Anteayer fue el aniversario de unos hechos muy graves ocurridos el sábado 9 de diciembre de 1933: tres atentados terroristas contra trenes de viajeros en España, que acabaron en tragedia.
Las primeras elecciones con voto femenino dieron la victoria a la derecha
El 19 de noviembre de 1933 se celebraron en España las primeras elecciones generales en las que pudieron votar las mujeres. Tal vez en previsión de que el voto femenino inclinase la balanza electoral hacia la derecha, en julio de ese año las Cortes republicanas -dominadas por el PSOE y otros partidos de izquierda- habían aprobado una reforma electoral que beneficiaba claramente a los partidos más votados. Sin embargo, un mes antes de las elecciones se formó una coalición, la Unión de Derechas y Agrarios, impulsada por el principal partido de la derecha, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), y que agrupaba al Partido Agrario, a los monárquicos de Renovación Española, los carlistas de la Comunión Tradicionalistas y otros partidos más pequeños. Esta coalición de derechas venció en las urnas con el 40,57% de los votos y 197 de los 473 escaños de las Cortes. Los radicales de Lerroux, que habían formado una coalición centrista, quedaron los segundos con 138 escaños. La izquierda, que acudió dividida a las elecciones y afrontando una llamada de los anarquistas de la CNT a la abstención (en protesta por la masacre de Casas Viejas ordenada por el gobierno de Manuel Azaña en enero de ese año), sumó 100 escaños, 59 de ellos para el PSOE, que perdió así casi la mitad de los escaños obtenidos en 1931.
El mal perder de la izquierda: el PSOE amenazó con “una guerra civil”
El resultado electoral fue un mazazo para la izquierda, que había asumido la idea de que sólo ella tenía legitimidad para gobernar en la Segunda República. De hecho, el nuevo régimen había sido configurado de una forma sectaria, lesionando derechos y libertades para imponer los dictados de la izquierda. Ese sectarismo, de hecho, se volvió contra sus autores, pues las herramientas autoritarias con las que se había dotado la izquierda para gobernar -especialmente la Ley de Defensa de la República de 1931, que instauraba una amplia censura gubernativa- ahora podían quedar en manos de la derecha. La izquierda, que ya venía promoviendo una retórica totalitaria (empezando por socialistas y comunistas, que proponían abiertamente una “dictadura del proletariado”) empezó a lanzar amenazas contra los ganadores de los comicios. Unos días antes de las elecciones, previendo ya una victoria a la derecha, el presidente del PSOE, Francisco Largo pronunció un incendiario discurso en un mitin socialista celebrado en Don Benito (Badajoz), y que fue publicado por el periódico oficial del partido: “Vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. Esto, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil”.
Azaña propuso a Martínez Barrio un golpe de Estado encubierto
Las presiones hicieron mella en el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, que encargó a Lerroux la formación de un gobierno a pesar de no ser el vencedor. Para que nos hagamos una idea de las presiones recibidas, Alcalá Zamora reconoció en sus memorias que el ministro de Justicia, el socialista Juan Botella Asensi, “propuso la firma de un decreto anulando las elecciones hechas”, a pesar de que los comicios habían sido legales. A su vez, el ministro de Industria y Comercio, el radical socialista Félix Gordón Ordás, le propuso disolver las Cortes recién elegidas. Diego Martínez Barrio, entonces presidente en funciones, señaló en sus memorias que dos días después de las elecciones recibió una visita del expresidente Manuel Azaña (de Acción Republicana), acompañado del exministro de Agricultura Marcelino Domingo (Radical Socialista) y del exministro de Gobernación Santiago Casares Quiroga (Partido Republicano Gallego), para pedirle que impidiese reunirse a las nuevas Cortes y formase un gobierno republicano de izquierdas que convocase unas nuevas elecciones. Habría sido un golpe de Estado encubierto.
Un golpe de Estado anarquista que se tradujo en una ola de terrorismo
El 8 de diciembre de 1933 se inauguró la nueva legislatura en las Cortes. Esa misma noche, a las doce, los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) declararon una “huelga revolucionaria”, un golpe de Estado en toda regla para imponer el comunismo libertario contra el resultado de las elecciones. Grupos anarquistas desataron una ola de violencia y terrorismo por toda España, con atentados con bombas, quemas de iglesias, incendios de fábricas, intentos de asalto a cuarteles de la Guardia Civil, ataques a infraestructuras y líneas telegráficas y telefónicas, etc. Los socialistas del PSOE y de la UGT se quedaron indecisos: no querían desautorizar a los anarquistas para no crear división entre las fuerzas obreras, pero tampoco eran favorables a sumarse al golpe, al menos hasta comprobar si tenía éxito o no. Según señalaba Abc el 12 de diciembre de 1933, el día anterior las ejecutivas del PSOE y de la UGT estuvieron reunidas hasta la madrugada para decidir su postura ante el golpe anarquista. Finalmente emitieron un comunicado ambiguo, diciendo que no tenían participación en ese movimiento, pero sin condenarlo y culpando al gobierno “por su menosprecio de las reivindicaciones sociales”. ¿Se referían a las reivindicaciones de ciertos grupos de desconocer el resultado de las elecciones?
A las once de la noche del día 8 ya habían estallado en La Coruña cuatro bombas en otros tantos transformadores eléctricos en la Plaza de Orense, la Plaza de Pontevedra, el puerto y la Avenida de la Marina, dejando la ciudad a oscuras. Los golpistas cortaron todas las comunicaciones telefónicas y el tendido eléctrico en diversas localidades. En Logroño se enfrentaron a tiros con las fuerzas de seguridad, matando a un guardia civil, y en Zaragoza incendiaron el convento de las Capuchinas, y cuando los bomberos llegaron a apagar las llamas, los anarquistas les encañonaron con una pistola e incendiaron el camión de bomberos. En la capital aragonesa los golpistas también hirieron de un tiro a un anciano de 78 años que quiso quitar una bomba que los anarquistas habían colocado en la entrada de una iglesia. Un confitero, vecino de la calle zaragozana de Manuela Sancho, resultó muerto de un disparo cuando simplemente se asomó al balcón a ver lo que ocurría. Ese día hubo en Zaragoza tres muertos a causa del golpe, además de bastantes heridos, entre ellos varios agentes de la Guardia de Asalto que quisieron hacer frente a los golpistas. En Calatayud los golpistas incendiaron la Iglesia de la Virgen de la Peña. Estaba en ciernes una nueva guerra civil.
Los atentados anarquistas contra trenes en Briones, Zuera y La Coruña
Esa misma noche, los golpistas se lanzaron a intentar a provocar descarrilamientos de trenes. Según informaba el diario Ahora del domingo día 10, en Briones (La Rioja) el tren expreso 831 fue víctima de un sabotaje, descarrilando su locomotora y nueve vagones sin que se produjesen muertos. En Calatayud (Zaragoza) los golpistas volaron dos puentes ferroviarios, que obligaron a detenerse al expreso correo de Madrid a Barcelona. En Zuera (Zaragoza), cerca de la estación, los golpistas levantaron una vía de la línea férrea y cortaron los hilos telegráficos. A causa del sabotaje, a las tres de la madrugada descarrilaron la locomotora y cinco vagones del tren correo expreso 204 de Bilbao a Zaragoza, produciéndose once heridos, uno de ellos de gravedad. Los ataques a los trenes siguieron en los días siguientes. Por ejemplo, Abc dio noticia de un tiroteo a un tren cerca de la ciudad de La Coruña. El convoy se dirigía a Caspe cuando empezó a recibir disparos, resultando heridos el maquinista y el fogonero.
El atentado contra el expreso “El Sevillano”: 23 muertos
No obstante, el hecho más grave de todos se produjo en esa noche del 9 al 10 de diciembre de 1933. Los anarquistas hicieron estallar varias bombas muy potentes en un puente ferroviario situado sobre el barranco del Puig, entre las estaciones de Puzol y Puig (Valencia), en la línea Valencia-Tarragona, y levantaron las vías situadas antes del puente. En torno a las once de la noche llegó el expreso 702 Barcelona-Sevilla, apodado “El Sevillano” y muy conocido por ser el medio con el que viajaban muchos de los andaluces que emigraron a Cataluña. A causa del atentado, descarrilaron la locomotora y cinco vagones. Entre las unidades más afectadas por el desastre había dos coches de tercera clase, que transportaban a los viajeros menos pudientes, que fueron los más perjudicados por el atentado.
Las escenas provocadas por el atentado fueron dantescas. Uno de los coches de primera clase quedó literalmente incrustado en uno de los coches de tercera. En su número del 12 de diciembre, el diario Ahora relataba el rescate de un mozo de tren, Vicente Planells, que resultó con las dos piernas totalmente fracturadas. Cuando sus compañeros le trasladaron a un vagón de primera clase, gritaba: “¡Mis hijos! ¡Mis seis hijos! ¡Los hijos que tengo y me he quedado sin pan para ellos!” El diario también relataba como en uno de los coches de tercera “se ha descubierto una pierna de mujer”. Ese mismo día Abc daba más detalles del horror, señalando que un chico “resultó con las piernas cortadas”. El acto terrorista provocó 23 muertos y 38 heridos y mutilados.
Un golpe de Estado con más de un centenar de muertos
El golpe de Estado obligó finalmente al gobierno en funciones a declarar el Estado de Guerra y movilizar al Ejército el 14 de diciembre, cuando los golpistas ya llevaban varios días cometiendo toda clase de atrocidades. A causa de la conmoción que provocó en la opinión pública la ola de terrorismo anarquista, el PSOE acabó condenando la intentona golpista de la CNT (en octubre de 1934 sería el propio PSOE el que se lanzase a dar un golpe, tras la entrada de varios ministros de la CEDA en el gobierno). El golpe anarquista se saldó con más de un centenar de muertos entre los golpistas, las fuerzas del orden y la población civil, además de multitud de heridos. Finalmente, a los golpistas se les incautaron 1.000 armas cortas, 825 fusiles, más de 2.600 bombas y más de 21.000 cartuchos de munición, siendo detenidos los cabecillas de la rebelión, entre ellos el líder anarquista Buenaventura Durruti. Curiosamente, pocos se acuerdan hoy tanto de aquel golpe como del grave atentado que provocó una tragedia en el barranco del Puig. Espero que esta entrada sirva para rendir homenaje a las víctimas de aquella salvajada.
Bibliografía:
- Accidentes ferroviarios en España (orden de gravedad), por Manuel J. Marcos Montero
- Diario Abc, 12 de diciembre de 1933.
- Diario Abc, 15 de diciembre de 1933.
- Diario Ahora, 12 de diciembre de 1933.
- Diario Ahora, 13 de diciembre de 1933.
- Diario La Vanguardia, 12 de diciembre de 1933.
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(Foto principal: diario Ahora. El tren expreso 831, descarrilado en Briones (La Rioja) a causa de un atentado anarquista el 9 de diciembre de 1933)
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