Ya nos dijo el Gobierno de Sánchez, desde La Moncloa y por boca de la ministra de Educación, que los hijos «de ninguna manera pertenecen a los padres», porque quizá sean del Estado, o tal como se están poniendo las cosas puede que pertenezcan al Ejecutivo, ahora que lleva un tiempo apropiándose de la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el CIS, RTVE o la Guardia Civil. Vaya usted a saber a quién pertenecen los hijos... Esa idea sanchista supone una revisión moderada, desde la izquierda, de lo que hace unos años rondaba la cabeza de Anna Gabriel y su flequillo: que los hijos fueran «de la tribu», porque [atentos por favor] «son tan hijos tuyos los que has tenido tú
como los que ha tenido el resto», y que eso de que cada uno sea solo de su padre y de su madre «es una idea muy pobre que tiende a que los niños salgan conservadores», es decir, fachas. Lo que parecía apenas una simple teoría zopenca vemos ahora que el Gobierno progresista de Pedro y Pablo ya lo está llevando a la práctica, pues ha comenzado a reconvenir por carta oficial del Ministerio a las tiendas de decoración que se atreven a vender peligrosos cuadritos con el lema «aquí duerme un pirata», o «una princesa», o «un superhéroe» o «la reina de la casa» para colgar en las habitaciones infantiles del hogar. Porque al parecer esos mensajes destruyen «la igualdad entre hombres y mujeres, discrimina a estas y ahonda los roles estereotipados». La directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, se ha molestado en mandarle ese «recadito» a los dueños de una tienda de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Gimeno, que firma de su puño y letra la carta, forma parte del cuadro directivo del Ministerio de Igualdad, que lleva la ilustre galapagareña Irene Montero, y en la cumbre de sus producción intelectual está que en España no habrá igualdad entre sexos «hasta que todos los hombres sean penetrados» por sus parejas femeninas. Todos. Porque Gimeno -la que cree que lo de las princesas y los piratas «discrimina»-, sostiene que «la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres». Ergo, mejor todos homosexuales.
No hay que olvidar que el Ministerio de Igualdad es el que popularizó la Ley de Libertad Sexual con la frase «sola y borracha quiero llegar a casa», circunstancia con la que una mujer, en teoría, puede derrotar definitivamente al heteropatriarcado. Nunca cinco gintónics tuvieron mejor fin. Así que a la carta de Beatriz Gimeno soló le faltó sugerir que en vez de cuadritos con la frase «aquí duerme un princesa», o «un pirata», la empresas transgresoras de la «nueva moral» que sale del laboratorio social de la izquierda editen, por ejemplo, placas con el lema «aquí duerme una niña, que en el futuro querrá volver sola y bastante borracha a casa» o «aquí duerme un chavalín que de mayor tendría que ser penetrado para no ser un machista». Y los padres a callar.
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