domingo, 25 de noviembre de 2018

POR UN PLATO DE LENTEJAS

POR UN PLATO DE LENTEJAS
Lo que Pedro Sánchez vende como «victoria histórica» tiene toda la pinta de victoria pírrica, de Pirro, rey del Epiro, que destrozó a su ejército frente a los romanos. Se trata de una declaración adjunta al acuerdo del Brexit por la que Consejo y Comisión Europea descartan «que el controvertido artículo 184 del mismo sea aplicable a las futuras relaciones de Gibraltar con la Unión Europea».
Pero el artículo se mantiene con su frase trampa: «Respetando plenamente los respectivos órdenes jurídicos», una vía de escape. Ha querido cerrarse con otra garantía: «Las futuras relaciones entre Gibraltar y la Unión Europea deberán contar con el visto bueno de España». Aparte de la dudosa eficacia legal de tales añadidos, llevo medio siglo viendo a los ingleses hacernos promesas para sacarnos algo -abrir la Verja, más líneas telefónicas, co-soberanía, uso del aeropuerto-, y, una vez obtenido, salirnos con que los gibraltareños no les dejan.
¿Quién manda en Gibraltar? ¿Fabián Picardo? Picardo es, todo lo más, un alcalde. Quien manda en Gibraltar es el gobernador, un general o almirante, al tratarse de una base militar. Aunque, ante todo y sobre todo, es una colonia,
Lo certificó el propio Gobierno británico al inscribirlo en la lista de «territorios no autónomos» exigida por la ONU tras aprobar la «carta magna de la descolonización», resolución 1514/XV de su Asamblea General, que, en 1967, exigió a Londres descolonizar Gibraltar de acuerdo con España, «teniendo en cuenta el principio de la integridad territorial de los países» e «invalidando el referéndum celebrado el 10 de septiembre».
Podríamos incluso decir que Gibraltar venía estando bajo la jurisdicción de la ONU más que del Reino Unido. Y Bruselas, menos. Pero nada de eso se dice en el «acuerdo histórico» de Pedro Sánchez. Poco después, Mrs. May y Picardo advertían que nada había cambiado.
Creí que Sánchez tendría más cuajo. Pero se ve que lo reserva para batirse con la oposición. Va a escudarse en los «trabajadores transfronterizos», unos 10.000 dicen aunque, cuando se intenta censarlos, no aparecen por ninguna parte. Como los gibraltareños que viven en España, yendo al Peñón sólo a sus negocios, también invisibles.
Es lo que más me preocupa: que el Gran Gibraltar, desde Sotogrande a Algeciras, con sus sociedades opacas, su lavado de dinero, su contrabando de tabaco, sus alijos de drogas, se legalice porque nuestra clase política no ha tenido el valor de enfrentarse a los intereses del dinero sucio ni a la presión de los grandes países europeos. Más que una bajada de pantalones, se han vendido por un plato de lentejas. O de votos. Todos.
Habíamos perdido el Peñón y medio istmo, pero conservábamos la llave de la Verja. La hemos entregado en una de nuestras más sonadas derrotas contra nosotros mismos. La izquierda lo celebrará, olvidando, o ignorando, que Azaña, como ministro de la Guerra, como se decía entonces, del primer Gobierno de la República, ordenó hacer la instrucción de la tropa ante la Verja. La derecha calla avergonzada, al no haber hecho nada por evitarlo. Volvemos a depender de los demás y de la providencia.
José María Carrascal ( ABC

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