viernes, 13 de diciembre de 2019

Investido por los traidores y aceptado por los cobardes.

Los gusanos de la traición han roído las runas de la investidura. Más allá de la manipulada información que nos proporcionan y de la cándida retórica democrática en la que la envuelven, sabemos que nos van a traicionar a todos, que nos están traicionando, por las impresiones que cruzan el umbral de la percepción con la fuerza de una certeza y la fortaleza de una profecía cumplida. Inapelable. No hay madriguera en la que puedan ocultar lo que están haciendo.
Del Rey abajo lo sabemos todos. Pero eso no basta. El conocimiento sin voluntad de reacción es la espoleta y el detonante de la traición que antes de consumarse gallea en los palacios y en las instituciones ante el lamento de los cobardes autoemasculados, vocacional y voluntariamente impotentes que amparan su miedo en una veneración talmúdica de las leyes, en un servil vasallaje a una democracia que es una farsa y en los azarosos naipes del “cuanto peor, mejor”, porque en el vientre del desastre que nos traerá la traición se multiplicarán los escaños de sus partidos, sus carreras y sus egos. Esa es su mezquina ecuación, esa es su miserable esperanza.
Del Rey abajo lo sabemos todos. Y todos los aceptamos porque del Rey abajo todos hemos olvidado que así como por encima de la disciplina está el honor, por encima de la democracia, de sus urnas y de sus leyes mutables está la Patria. Por eso admitimos que la investidura del presidente del Gobierno se negocie con los hispanicidas separatistas y con los comunistas que reclaman guillotinas para la Corona. Será investido por los traidores y aceptado por los cobardes. Y nadie hará nada para evitarlo. Quien pudo hacerlo, no quiso.
 Escrito por Eduardo García Serrano

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