A Meritxell Batet le acataban la Constitución como templarios, como trekis, como Mafalda, como borrachos, incluso negando la Constitución, un acatamiento con oxímoron y peineta. Desde su voladizo, Batet resolvió que todo aquello se ajustaba a la doctrina del Constitucional, olvidando que la fórmula podía tener su coletilla o su pluma, pero no «desnaturalizar o vaciar de contenido el acatamiento mismo».
Sin embargo, ante la literalidad de la Lecrim, del Reglamento del Congreso, del auto previo del TS, ante su propia responsabilidad y la sonoridad de gatillo de la palabra «automático», Batet tuvo que consultar al Supremo, a los letrados, al confesor o al horóscopo chino.
En su nuevo atril de alta dignidad, a Batet aún parece que se le caen la cara y los papeles como a Buster Keaton al final de Candilejas. La presidencia del Congreso siempre ha sido política, y eso con Sánchez, que más que un partido dirige una secta de túnica y harén, significa todo un monacato. Batet tiene una misión con amuleto, mechón y cianuro, casi al borde de la prevaricación o del suicidio.
La misión es no contrariar a esos tigres de plástico que son los indepes y, en estos días, sostener la cara alicatada de Sánchez hasta después de las elecciones. Intentó retrasar todo lo que pudo la suspensión de los presos, pero lo que no ha podido ocultar es el escorpión que ha metido Sánchez en la legislatura.
Con Batet, que es como una monja de Palmar de Troya del PSC, vamos a estar siempre mirando su voladizo, a ver si un día se marca un Roger Torrent. Pero no es sólo Batet. Ha faltado poco para tener un conflicto de legitimidades, al estilo Parlament, si acaso la Mesa hubiera votado contra la suspensión. De hecho, los miembros de Podemos han votado en contra.
Esos miembros que ha colocado Sánchez, una vicepresidenta y un secretario robesperianos (lo recordaba aquí Fernández-Viagas) que no creen que los representantes públicos deban estar sometidos a la ley. Ese Podemos sin ley ya no asalta cielos como supermercados de Sánchez Gordillo, pero será bisagrita del PSOE.
El Congreso está cerca de que las leyes se le caigan de los estantes como mapas en el camarote de un capitán. Sánchez ha conseguido convertirlo en una barcaza tambaleante, desanclando los leones y tirando las columnas como troncos a la maderada de historia de Madrid. Tenemos desacatos, freiduría indepe, pulsos a los tribunales y una presidenta devota. El Congreso es ya casi como el Parlament. Qué gran triunfo del presidentísimo.
Luis Miguel Fuentes ( El Mundo )
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