Orgullo andaluz
No se le perdona a Andalucía que rompiera los 40 años de hegemonía socialista de Despeñaperros abajo
Hoy es 28-F. Día de precepto andalucista. Y no será este predicador quien no le dedique el sermón al evangelio patriótico del día. Sí, he dicho ‘patria’ y lo repito con un verso de Aquilino Duque: «Tienen los andaluces por patria el universo». Y su habla es la que, con el descubrimiento y conquista, pasó a América. Habla riquísima, que hogaño anda en polémicas y que es clara como aquel vaso de agua del histórico artículo sobre el catalán de otro andaluz, y de pura cepa, con ejercicio y servidumbre: don José María Pemán.
No sé gallego, pero me temo que los que lo hablan sentirán a partes iguales indignación y vergüenza ajena cuando escuchan que alguien que no es
de allí intenta imitar su acento. Del mismo modo, no hay nada más odioso que un castellanoparlante tratando de imitar, y a lo mejor con buena intención, el acento andaluz. Creen que con dos ‘ozús’ y dos ‘arsa’ ya está todo solucionado. Y es algo más profundo. El habla andaluza es como un conservatorio del español clásico. Palabras perdidas y en desuso en el resto de España se mantienen aquí, como en Hispanoamérica, vivas y expresivas. Por más que el DRAE las ponga en el purgatorio de las variedades regionales raritas, hace siglos fueron habituales en el español ‘de ambos mundos’. Sí, el habla de un andaluz está a veces más cerca, por lo expresivo, por lo concreto, por la belleza de prosodia, del español hablado en Colombia que el que se oye, un poner, en Segovia.
Lo peor del habla andaluz es que a pesar de más de cuarenta años de autonomía, de aquel 28-F del ‘andaluz, este no es tu referéndum’ de Lauren Postigo, sirve como lengua de broma y de guasa. Los personajes ‘simpáticos’ de las películas y las criadas de las series de TV siguen hablando andaluz. Un andaluz más falso que una moneda de cinco euros. Y a veces quien se avergüenza en hablar con la sonoridad y precisión de su tierra es el propio andaluz. ¿Saben dónde mejor se habla andaluz? En Gibraltar. El habitante del Peñón se esfuerza en colocar las eses en su sitio cuando habla en inglés, pero cuando lo hace en el español del Campo de Gibraltar, habla en libertad, sin presión de norma alguna, como uno de La Línea o de Algeciras. Sin complejo alguno de lo que vulgarmente se llama ‘comerse las eses’. Punto en el que una copla del Carnaval de Cádiz cantó un día: «¿No nos vamos a comer las eses? Las eses y lo que haga falta, con el hambre que da tanto paro».
Y el mismo respeto que a las hablas andaluzas se le tiene al Gobierno de la Junta de Andalucía en La Moncloa: ninguno. No se le perdona a Andalucía que rompiera los 40 años de hegemonía socialista de Despeñaperros abajo, eligiendo un gobierno del PP y de Cs apoyado por Vox. Le pasa a Andalucía, y en las decisiones de Sanidad sobre medidas anti-Covid se ha visto, como a la comunidad y a la alcaldía de Madrid. Que no se les perdona que no sean de ellos. Si no hay que mandar vacunas a algún sitio, es a Andalucía. Como al habla, a Andalucía, a pesar del orgullo que los de esta tierra sentimos por ella, se la sigue tomando por el pito de un sereno.
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