Me preguntaba el otro día tan retórica como cínicamente cuántos muertos más por el Covid-19 eran necesarios para que el Gobierno declarase el luto oficial en este Reino. Me lo preguntaba cuando no habíamos llegado a los 14.000 fallecidos, muertos como perros, en soledad, sin poder ser acompañados por sus familias y enterrados luego como de caridad, sin velatorio ni funeral. Es sencillamente espantoso.
El trágico contador de muertos sigue subiendo, y continúan siendo citados como las cifras de una estadística, triunfalista y esperanzada unas veces, desoladora y descorazonadora otras, según vayan pintando los demagógicos manejos informativos sobre la pandemia que se trae el Gobierno.
Y siguen sin declarar el luto oficial. Los miles de muertos del coronavirus siguen siendo frías cifras de la estadística del día, no personas, miembros queridos que pierde una familia española. Se les cita de pasada en el parte del día, junto a los contagiados o a los hospitalizados. Con una frialdad inhumana que espanta.
Con una absoluta falta de sentimientos. Pero es que, además, como si nadie hubiese muerto en esta hecatombe nacional, vienen los plenos del Congreso o las permanentes ruedas de prensa de los ministros para hacer la propaganda cotidiana en TVE y en las muy subvencionadas pantallas del duopolio, y todos salen con sus corbatas de colores chillones.
Cuando Sánchez acudió a pedir la prórroga del estado de alarma al Congreso, con la de colores que hay discretitos, el azul oscuro mismo, se puso una llamativa y jacarandosa corbata… ¡roja! ¿No encontraste otra más alegre todavía en el armario, hijo mío, que una corbata roja?
No digo ya que declaren el luto oficial nacional, que es por lo visto es mucho pedir, pero ¿es que estos ministros no conocen la corbata negra de luto? Sólo la llevan Casado y Abascal cuando aparecen en TV o en el Congreso.
Es la que llevaban, ay, en su equipaje siempre los ministros de Aznar, en los años de plomo de la ETA, por si tenían que ir al entierro de un asesinado por la banda terrorista. Uno de estos ministros, cuando salió del Gobierno, me confesó:
-Menos mal que ya no tengo que llevar siempre una corbata negra en la maleta.
Pues nada. Se resisten a la corbata negra. ¿Es que se creen acaso que se inculpan de esas miles de muertes de españoles si se ponen la corbata negra como luto por su fallecimiento en la soledad de un hospital fijo o de campaña, y en señal de respeto y homenaje por tantas vidas perdidas?
Y si lo comparamos con otras circunstancias, la indignación rompe todos los aparatos que pueden medirla. Del 1 al 8 de marzo, una semana entera, en el ángulo superior derecho de la pantalla de TVE apareció el lazo morado, anunciador del Día de la Mujer y de la manifestación que llevó directamente al coronavirus a tanta criatura concentrada temerariamente, a pesar de las recomendaciones de la OMS, que ahí tienen afectado a más de medio gineceo del poder que portaba la pancarta de primera fila, incluida Carmen Calvo y la ridícula gorra belmontina a cuadros que se puso para la ocasión, y de quien no hemos vuelto a saber nada hace una buena porrada de días.
¿No podía TVE poner un lazo negro en un ángulo de su pantalla, como tuvo una semana entera el lazo morado para calentar la manifestación del 8-M? ¿O es que no quieren reconocer el numero de muertos que llevamos con un Gobierno al que ya medio mundo reconoce que esto se le ha ido de las manos y que, silbando y mirando al techo, canta por La Piquer, «que no me quiero enterar/no me lo cuentes, vecina»?
Llevar una corbata roja como Sánchez al pedir la ampliación de estado de alarma, con miles de muertos en la nación que gobierna, es cuanto menos inhumano.
Antonio Burgos ( ABC )
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