Andrés Bódalo, el Che de cercanías que «alza» el puño contra el poder establecido.
Luces y sombras del líder jornalero condenado por agredir a un concejal del PSOE
En diciembre de 2015 un periodista preguntó a Andrés Bódalo por la canción de su vida: «Son dos: La murga de los currelantes y el Salustiano». Además de Carlos Cano, también le gusta Jarcha. Y llevar calada la boina del Ché Guevara. En realidad, los gustos musicales y la estética de este dirigente jornalero que cumple desde este miércoles una sentencia de tres años y medio por agredir a un edil socialista, remite a los setenta, la década prodigiosa del movimiento obrero.
Bódalo, candidato de Podemos en las elecciones generales y concejal de su marca blanca en el Ayuntamiento de Jaén, es un genuino representante de una época que aún abastece de argumentos a la extrema izquierda andaluza. La boina -tiene nueve- además de cubrir su alopecia, es su DNI textil, aunque él asegura que está menos cerca del doctor Guevara que de Gandhi. Y su discurso, incendiario, bronco, también remite al combatiente de la España previa a la transición.
En cierto modo esto es así porque en Andalucía el tiempo está detenido. Hoy, como ayer, el paro y el subdesarrollo son las señas de identidad de la comunidad. De ahí la ascendencia entre los jornaleros de este galduriense de 43 años que comenzó a trabajar en el campo a los 9, cuando, en la campaña de la aceituna, llevaba agua a los aceituneros. Más tarde, aunque aún niño yuntero, recogió el fruto del suelo y después vareó el árbol. Tampoco había terminado de crecer cuando se desplazó a los campos de La Mancha para vendimiar.
Sus detractores aseguran que ha inflado su currículo laboral, que lleva años sin saber de primera mano lo que es jornal, que vive del cuento de la opresión. El que le ha llevado, aseguran, a ser candidato de Podemos en las elecciones pasadas en contra el criterio de la dirección del partido en Jaén. Le apadrinan el secretario general, Pablo Iglesias, y la máxima dirigente de Andalucía, Teresa Rodríguez, quienes consideran que las condenas que le ha impuesto la justicia son en realidad resoluciones a favor de la opresión.
Bódalo tiene pinta de haber roto muchos platos, pero se excusa en que la vajilla era propiedad del poder establecido. La justicia es de otra opinión: En 2002 fue condenado por destrozar una heladería de Úbeda cuando formaba parte de un piquete informativo. Tres años más tarde, ocupó la consejería de Agricultura de la Junta, de modo que nueva condena. En 2011 golpeó a un policía nacional y un año después a un concejal del PSOE, Juan Ibarra, amigo de la infancia, durante una concentración jornalera que tuvo lugar en Jódar.
En las distancias cortas, este concejal tiene maneras suaves, que abandona en cuanto salta al ruedo. Antes de ser elegido concejal, protagonizaba broncas continuamente, varias de ellas en el salón de plenos del Ayuntamiento de Jaén, donde ha estado a punto de llegar a las manos en ocasiones con personas ideológicamente distantes o que defendían otros intereses. También alzó el puño, y no como símbolo de la izquierda, contra un ultraderechista que reventó un acto de presentación del libro de Sabino Arana, que él apadrinaba.
La participación en la vida pública ha domesticado sobremanera a Andrés Bódalo hasta el punto de que es ahora es el menos bronco de los concejales. Como quiera que el acta le ha cambiado la vida, se niega a dejarla, a pesar de haber ingresado en prisión. Entre otras cosas porque de su nómina pública vive media docena de familiares, incluida su nieta de 7 años, quien, después de la condena y antes de la detención, ha preguntado por su abuelo cada vez que se retrasaba para la cena.