Como estoy harto de oír y leer mentiras, incluso pseudooficiales, voy a denunciarlas sin rodeos, ya que una mentira no se convierte en verdad porque se repita un millón de veces, contra lo que dicen comunistas y nacionalistas.
Es mentira que el conflicto catalán sea político, como no lo es un robo o un asesinato. Los conflictos políticos se refieren a diferencias de ideas y prácticas dentro de la Constitución. Éste la desborda. Es, pues, un conflicto judicial, penal incluso, como prueba que ha sido juzgado y sentenciado por el Tribunal Supremo.
Pero lo contrabandean como político, y lo están consiguiendo, a base de insistir todas las instancias y partidos envueltos en que «hay que abandonar la judicialización y la represión». (Todas las citas son literales).
Es mentira que PSOE y ERC «dialoguen», ya que negocian en «busca de los instrumentos necesarios para encauzar el conflicto político sobre Cataluña, que deseamos abordar desde el respeto y reconocimiento institucional mutuo», o sea admitiendo las tesis nacionalistas (ilegales) sobre el mismo.
Es mentira que los nacionalistas respeten el ordenamiento constitucional español cuando exigen que la negociación sea de «tú a tú», lo que significa de igual a igual, colocando al mismo nivel al presidente del Gobierno español y al president de la Generalitat, lo que sería como colocar a éste a la altura de la alcaldesa de Barcelona o Gerona.
A Pedro Sánchez no parece importarle, aunque es uno de los puntos que más problemas le ha traído al violar el rango jerárquico constitucional. La parte no es igual al todo. Lo ha solucionado disponiendo entrevistas con los presidentes de todas las autonomías.
Así podrá verse con Torra (si antes no le inhabilitan por los lazos amarillos) sin causar protestas. Pero estén seguros de que su conversación con el presidente de Murcia o Castilla-La Mancha no será la misma que la que tenga con Torra. El resto sólo le sirven de coartada.
Es mentira que ambas partes jueguen limpio. Con un esfuerzo de imaginación, puede admitirse que Sánchez lo haga, aunque todo apunta que su principal objetivo es seguir en La Moncloa al precio que sea, pero los republicanos catalanes han dicho «lo volveremos a hacer» una y otra vez.
Y es mentira que estén informándonos honestamente del contenido de las negociaciones. Lo que nos dicen es tan escaso como opaco, como si tuvieran miedo de esos «avances» que anuncian. Más escepticismo aún genera la atmósfera «cordial» en que se desarrollan.
Las escasísimas fotos de sexteto en torno a la mesa y el lenguaje corporal de los protagonistas es todo menos afable: Ábalos hacia adelante mirando con gesto hosco a la cámara y Rufián recostado en su asiento tamborileando sobre la mesa. El resto, con cara de palo.
Y es que, la única verdad de esas reuniones es que, aunque se necesitan, no confían un pelo unos de otros. Con buenas razones.
José María Carrascal ( ABC )
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