¿Que no tiene un allegado al que invitar a la cena? De aquí hasta Nochebuena tiene tiempo de buscarlo
Antonio Burgos
¡Ay, Dios mío de mi alma, ay, Dios, la que se ha liado a la hora de anunciar Nochebuena y
Fin de Año en las cenas familiares, las del cava, las del pavo, las de las suegras piripis y
los abuelos largando a los nietos el dinero que ellos llaman aguinaldo! Al anunciar las
medidas que el Gobierno ha calculado para evitar que las Pascuas hagan la ídem al
contagio, ha establecido el ministro, que es un filósofo rancio ahora metido en
cuestiones del asunto sanitario, que en las cenas familiares de esos días señalados por
panderetas y uvas que se toman con los cuartos, equivocándose todos de campanadas
del año... Ha dicho don Salvador, y cree que así se
ha salvado, que en las cenas familiares del turrón y el mantecado tiene que haber esta
vez estricto númerus clausus. Pues serán diez las personas que puedan estar cenando en
la misma mesa en donde había en pasados años el ciento y la madre patria de familiares
lejanos, que los ves de tarde en tarde, que a veces se te ha olvidado cómo se llama la
niña del yerno de tu tío Paco y no sabes si este otro está en el paro o forrado.
Hasta ahora preguntaban qué iba a ser de los cuñados en estas cenas medidas con sus
asistentes máximos. Si eran seis los permitidos, ¿qué hacemos con los cuñados? ¿Cómo
ibas a dejar a tu hermana sin su Paco? Pero ha resuelto el ministro, de expertos
aconsejado, que mejor son diez que seis, que salen mejor los cálculos, pues hay que
contar los niños y así hay margen para entrarlos y que hagan lo de siempre: dedicarse a
dar por saco.
Y ha decidido también el ministro sanitario que para ir a estas cenas aunque estés
perimetrado, confinada la región donde estés avecindado, te dejan, que ancha es
Castilla, que vayas a visitarlos a esos parientes que viven en el astur Principado y que
con esta pandemia hace que no ves un año. Y hay que tener en cuenta que para hallar
paso franco desde una región a otra, en los días señalados, te tengas que reunir con
parientes muy cercanos, con esos seres queridos que son tus padres o vástagos. Pero
aquí, ay, viene el lío: lo que el ministro tan sabio ha añadido a la familia como excusa de
traslado por los caminos de España para el cava y para el pavo, es una figura nueva.
Nadie sabe precisarlo, ni aunque se vaya a la RAE y mire en su Diccionario. Pues ha
inventado Illa esto que suena tan rancio, una palabra muy clásica que hace mucho no
escuchábamos: pueden ir por toda España y hacer de su capa un sayo, si es que van para
la cena de su íntimo «allegado». Iguala Illa a la gente, porque es muy igualitario, y pone
a la misma altura familiares y allegados.
¿Pero qué me está usted diciendo? ¿Que no tiene un allegado al que invitar a la cena o
que lo invite él, magnánimo? De aquí hasta Nochebuena tiene tiempo de buscarlo. Yo le
tengo echado el ojo a dos o tres allegados para llegar a los diez, y cuando empiece el
sarao, mi suegra, como ya dije, diga que traigan
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