miércoles, 29 de enero de 2020

UN GOBIERNO » PINOCHO »



María Jesús Montero es una mujer muy expresiva y seguramente trata de ser didáctica con sus gestos y francachelas («Dos mil millones, Chiqui, eso es poco») pues sería un despilfarro que semejante colección de muecas, mohines y alharacas quedaran en nada.
Ayer la portavoz tuvo que echar mano de todo el muestrario para intentar convencer a la Prensa -esa colección de «tertulianos con la enfermiza manía de preguntar», según el secretario de Estado de Comunicación- de que José Luis Ábalos casi merece la Laureada de San Fernando por haber evitado una «crisis diplomática» de enorme envergadura en el sainete con la vicepresidenta del régimen ilegal de Caracas, Delcy Rodríguez.
Si no la condecoración, al menos que le compongan un pasodoble al ministro porque, según el apasionado relato de Montero, aquello fue un épico servicio a la patria que ríete tú de la toma del monte Gurugú. Lo que resulta extraño es que, pese a la presunta gravedad de la crisis tan heroicamente evitada por Ábalos, el Gobierno no expresara queja alguna por el intento del régimen chavista de entrar en España de manera ilegal, con nocturnidad y casi por las bravas.
Pero evitemos que el festival de gestos de la portavoz Montero no nos deje ver el tupido bosque de contradicciones y mentiras que Ábalos llevó a cabo desde que se supo su intrépida incursión de madrugada en Barajas.
Primero negó tajantemente el encuentro: luego dijo que fue allí a recibir al ministro de Turismo venezolano, amigo suyo, y que sí se subió al avión; más tarde que «no hubo contacto formal» con Rodríguez; después que sí que lo hubo pero que fue un saludo «forzado por las circunstancias» y, finalmente, que le mandó Marlaska al aeropuerto para evitar que doña Delcy se colara ilegalmente y que mantuvo un encuentro con ella de «20 o 25 minutos que consistió fundamentalmente en un saludo». Cinco versiones en 48 horas, desde el «no la he visto» a «un saludo» de casi media hora, que ya es saludo…
Ayer, ante este gigantesco disparate del «Delcygate», coronado por una montaña de embustes a la cara, Montero hizo ante la Prensa más aspavientos que los que aparcan los aviones en Barajas, confirmando que nos hallamos ante un Gobierno con el síndrome de «Pinocho», patológicamente mentiroso, que trata de tomar por bobos a los españoles, veremos si con éxito.
Álvaro Martínez ( ABC )

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