Somos una anomalía en los países de nuestro entorno, porque no hay un caso igual de sistemático obstruccionismo gubernamental.
La propaganda gubernamental, que es ciertamente muy eficaz, convierte la política española en una especie de folletín o película de serie «B» donde solo hay buenos y malos. La realidad es que el relato parece surgido de la imaginación de un mediocre guionista. La perseverancia en la mentira es el rasgo más destacado. Por ello, escuchamos día tras día un conjunto de fabulaciones contra el PP que tienen como único objetivo conseguir votos. Este sábado, el gris y anodino Illa, la fracasada esperanza socialista para presidir el gobierno catalán, acompañado por el ignoto Espadas o Cuchillos, nunca recuerdo bien el nombre, que es el alcalde de Sevilla y líder del paupérrimo socialismo andaluz, arremetía contra los populares porque son el partido del no. Nunca hay un atisbo de autocrítica en nuestra clase política, porque no parece que Sánchez haga ningún esfuerzo por alcanzar acuerdos con el principal partido de la oposición. Es más, hace tiempo que estoy convencido de que no tiene el más mínimo interés porque le viene bien en su estrategia. La idea es presentar a Sánchez como un héroe y a Casado como un villano. En estos tiempos que tanto gustan las películas de superhéroes, cualquier día el inquilino de la Moncloa aparece vestido de «Capitán España».
Hace unos años, las aventuras del perverso doctor Fu Manchu hacían las delicias de medio mundo. Hoy no entrarían en el terreno de lo políticamente correcto merecerían la más feroz censura. El escritor inglés de novelas de misterio Sax Rohmer creó un personaje que se convertiría en el arquetipo de un genio criminal. Enfrente tenía como rival a Sir Denis Nayland Smith que le combatía con éxito y salvaba siempre al mundo. No hay duda de que es lo que le sucede a Sánchez, que es un héroe que quiere salvar a España de los riesgos de que caiga en manos de la malvada derecha, liderada por Casado que está acompañado por sicarios y aliados como Santiago Abascal. Es la conspiración de las derechas que están al servicio de los poderosos, aunque les votan las clases trabajadoras, supongo que afectadas por una epidemia extraña que les hace perder el sentido común. Nuestro Fu Manchú hispano es un auténtico doctor No que solo sabe pensar en negativo y es incapaz de vislumbrar la grandeza del gran proyecto socialista comunista.
En cambio, nuestro sir Denis Nayland Smith cuenta con el poder de la palabra y su arma principal es el BOE donde espera convencer a funcionarios, jóvenes, pensionistas…. para que le voten masivamente en el 2024, pues ahora parece que quiere forzar que sea a principios de año en lugar de finales del anterior. Otra arma definitiva es la seducción, como ya se vio en su viaje a Estados Unidos, porque lo más importante es la imagen. Al igual que el enemigo de Fu Manchú contaba con el apoyo de la policía imperial de la India o de Scotland Yard, entre otros cuerpos según cada novela, nuestro héroe dispone de un montón de agentes dispuestos a expandir la palabra revelada por todo el territorio nacional. El hombre que derrotó la pandemia y hará lo mismo con la crisis económica tiene rival en las derechas que merecen la humillación de la derrota. Con su alianza con la izquierda política y mediática, la máquina repartidora de dinero de los PGE y unos socios tan ejemplares como los comunistas, antisistema, independentistas y bilduetarras no parece que su rival, el doctor No de la política española, pueda conseguir la victoria.
España no merece sufrir la trama diabólica de Casado y sus sicarios, porque necesitamos ser adoctrinados en las bondades del socialismo y el comunismo. No hay más que constatar los esfuerzos presidenciales por transmitir las buenas nuevas por el territorio nacional. Unos días toca hacer frente al volcán y se fue a La Palma para que viéramos que ni el fuego infernal es capaz de detenerle. Otras veces se va a la Unión Europea para defender con éxito nuestros intereses dando lecciones a esos bárbaros del Norte. Como bastión del progresismo se enfrenta a las peligrosas derechas del centro y el sur de Europa. Cuando conviene, como el sábado, resuelve de un plumazo presupuestario el grave problema de la salud mental. Y qué hace Casado, pues decir que no, no y no. No parece que sea un superpoder capaz de derrotarle o por lo menos eso dicen los voceros del socialismo en su campaña para explicarnos las bondades del pensamiento único.
Más allá de este relato folletinesco del bien contra el mal, la realidad es que el gobierno socialista comunista está muy cómodamente instalado en impedir cualquier acuerdo con los populares. Es verdad que somos una anomalía en los países de nuestro entorno, porque no hay un caso igual de sistemático obstruccionismo gubernamental. No quiero decir que el PP siempre tenga la razón. Los revolucionarios franceses establecieron el Culto de la Razón para reemplazar al catolicismo, pero Robespierre, durante su breve pero terrible dictadura, quiso sustituir aquella majadería por otra parecida, aunque sin éxito, que fue el culto al Ser Supremo que era un nuevo deísmo que quería imponer como la religión estatal de la nueva República Francesa. El primer cónsul, Napoleón Bonaparte, los prohibió, acertadamente, en 1802 con su ley de Cultos del 18 Germinal.
Por tanto, la política no debería ser un folletín estructurado a partir de un simplón argumento de buenos que luchan contra los malos o un nuevo deísmo sanchista donde el líder está dotado de todos los atributos y virtudes, entre ellos tener siempre la razón, y su rival se erigirse en un perverso malvado que quiere ir en contra del progreso. Esta estrategia no hace más que radicalizar la política, abrir una gran brecha e impedir el auténtico progreso de la nación.
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