domingo, 25 de noviembre de 2018

Los Falconetti peregrinan a la cárcel-mausoleo de los Castro

Pedro Sánchez y Begoña Gómez

Huyendo de Cuelgamuros y de la sombra de Franco, los Falconetti -el Presidente cum fraude y su esposa Begoña, la bien pagá y mal arreglá- han peregrinado al mausoleo carcelario de los Castro, sito en las venerables ruinas de Cuba. Mientras la mayoría absoluta que, según la fraudulenta Celaá, forma el Gobierno, componía una melodía de albañal de esputadores y esputados, los okupas Sánchez y Gómez se han dedicado a visitar respetuosamente las tumbas de dictadores célebres, esas que en España se afanan en profanar.
Así tras meditar en el mausoleo marroquí de Mohammed V y Hasan II, volaron a la mayor tumba-prisión del mundo, bautizada por Rousseau y Cumerlato "La Isla del Doctor Castro", en recuerdo del Moreau de Julio Verne que aisló y creó "hombres nuevos" gorilescos, o sea, bolivarianos. Ya están de vuelta en España, para presumir de haber recuperado Gibraltar tras haberlo perdido en el Brexit y, por supuesto, sin haberlo recuperado. Lo que cuenta para ellos es que han cosechado muchas horas de televisión en sitios que suenan a importantes o que tal vez lo fueron y por eso suenan.

Begoña, de rojo estrepitoso

La gran ventaja para el periodista que cubra los viajes de la señora Falconetti es que no precisa comentario. Es una forma sin fondo, la viva imagen del quiero y no puedo, sombra perfecta de ese "sayón con hechuras de bolero" con el que Antonio Machado adivinó al fantasmón monclovita. Los vimos usurpar el papel de los reyes y muchos creyeron que por error. De eso, nada. Los Falconetti van de presidentes de la República que aún no ha proclamado Pablo Iglesias. Lo hicieron en Francia, con Begoña en el papel de Letizia, y lo han hecho en Cuba, con Snchz ocupando el del Rey. Para su desgracia, tenemos a unos reyes tan jóvenes y tan guapos que ellos, sobre usurpadores, resultan clamorosamente horteras, zafiamente ridículos.
Era penoso ver a la huesuda Begoña, enjaezada de rojo estrepitoso, con ganas de saludar como Rania de Jordania en la escalerilla del avión. Era siniestro ver a su marido de gris marengo funerario, posando ante los herrumbrosos barrotes carcelarios que componen la imagen del Che en la Plaza de Robolución, centro neurálgico de ese pozo sin fondo de miseria y terror que es la Cuba castrista. A ellos les da igual la foto en Auschwitz que en el Gulag. Entrarían a gatas en una pirámide de cartón para hacerse un selfi ante al auténtico sarcófago de Tutankamon, encontrado en el Rastro. Ni ética, ni estética. No los aceptarían de concursantes en Gandía Shore.

La basura comercial de la basura castrista

Mientras la UE se burlaba de la soberanía española a cuenta de Gibraltar, y el mentiroso compulsivo de la Moncloa trataba de engañar a la opinión pública con un supuesto éxito diplomático frente a la imperialista Teresa May, que hizo aullar de satisfacción a la Cámara de los Comunes asegurando la soberanía del Peñón robado, vestigio basuriento del Imperio, la prensa servil ante el castrismo, con El País (ahora republicano) al frente, esgrimía las mugrientas mamarrachadas de siempre.
Porque la propaganda pro-castrista de la izquierda instalada no ha cambiado en los casi sesenta años de dictadura: que hay que apoyar las reformas (como si hacerlas no dependiera sólo de los Castro); que España no debe dejar a los gusanos del exilio los grandes negocios futuros en la Isla; que tenemos una relación especialísima con los cubanos (salvo si son miembros de esa desagradable diáspora de los tres millones de exiliados); y, sobre todo, como repitió Falconetti, "que hay que romper el hielo". Es, sin duda, la metáfora más adecuada para el Caribe y para la oleada de calor que desató Obama cuando se arrodilló ante Castro II a cambio de nada y con los mismos argumentos: tratad bien al comunismo y habrá democracia.
Por supuesto, no hay negocio alguno en perspectiva, porque en una dictadura comunista se puede hacer dinero, pero no crear empresas, que eso es un privilegio político que la casta dirigente se reserva para sí. Confieso que lo único que me ha gustado del viaje de los Falconetti, aparte de los modelos de Begoña, es la llorosa petición de los inversores españoles para que les paguen los más de 300 millones de euros que les adeuda el régimen. No los verán sus ojos, ni merecen menos sus almas de negreros miserables.

La única política española con Cuba

España sólo puede tener un interés decente con Cuba y los cubanos: ayudar a derribar el régimen que la mantiene en la esclavitud y la miseria. No hay "intereses españoles" en la Isla que no sean los de ayudar a los que, contra toda esperanza, como Armando Valladares y los plantados contra la única institución sólida creada por el castrismo, que es el presidio político, han escrito con su sangre y con su vida la página más admirable de la lucha por la libertad en América. El que invierta en la dictadura merece la ruina. Es más, la tiene asegurada. Y yo me congratulo de ello; y de que no cobren. Espero que no pretendan cobrarnos a través de los Presupuestos ese dineral que no quiere pagar la multimillonaria narcodinastía de los Castro. Aunque ya Cobardiano Rajoy perdonó una millonada de la deuda pública, imagino que PP y Ciudadanos impedirán que Falconetti nos endose la factura de los meublés o las saunas chaperiles que tan bien conocen los Sánchez-Gómez.
El viaje ha sido una porquería y los resultados, los que merecen los criminales anfitriones y los desvergonzados turistas: rigurosamente nulos. Si Sánchez quiere ser el Zapatero de Cuba, estará a la altura de los Castro, como el infame Zetapé está a la de Maduro. Ojalá el Rey tome nota y no vaya a Cuba mientras los cubanos no tengan una leve esperanza de libertad. Hacerlo en estas mugrientas, criminales circunstancias sólo actualizaría los versos de Góngora: "sembré en la estéril arena / cogí vergüenza y afán".

Autor:Jimenez Losantos

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