o no pudieron evitar una deriva indeseable.
Daniel Ortega, el primus interpares de aquellos nueve comandantes que compusieron el mando colegiado de la Revolución, tuvo más voluntad, ambición o audacia que sus colegas para asumir el timón político. Después de ser desalojado del gobierno electoralmente en 1990, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, aún con su denominación original, era irreconocible para la mayoría de sus fundadores cuando recuperó el poder por las urnas en 2007, con Daniel Ortega como estandarte.
El segundo Daniel era otro Daniel, como el sandinismo ya no era el sandinismo. Las viejas proclamas revolucionarias y los ardores ideológicos se habían transformado en eslóganes oportunistas. Al espíritu frentista le sustituyó un instinto pactista. Los antiguos enemigos (en particular la jerarquía católica y el empresariado) fueron seducidos por ese Daniel Ortega redivivo, reformado, adaptado a las nuevas realidades del país, aunque conservara, por razones táctica, cierta retórica de antaño para consumo interno, pero sobre todo para seducir a la Venezuela chavista, que le proporcionaría notable apoyo económico y financiero (I).
La burguesía nicaragüense, que siempre receló de la transformación del “nuevo” sandinismo, terminó comprando el discurso oportunista de Ortega. No por ingenuidad, por supuesto: por interés, por codicia.
La alianza con la Iglesia, o mejor dicho con la jerarquía eclesiástica, tuvo un alcance político mayor. El todopoderoso cardenal Miguel Obando y Bravo, enemigo histórico principal del sandinismo, y luego inspirador de la contrarrevolución, se convirtió en legitimador esencial de la transformación orteguiana. Algunas versiones explican este giro por un pacto innoble, inconfesable: a cambio de la vista gorda sobre los negocios fraudulentos de un protegido de Obando (un hijo bastardo, según ciertos rumores vox populi), el arzobispo se avino a extender su bendición sobre Ortega y su esposa, Rosario Murillo, con quien había vivido en unión libre (o sea, en pecado) durante veinte años, y los unió cristianamente en el altar (II).
Ortega no se conformó con este enjuague de poder. Sinceramente o no, empezó a deslizarse hacia un cristianismo militante, que no era precisamente el de la teología de la liberación, sino el de un fundamentalismo formalista y un tanto místico.
Con los empresarios, el Presidente-comandante mostró también una ductilidad muy del agrado de los partidarios hemisféricos de la libre empresa (del neoliberalismo, más bien) en esa parte cautiva del continente. En Washington importó poco que Ortega se alineara con la línea chavista de las izquierdas latinoamericanas, porque proclamaba una cosa, pero, en el frente interno, hacía otra bien distinta.
El país creció económicamente, las inversiones extranjeras se sintieron atraídas por el reformismo orteguiano y hasta se agradecía el autoritarismo rampante que garantizaba el control social, el embridamiento, cuando no la neutralización, de la oposición y la progresiva evolución hacia un régimen personal… o familiar. Tanto daba Daniel como Rosario, ya convertida en vicepresidenta, ideóloga, mentora y auténtica líder en la sombra de una Nicaragua cada vez más sombría, más espectral (III).
Esta primavera, las contradicciones de tal engendro saltaron por los aires, cuando los indicios de crisis obligaron al régimen a recortar beneficios sociales e imponer cargas fiscales para mantener el edificio clientelar construido durante una década. La Iglesia, siempre atenta a los bandazos sociales, empezó a alejarse del régimen, sobre todo cuando Obando abandonó primero la escena y luego este mundo material al que siempre mostró tanto apego (IV).
La punta de lanza de la protesta social contra el orteguismo (en realidad, el murillismo) han sido los estudiantes. Bajo un impulso ideológico difuso, quizás por el agotamiento de las últimas décadas, los estudiantes asumieron el liderazgo de una sociedad civil narcotizada, neutralizada o desconcertada. En abril, las protestas se tornaron más contundentes, el régimen se asustó, la policía comenzó a tirar a matar y esa violencia latente siempre en Centroamérica emergió de nuevo con la brutalidad habitual. La sombra de Somoza impregnó las memorias y las conciencias: “Daniel y Somoza son la misma cosa”, gritan desde entonces los estudiantes. Una proclama devastadora para la legitimidad histórica del sandinismo (V).
Trescientos muertos en tres meses son muchos muertos para afirmar que los revoltosos son una “minoría tóxica” (Murillo dixit). La policía y las fuerzas de seguridad parecen leales a la pareja gobernante, como suele ocurrir en todos los regímenes autoritarios, apoyados naturalmente por unidades paramilitares. Sin embargo, no existe la misma convicción con el ejército. La politización de los primeros años de gobierno revolucionario dio paso a unas fuerzas armadas más profesionales, menos ideologizadas. Aunque Ortega trató de reinstaurar lealtades originales entre los uniformados, no está claro que los militares unan su destino al del régimen si la represión se mantiene y la sangre sigue corriendo (VI).
El diálogo, impulsado por la Iglesia y apoyado por una oposición variopinta y desorganizada, parece la opción más sensata. Las cancillerías también abogan por esa vía, con prudencia y cálculo, aún sabiendo que tienen una influencia relativa sobre el gobierno (VII). Confían, sin embargo, en que el debilitado patronazgo venezolano y el aislamiento del clan Ortega-Murillo obligue a la pareja a transigir. Porque, en caso contrario, como ha escrito Víctor Hugo Tinoco, otro histórico del sandinismo, si el Comandante se obstina podría perderlo todo.

Fuente:Juan Antonio Sacaluga, periodista y licenciado en Historia Contemporánea, está especializado en Información Internacional

jueves, 19 de julio de 2018

La represión violenta de Ortega empuja a la población de Nicaragua a un éxodo a la venezolana

Dos mujeres protestan frente a los juzgados de Managua, Nicaragua

La población en Nicaragua comienza a hacer las maletas para abandonar el país al constatar que el régimen de Daniel Ortega, lejos de tirar la toalla, incrementa cada día la represión violenta que ha causado ya 350 personas fallecidas y miles de heridos en tres meses de protestas. Lo que comenzó el 18 de abril como unas manifestaciones pacíficas contra la reforma del seguro social, se ha tornado en una especie de 'guerra civil' en la que el Gobierno quiere acabar por la vía de las balas con todo atisbo de oposición llegando incluso esta semana a disparar a decenas de estudiantes refugiados en una iglesia de Managua, donde murieron dos de ellos.
Ante un panorama de incertidumbre en el que la tibia presión internacional y la llamada al diálogo de la Iglesia Católica no hacen mella en Ortega, la ciudadanía ha comenzado a perder la esperanza de un cambio y está optando por un éxodo similar al que se dio en Venezuela. Pese a que las cifras son muy inferiores a las de Venezuela, donde según datos de la ONU, más de 100.000 personas llegaron a solicitar asilo en el exterior y otras 130.000 optaron por otras alternativas migratorias, en Nicaragua aumenta el flujo de gente que huye sobre todo a Costa Rica para dejar atrás la incertidumbre política, que está dejando un reguero de sangre en las calles del país centroamericano. "Lo único que tengo seguro aquí (en Costa Rica) es que no me van a matar como en Nicaragua", aseguró al diario 'La Prensa' una de las personas que llegó a pernoctar en las oficinas de Migración de San José en busca de una solicitud de refugio.
La denominada 'Operación Limpieza' impulsada por el régimen de Ortega no solo está provocando cientos de muertos, sino la salida del país de muchos nicaragüenses ante el temor de caer en manos de las huestes de un régimen que ha mostrado su peor cara enviando al Ejército y a grupos de paramilitares para reprimir las protestas encaminadas ya a lograr un cambio en el poder.
El país más afectado por esta situación es Costa Rica, donde ya de por sí viven alrededor de 500.000 nicaragüenses, muchos en situación irregular, por lo que han aprovechado la ola de violencia que sufre su país para solicitar refugio de forma masiva en la sede central de Migración y Extranjería de San José. De esta forma, ya podrían residir de manera legal en el país vecino, aunque el director interino de Migración de Costa Rica, Daguer Hernández, ya ha advertido de que no todas las personas son candidatas a obtener refugio, debido a que no están huyendo del conflicto en Nicaragua, sino que llevan ya años viviendo en ese país de manera irregular.
Según indicó en declaraciones a 'La Nación', semanalmente se están otorgando cada lunes 1.000 citas de solicitud de refugio a la que solo pueden aspirar "aquellas personas que tengan fundados temores de ser perseguidas por nacionalidad, raza, religión, género, pertenencia a grupo social u opiniones políticas". Hernández precisó que son pocos los migrantes de Nicaragua que están obteniendo este tipo de permiso. En 2017, la Comisión de Visas Restringidas y Refugio solo aprobó el 6% de las solicitudes de refugio teniendo en cuenta que el resto solo pretendía regularizar su situación migratoria.
No obstante, cada día son más los residentes nicaragüenses en Costa Rica que acuden a las oficinas de Migración para obtener el ansiado permiso, por lo que se han llegado a atender en un solo día a 4.000 personas desesperadas por lograr la categoría de refugiadas, según han informado medios locales.
Ante la previsión de que la migración a Costa Rica vaya en aumento, el Gobierno de ese país creó el pasado mes de junio una Comisión Interinstitucional para dar seguimiento a los flujos de población que escapa de la violencia en Nicaragua. Este organismo prevé incluso la instalación de albergues, en caso de que el éxodo fuera masivo, si bien aún no se ha dado esta situación.
Mientras, las oficinas consulares de Costa Rica en Nicaragua han registrado un incremento del 42% en las solicitudes de visas, en relación con hace un año, por lo que en la sede de Managua se contabilizan un promedio de 600 peticiones diarias y en la de Chinandega se registran 320, según informó al diario 'La Nación' el Embajador de Costa Rica en Nicaragua, Eduardo Trejos. Precisamente, siete ex presidentes de Costa Rica suscribieron esta semana una carta dirigida al secretario general de la ONU, António Guterres, para avisarle que si continúa la violencia, "podría muy bien desencadenar una nueva guerra civil en esa nación con enorme prejuicio para el resto de Centroamérica".