sábado, 13 de mayo de 2017

Las contradicciones y olvidos de los obispos de Cataluña en su adhesión al separatismo

Hablan de 'concordia' mientras se suman a un discurso de ruptura y de discordia

    

Este jueves los obispos de Cataluña hicieron pública una lamentable nota con la que se suman al desafío separatista encabezado por el gobierno autonómico que preside Carles Puigdemont.
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Pidiendo ‘concordia’ pero sembrando la discordia
La nota, que pide dos veces la “concordia” y dice “buscar la comunión y el respeto mutuo”, precisamente destaca por hacerse partícipe de todo lo contrario: siembra la discordia entre los católicos y toma partido por un grupo político que está intentanto desmembrar España. De hecho, en su punto más desafortunado, la nota afirma: “Nos sentimos herederos de la larga tradición de nuestros predecesores, que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña.
Dicen que Cataluña es una ‘realidad nacional’
Afirmando que Cataluña es una “realidad nacional”, los obispos catalanes toman partido por el separatismo. Y lo hacen contra el sentir de muchos católicos catalanes y contra la legalidad vigente, que establece que “La soberanía nacional reside en el pueblo español” (Artículo 1 de la Constitución) y afirma “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” (Artículo 2). Esto lo dice una Constitución que recibió un abrumador apoyo en referéndum de los españoles, catalanes incluidos. Esa ley fundamental de nuestra democracia estableció unas reglas de juego que fueron aceptadas por una inmensa mayoría, y lo que nos vienen a decir ahora los obispos de Cataluña es que se consideran por encima de esas reglas que los propios catalanes aceptaron. Me parece vergonzoso que unos pastores de la Iglesia hagan esto. Con esa lamentable nota están ayudando a minar la convivencia, que se basa necesariamente en el respeto a unas leyes justas que nos obligan a todos por igual. Que el gobierno autonómico de Cataluña haya apostado por el golpismo es algo criticable y escandaloso, pero que los obispos de esa comunidad española jaleen esa actitud irresponsable ya me parece el colmo.
Piden valorar la ‘lengua propia’ pero se olvidan de los hispanohablantes
La nota de los obispos catalanes también afirma: “El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura”. Y acto seguido vuelve a contradecirse, reclamando que sea valorada y estimada la “lengua propia” pero sin decir que la lengua mayoritaria de los catalanes es el español, una lengua que a día de hoy, y a pesar de ser cooficial en la región, está siendo desterrada de los colegios y perseguida desde las instituciones autonómicas, incluso mediante multas a los comerciantes que rotulan sus establecimientos en la lengua común. Los obispos catalanes ni siquiera hacen mención a estas agresiones contra los derechos de los hispanohablantes, como si no les importasen lo más mínimo. ¿Es que los católicos catalanes que hablan español no merecen la atención de sus obispos? ¿Un catalán que quiera ser buen católico, según estos señores, tiene que hablar catalán?
Lo que dijo San Juan Pablo II sobre el separatismo
No es de extrañar que, a día de hoy, Cataluña sea una de las regiones españoles en las que más terreno ha perdido la práctica de la religión católica. La Iglesia catalana ha puesto en marcha una versión separatista del “nacional-catolicismo” que hace que muchos católicos se sientan excluidos. Es lamentable que unos obispos, llamados como están a guiar a su pueblo por el camino de la salvación mediante la Palabra de Cristo, estén dedicándose a hacer campañas separatistas. Ante esta actitud, no puedo hacer menos que recordar el mensaje dirigido en 1994 por el Papa San Juan Pablo II a los obispos italianos:es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada. Se trata de una solidaridad que debe vivirse no sólo dentro del país, sino también con respecto a toda Europa y al tercer mundo. El amor a la propia nación y la solidaridad con la humanidad entera no contradicen el vínculo del hombre con la región y con la comunidad local, en que ha nacido, y las obligaciones que tiene hacia ellas.”

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