domingo, 29 de noviembre de 2020

El largo pulso de Iglesias que acorraló a Sánchez

 

El vicepresidente segundo descartó el intento del PSOE de incluir a Ciudadanos y retó al presidente hasta dejar como única opción al bloque de la investidura

La negociación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021 se ha sustanciado con una victoria estratégica de Pablo Iglesias, que se ha servido de la necesidad de Pedro Sánchez para sacar las cuentas e imponer su visión. El presidente del Gobierno jugaba con varias barajas. Iglesias solo jugaba con una carta, con lo que no tenía incentivos para ceder. Su estrategia.

Una guerra de posiciones que viene durando meses en el seno del Gobierno y que va mucho más allá de la aprobación del proyecto presupuestario y que se enmarca en el debate sobre cómo gobernar España en los próximos años. Sánchez e Iglesias han compartido muchos encuentros en los últimos meses, han discutido sobre esta cuestión y no han alcanzado un acuerdo. Simplemente han pactado navegar sus contradicciones y ganar tiempo al frente del Gobierno.

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El proceso amenazó con descarrilar en diferentes momentos. Pero ha sido la convicción de Sánchez e Iglesias de que la prematura ruptura de la coalición no beneficiaría a ninguno lo que en última instancia mantiene firmes los cimientos tras meses de mucha crispación.

Ciudadanos contacta con Moncloa

A finales de julio, cuando comienza a haber síntomas de que la segunda ola se va a anticipar, Ciudadanos (Cs) contacta con el Gobierno para extender el entendimiento de los últimos meses, que había permitido a Sánchez aprobar las últimas prórrogas del primer estado de alarma, a la negociación presupuestaria.

La formación de Arrimadas demanda mantener la reunión solo con representantes del PSOE. En Moncloa acceden y la vicepresidenta primera del Gobierno se reúne en los primeros días de agosto con una delegación de Cs. Empiezan los problemas. La ministra de Igualdad, Irene Montero, denuncia la exigencia de Cs de apartarlos de la negociación y carga contra una parte del Gobierno. «Quien mira hacia la derecha no es el Gobierno, sino una parte de él. Cumplir el acuerdo de gobierno implica cuidar la mayoría parlamentaria que lo hizo posible». Calvo responde argumentando que cualquier miembro del Gobierno «representa a todo el Gobierno». Arranca el pulso.

Tras un freno en los acontecimientos durante la primera parte de agosto, Cs reclama al Gobierno, a la parte con la que mantiene contacto, que intercambie información y que se empiece a negociar. Empiezan los primeros contactos que hacen a Cs albergar esperanzas. Desde el Ejecutivo, de manera informal, se empieza a señalar las bondades de un pacto con PNV, Cs y los minoritarios que no incluya a ERC por considerarlos «poco estables». Ni se hablaba de Bildu. El portavoz de Cs en el Congreso de los Diputados, Edmundo Bal, concedió una entrevista en la que definía como «una buena noticia» el hecho de «apartar» a Unidas Podemos (UP) de la confección del Presupuesto.

Saltan las alarmas en Podemos

En UP se encienden las alarmas. Nacho Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales en la vicepresidencia de Pablo Iglesias y responsable económico de Podemos, traslada con preocupación a sus jefes que están existiendo contactos entre Cs y los socialistas para entrar en el detalle de la negociación presupuestaria y él está al margen.

El último viernes de agosto Pablo Iglesias reúne a la Ejecutiva de Podemos y da la orden de salir muy fuerte contra la opción de Ciudadanos. La portavoz Isabel Serra cumple el mandato: «El PSOE sabe que con nosotros no va a contar para unos presupuestos con Ciudadanos».Es la primera advertencia seria respecto a la estabilidad de la coalición. Desde UP refuerzan ese mensaje: «No puede haber unos Presupuestos del PSOE con Ciudadanos porque Ciudadanos no está en el Gobierno, entonces el Gobierno sería otro».

El movimiento provoca un gran enfado en La Moncloa y en el presidente del Gobierno. El lunes 31 de agosto tiene lugar un encuentro clave entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La cita marcará los próximos meses. En esa discusión, el presidente insiste en la necesidad de buscar un acuerdo «lo más transversal posible», porque él ya es consciente de la buena disposición de Cs. Recuerda como en 2019 ERC tumbó sus Presupuestos y quiere un acuerdo ya que le garantice la legislatura.

Pero Iglesias defienden lo contrario. «Alcanzaron el compromiso político de tratar de sacar el Presupuesto sin que ninguno tuviera que renunciar de entrada a su fórmula», explica una persona cercana a uno de ellos. Por eso Sánchez nunca ha cuestionado estos meses los acercamientos de Iglesias a Bildu y ERC. Porque los autorizó y amparó en esa reunión.

En la parte socialista del Gobierno albergaban dudas. «Veremos quien quiere negociar de verdad», decían por aquellos tiempos en referencia a las dudas que les generaba ERC. Por eso se mantiene en paralelo un canal de negociación con Arrimadas que establece una serie de condiciones para apoyar la tramitación de los Presupuestos. Iglesias se reúne con Bildu y ERC a mediados de septiembre.

El borrador del Gobierno de coalición

La decisión del presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, de expulsar del Govern unos días antes a la consejera del PDECat ha permitido a esta formación romper el cordón umbilical con Carles Puigdemont. Son cuatro diputados en el Congreso y se abren a la negociación. El movimiento ha espoleado a ERC para resolver sus dudas. Y la entrada de Bildu en escena hace también evidente que el PNV tendrá menos margen de presión que en otras ocasiones.

Con ese ramillete de potenciales apoyos Sánchez vislumbra el Presupuesto al alcance de su mano. Pero algo está frenando el acuerdo. Una de las cosas que Iglesias demandó a Sánchez en su reunión del 31 de agosto es que con carácter previo a la negociación formal con el resto exista un documento pactado entre PSOE y Unidas Podemos. Lo considera la mejor forma de apartar a Cs. Pero hay más actores jugando esta partida.

Durante la negociación el Gobierno es sensible al hecho de que no hay que tocar la tributación del IVA ni el IRPF, al margen de una subida para rentas superiores a 300.000 euros. La reforma fiscal que reclama Podemos queda en suspenso para varios cursos. Pero Iglesias está acostumbrado a negociar así. Renunciar a algunas cosas y mostrarse inflexible en otras.

El 27 de octubre, con un mes de retraso respecto a lo previsto, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias presentan el acuerdo de Presupuestos. En las horas previas la tensión se dispara y el día previo UP traslada la idea que el acuerdo no estaba cerrado. Moncloa insiste en que ese martes se va a aprobar el anteproyecto. Iglesias se indigna ante lo que considera un ejercicio de presión para cerrar el acuerdo sin tener en cuenta sus exigencias.

Esa tarde Iglesias llega a trasladarle al presidente que si no alcanzan un compromiso sobre la limitación del precio de los alquileres y el ingreso mínimo no acudirá a la presentación del acuerdo. Los lugartenientes de ambos, Iván Redondo y Juanma Del Olmo, fueron los encargados de pulir esas discrepancias en contacto con Álvarez y los ministros socialistas implicados. Ese día los contactos se prolongaron más allá de la medianoche puliendo las palabras exactas del comunicado que se lanzaría la mañana siguiente.

Iglesias celebra el aval de Bildu

Hubo pacto de los socios y se empezó a negociar formalmente con el resto de partidos. Unidas Podemos expresa que no tiene problema en que estas reuniones se produzcan previa convocatoria a los medios. Pero el PSOE no quiere. Se realizan varios encuentros con PNV, ERC y Bildu de los que no se informan a los medios.

Pero el jueves 5 de noviembre, antes de las 8 de la mañana, los medios de comunicación que habitualmente siguen la información del Gobierno reciben un mensaje informando de una ronda de contactos entre la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el responsable de Podemos, Nacho Álvarez. Unas horas antes, en la noche del miércoles, Montero ha llamado a Álvarez y le comunica que van a proceder con esa ronda.

Esa llamada genera confusión en Unidas Podemos dado el rechazo previo de los socialistas a dar publicidad a los encuentros. En el lado morado del Gobierno se interpreta el giro como «un regalo de Iván Redondo a Ciudadanos». Y en el lado socialista el análisis no es muy distinto, aunque se niega teatralidad: «No podemos perder a Ciudadanos».

El PNV ni se presenta en esa ronda. El movimiento genera preocupación en Podemos porque ERC y Bildu muestran nerviosismo respecto a la posibilidad de que Cs aguante en la ecuación presupuestaria. En Bildu además se enfadan porque La Moncloa no facilita imágenes del encuentro hasta pasadas las 21 horas para que no tengan espacio en los telediarios. El terreno queda abonado para la réplica de Iglesias tras lo que él y sus socios interpretan como una jugada contra sus intereses.

En La Moncloa están al tanto y participan de las negociaciones con EH Bildu. Saben que todo va sobre ruedas. Pero hay una cosa que no saben. En la misma mañana del 12 de noviembre en que se vota el inicio de tramitación del Presupuesto Arnaldo Otegui comunica en Radio Euskadi la voluntad de Bildu de apoyar las cuentas. Pablo Iglesias sí lo sabía y lanza un rápido mensaje en sus redes sociales para celebrar el apoyo y dar la bienvenida a los herederos de Batasuna «a la dirección del Estado».

Evitar que Cs se refuerce

La jugada colapsa el relato que pretendía difundir el Gobierno, el de la mayoría transversal, porque incluía a Ciudadanos, que había rechazado las enmiendas a la totalidad. El protagonismo de Bildu y el importante rol que reserva para ellos Iglesias abre las heridas en el PSOE. Es el socio mayor de la coalición quien está sufriendo el desgaste en la negociación. La confirmación de Bildu acelera la del PNV. Ciudadanos cada día está más lejos. Y falta ERC. El pasado miércoles Pere Aragonés confirma el acuerdo y los liberales llaman a La Moncloa para decir que no pueden seguir.

Conviene advertir que Sánchez quería incluir a Cs pero no renunciar a ERC. Lo demuestra lo que confirman fuentes del Ejecutivo, y es que el acuerdo final con ERC lo ultima Sánchez. «Lo de la armonización fiscal es algo del presidente con ERC», explican recordando que hay presidentes autonómicos que ya lo han defendido.

En Unidas Podemos entendían que la operación de contar con Cs no era un elemento aislado. Sino que pretendía dar oxígeno a Arrimadas para que mejorase su posición y que en el futuro el PSOE pudiese elegir entre Cs y UP. Por eso en el entorno de Iglesias se ha celebrado como un gran éxito que la líder de Cs anunciase su renuncia el pasado jueves: «Era fundamental que Arrimadas no estuviera en la foto de los Presupuestos para que la estrategia de Iglesias tuviera verosimilitud», analizan en el Gobierno.

A partir de ahora se abre un escenario en el que, con Presupuestos aprobados y sin mayoría en contra en el Congreso, se puede gobernar con más autonomía respecto de Iglesias. Algo que espera un sector del Gobierno. En Unidas Podemos son conscientes y explican que por ese motivo «se han acumulado en esta fase las discrepancias». En La Moncloa quieren mantener en cualquier caso un canal de comunicación con Cs

En el equipo de Iglesias afrontan este hecho «con la misma preocupación que siempre, ni más ni menos» porque saben que esa geometría variable es una aspiración del PSOE. «Pero va a ser complicado pasar del no a los Presupuestos a socio estable», vaticinan. Iglesias ha ganado el primer gran pulso de la coalición y ahora se dedicará a seguir marcándole el paso al PSOE con un único objetivo: que Sánchez lo necesite.

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