sábado, 16 de enero de 2021

Iglesias nos trae la pobreza energética

 


Eduardo Inda

Que Pablo Iglesias es un presunto delincuente no lo digo yo, lo suscribe en su auto del caso

Dina el magistrado García-Castellón. Que es un mal bicho tampoco es cosa mía, lo aseveran

sus nauseabundos elogios al mundo proetarra o esa «emoción» que expresó al ver cómo

pateaban a un antidisturbios. Que es un mentiroso patológico lo ratifican cientos de

manifestaciones que se demostraron como falsas en menos de lo que canta un gallo. Que es

un machista de Código Penal es una verdad incontrovertible sustentada en esas

declaraciones en el chat interno de Podemos, desvelado por Okdiario en 2016, en las que se

autocalificaba de «marxista devenido en psicópata [aquí, sin que sirva de precedente, no

mintió]» segundos antes de asegurar que le gustaría «azotar a Mariló Montero hasta que

sangrase». Y para ratificar que es un tipo que hace lo contrario de lo que predica, un

demagogo de tres al cuarto, basta con recordar que prometió que nunca dejaría Vallecas y lo

dejó. Que criticaba a los poderosos «que se esconden en sus chalés» de los alrededores de

Madrid y él se compró uno de 1,2 millones por 700.000 euros –curioso, ¿no?–. Que no

cobraría más de tres salarios mínimos y se mete en la butxaca siete. Que odia a la Guardia

Civil y ama al terrorista Otegi pero tiene a la benemérita cuidando de su casoplón. Que

pedía «jarabe democrático» en forma de escraches para el PP y ahora grita «nene, pupa»

porque se los hacen a él. Lo que toda la vida de Dios hemos dado en llamar gentucilla.

También prometió, secundado por Irene Montero, que acabarían con la «pobreza

energética». Uno de los muchos palabros que estos comunistas han introducido con éxito en

el imaginario colectivo ante la pasividad de una ciudadanía que se traga doblada su

propaganda. Aún recuerdo cómo nuestro protagonista bramaba en el Congreso contra Rajoy

por no bajar el IVA de la luz «del 21% al súperreducido del 4% o, al menos, al 10%». O

cómo se quejaba, con razón, por cierto, de que el IVA de la factura eléctrica sea «el mismo

que el de un yate». O cómo la tan enchufada como iletrada de Irene Montero publicaba un

tuit para la historia: «Sólo nosotros podemos hacer que baje la factura de la luz por algo

sencillo: no somos perfectos pero a nosotros no nos compran». Con un par. Que no son

perfectos salta a la vista, tanto como que la electricidad se ha disparado en apenas 10 días

un 38%, un 500% más que ese subidón del «8%» de la era Rajoy que le valió al entonces

presidente un linchamiento público por tierra, mar y aire. Estos no muy aseados estalinistas

son los del escudo social, los que empeñaron su palabra en la protección de los ciudadanos

más vulnerables y los que iban «a acabar con la pobreza energética». Pues bien, donde los

españoles con menos recursos pagaban 100 euros por la luz, ahora tienen que apoquinar

138. Y de bajar el IVA, ni hablamos, ya han anunciado que no se toca. Gracias, Pablo,

gracias Irene. Y ellos, entretanto, viviendo calentitos en el casoplón y disfrutando de los

150.000 pavos que se meten en A anualmente entre pecho y espalda. Y a los pobres,que les den.

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