lunes, 22 de noviembre de 2021

Bolaños pidió a los nuevos ministros 'revisar' su pasado antes de que Sánchez les nombrase

 Félix Bolaños e Isabel Rodríguez, en el Senado.

Félix Bolaños e Isabel Rodríguez, en el Senado. EP

Antes de que los teléfonos de los destituidos comenzasen a sonar, Pedro Sánchez encomendó una primera misión al que se convertiría en el ‘hombre fuerte’ del presidente: contactar uno a uno a los ministrables para hacerles llegar la noticia de que el jefe del Ejecutivo estaba pensando en ellos para renovar el gabinete monclovita en el ecuador de la legislatura. Pilar Llop, Raquel Sánchez, Pilar Alegría, Isabel Rodríguez, José Manuel Albares y Diana Morant recibieron sendos mensajes en sus móviles con un recado un tanto singular: que escudriñasen en su pasado en busca de posibles polémicas o causas pendientes que pudieran salir a la luz y empañar la recta final del mandato del Gobierno de coalición. En plena carrera preelectoral, cualquier escándalo interno podría enterrar la oportunidad de Sánchez de repetir en Moncloa hasta 2027.

El pasado mes de julio, Pedro Sánchez ejecutó la mayor remodelación ministerial desde que resultó investido en enero de 2020. El anterior gabinete gubernamental se había visto sacudido por un sinfín de polémicas y, a ojos del jefe del Ejecutivo, había sucumbido a un desgaste político acuciado por el azote de una pandemia sin precedentes en España. La renovación gubernamental se convertiría muy pronto en un asunto capital para Pedro Sánchez, a pesar de que tanto él como su entorno lo desmentían una y otra vez.


Un caluroso fin de semana de julio llegó por fin el ‘hachazo’ de Sánchez. El presidente del Gobierno comunicó un total de siete nuevos nombramientos, incluyendo la salida de Miquel Iceta, que cambió la cartera de Política Territorial por la de Cultura y Deportes. Félix Bolaños reemplazaría a Carmen Calvo, aunque para entonces ya había comenzado a ejercer de nuevo ‘policía’ de Sánchez con el mandato de bucear en los posibles secretos de los nuevos ministros socialistas.

Y cuando lo tuvo atado, activó el terremoto: del Ejecutivo salieron la titular de Presidencia, Carmen Calvo; la de Educación, Isabel Celáa; el ministro de Ciencia, Pedro Duque; la de Exteriores, Arancha González Laya; el titular de Justicia, Juan Carlos Campo; el de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes; y el de Transportes, José Luis Ábalos. La guinda del pastel fue la salida del todopoderoso asesor del presidente del Gobierno, Iván Redondo, cuyo puesto como jefe de gabinete fue ocupado por el socialista Óscar López.

Pero dentro de la escabechina gubernamental de Sánchez, la salida de José Luis Ábalos fue la que en mayor medida hizo convulsionar a las filas socialistas. El cese del ex secretario de Organización del PSOE -el ex número tres dimitió a las pocas horas de efectuarse el traspaso de cartera a Raquel Sánchez- fue argumentado por el jefe del Ejecutivo por el nuevo objetivo de «cargar las pilas» y «rejuvenecer» al Gobierno en el marco de una etapa de «renovación y modernización», pero nunca ahondó en las causas concretas.

En poco tiempo, Ábalos se había convertido en una de las personas con mayor peso político en la organización socialista y era uno de los pocos ministros de la máxima confianza de Pedro Sánchez. Quizá por este motivo, su destitución pilló a más de uno por sorpresa, incluido él mismo. De hecho, Sánchez preparó junto a Ábalos la profunda remodelación ministerial sin saber que su salida también figuraba en los planes del jefe del Ejecutivo. De hecho, no se enteró de su salida hasta la misma mañana del sábado en que Sánchez oficializó la crisis gubernamental. «Se vio de repente fuera del Gobierno», trasladaron entonces fuentes gubernamentales a El Independiente.

El afán de Pedro Sánchez de revisar el pasado de sus nuevos lugartenientes podría tener su origen en su propia experiencia con José Luis Ábalos. Fueron múltiples los escándalos que rodearon su figura en sus últimos meses en el seno del Ejecutivo, tanto que la oposición no dudó en relacionar su fulminante cese con dos escándalos en los que se había visto implicado y que habían erosionado al Ejecutivo: el ‘Delcygate’ y el rescate de Plus Ultra, ambos relacionados con el gobierno de Nicolás Maduro. En relación al último caso, el ministerio que él dirigía avaló el rescate con 53 millones de euros a la citada aerolínea a través de un fondo SEPI pese a que no se trataba de una compañía estratégica en España, y la primera parte del traspaso fue suspendido cautelarmente por el Juzgado de Instrucción número 15 de Madrid.

Meses después, una nueva polémica volvió a sacudir a un José Luis Ábalos ya retirado, después de que The Objective diese la voz de alarma por la presunta «doble vida» de José Luis Ábalos que, según el digital, precipitó la salida del ex titular de Transportes del Gobierno. El ex dirigente negó toda vinculación con las acusaciones del medio dirigido por Álvaro Nieto, y anunció una querella por la vía penal. Con todo, y aunque el asunto quede finalmente en nada tras su paso por los tribunales, Sánchez quiere despegarse al máximo de las polémicas que puedan zarandear su gabinete y rechazar toda ventana de oportunidad a la oposición para crecer a su costa.


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