La única empresa que, después del “prusés” y del tiránico 155 del Gengis Kan de Pontevedra, se ha residenciado en Barcelona es el Patio de Monipodio. Su alcaldesa, que ha hecho muy bien en apocoparse el nombre porque llamarse Inmaculada con su currículum confeso es como llamarse Judas y ser Papa (lagarto, lagarto) ampara, con su democrática tolerancia, a todos los desheredados (eufemismo marxista de desharrapado) que, al calor de la empírica impunidad de Pujol y sus Siete Niños de Écija, atracan ( y nunca mejor dicho) en la playa de Barcino.
Maculada Colau (apocoparla Ada suena a limpio, en la misma medida que Azaña suena a épica. Son las putadas de la ortografía con sus haches más mudas que un falangista en VOX) o Manchada Colau, si es que ustedes huyen del latín como yo de las urnas, echa a los apestosos militares fascistas españoles del protocolo y de las ferias docentes de Barcelona mientras cobija con su dialéctica de catequista de charcutería a lo “mejor de cada casa”. Manchada Colau es tan buena y tan piadosa que algún monje heterosexual y casto ( que haberlos, haylos) de Montserrat la quiere entronizar en una hornacina junto a la Moreneta, porque gracias a ella en Barcelona te dispensan sin pestañear, y aunque no quieras, el ruego que el Quijote le suplica al Caballero de la Blanca Luna en la playa de Barcino: “Quitadme la vida, puesto que me habéis quitado la honra”.
Barcelona es hoy el colegio mayor de los erasmus del crimen, tal y como lo fue el Patio de Monipodio en la Sevilla del Siglo de Oro. En la capital del separatismo catalán imponen su fuero pícaros y ladrones, asesinos a sueldo y sicarios en paro. Proxenetas de lujo y chulos de ladillas en la bragueta. Manteros que no pagan diezmo y que exigen derechos, chaperos de arrabal y violadores de esquinazo y madrugada. Hampones baratos, matasiete de mercadillo, bandoleros suburbiales y ganters poligoneros. Caseros de narcopisos y negreros de madrigueras patera. Putas baratas, de mediopelo y de venérea a pelo. En Barcelona hoy, si llaman a la puerta a las cinco de la madrugada no es el lechero de Churchill; probablemente sea un acogido a la piedad de Manchada Colau con un ataque de priapismo en la entrepierna y una katana en la mano que viene a quitarte la honra, la hacienda y la vida porque la policía de opereta separatista está muy ocupada cazando catalanes españolistas, mientras Maculada Colau reparte a manos llenas un dinero que no es suyo entre la chusma polisexual, multicultural, multisarracena y homoseparatista que le echa el voto en las urnas para que la alcaldesa de Barcelona se siga orinando en España y en las togas de los jueces que la han imputado.
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