sábado, 16 de enero de 2021

LA MUERTE Y EL VOMITO

 

Los muertos no votan pero sus asesinos sí, y  por esa razón Arnaldo Otegui le ha pedido a sus colegas de fechorías  que aún están en la cárcel cumpliendo condena por sus tiros en la nuca, y sus bombas lapa,  que se afilien a Bildu  y paguen la cuota.

Me parece normal ese llamamiento a cerrar filas sin pistolas que les  ha hecho el jefe de la banda a sus presos,  porque cada político se dirige a la parroquia  donde tiene su caladero de votos, y  salvo algunos  arrepentidos de haber asesinado  a inocentes, lo más probable es que los que mataban sean como la cabra que tira al monte, sobre todo cuando están viendo que los que deberían defender la memoria de sus víctimas  ahora son sus colegas.

“El gordo” – que es el alias con el que se referían  sus compañeros de ETA a  Arnaldo Otegui cuando llevaba capucha y pistola en los secuestros que perpetraba –  ha ganado unos kilos de satisfacción al leer el reproche que  PP, Ciudadanos y VOX, le han  hecho una vez más  al gobierno  por tenerlo de socio, porque sabe que esas quejas caen en el vacío de los gritos inútiles.

Sinceramente creo que la memoria de las victimas solo permanece entre sus deudos que cada día se encuentran más solos y abandonados por los gobiernos,  porque  el oportunismo político en España en los últimos años  nos está llevando a aceptar que  morir  por un disparo  de un  terrorista o por un virus  extranjero puede ser considerado como causa natural de deceso, y un número molesto en la estadística.

Siempre me ha interesado la historia de la criminalidad porque es una fuente inagotable de inspiración para la literatura y el cine, pero no todo el mundo es capaz de escribir “Patria” , cargado de dignidad y de respeto a la memoria.

Lo que ha sucedido en España con el terrorismo de ETA  no ha sido una victoria de los asesinos contra  la sociedad,  sino un cobarde  abandono táctico del estado de derecho que   se ha aliado con ellos pactando la paz cobarde de los indecentes que nunca respetaron la memoria de sus mayores.

A Otegui y sus colegas les ha unido el olor a pólvora quemada la muerte, los brindis y la borrachera después de cada asesinato o estrago. A algunos políticos, con compañeros y amigos enterrados  durante años casi a hurtadillas,  les une hoy una sensación de vómito  difícil de contener.

Diego Armario

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