jueves, 29 de abril de 2021

La «jubilación» de Pablo Iglesias

 

El fascismo no ha regresado, porque en España no existió más allá de la marginalidad en el contexto de una dictadura militar


FRANCISCO MARHUENDA

Uno de los aspectos más interesantes de esta campaña es la posible «jubilación» forzosa de Pablo Iglesias. Es algo que puede venir de la mano de dos mujeres con fuerte personalidad: Isabel Díaz Ayuso y Mónica García. Las encuestas muestran que camina con paso firme a la irrelevancia, porque ni conseguiría gobernar ni superar a su peor enemigo que es Errejón y su partido.



En primer lugar, Ayuso, que ahora concita toda su animadversión y está adornada de todos los males, ya conocen ustedes el simplismo del populismo y su búsqueda de enemigos exteriores, consigue ganar claramente y contará con una cómoda mayoría con el apoyo parlamentario de Vox.

La sobreactuación del macho alfa de la izquierda populista muestra la deriva patética de su declive. Cuando se escucha el griterío de sus soflamas ofreciendo un panorama apocalíptico se puede pensar que no se puede pasear por las calles, porque están tomadas por milicias vestidas de uniforme que persiguen a los disidentes.

Esto es lo que sucede en su admirada Venezuela. El fascismo no ha regresado, porque en España no existió más allá de la marginalidad en el contexto de una dictadura militar. El partido único, que era una peculiar amalgama de formaciones e ideologías, no era más que una marioneta al servicio de Franco y no cumple las condiciones que permitirían asignarlo a esta categoría.

Cuando se habla de la dictadura fascista siento pena ante la profunda ignorancia de los que dicen esa estupidez. No se trata de blanquear a un régimen autoritario, sino de ser precisos terminológicamente en el terreno histórico y del derecho constitucional. El problema es que decir tonterías sale gratis. En el caso de Iglesias es más lamentable, porque sabe perfectamente que el franquismo no encaja en la definición de un sistema fascista.

A esto hay que añadir su desfachatez intelectual al apoyar a los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela o Irán mientras arremete contra el centro derecha acusando a sus dirigentes de fascistas. Al varapalo que recibirá de Ayuso se une el ser humillado electoralmente por Mónica García, que le doblará en escaños y votos.

En su concepción egocéntrica resulta incomprensible que no se hubiera sometido gozosa a su voluntad y subsumido en una lista conjunta. En el caso de confirmarse esa irrelevancia solo le quedará esa «jubilación» forzosa, aunque económica y profesionalmente muy jugosa, porque tiene la vida resuelta dedicándose al activismo y a lo televisivo. No es un tema baladí.


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