domingo, 27 de septiembre de 2015

El grosero tucumano – Alfonso Ussia

 

 
«Podemos», con el beneplácito de Ada Colau, ha infiltrado en el Ayuntamiento de Barcelona a un montonero tucumano que se ha permitido el lujo y el placer de vejar y humillar a la Bandera de España desde el balcón principal de la sede municipal barcelonesa. Las Fiestas de la Merced, celebradas con jolgorio en la Plaza de San Jaime, que alberga al Ayuntamiento y al Palacio de la Generalidad.
En España, dada la tibieza, la dejadez, la debilidad y el desmoronamiento moral de su Gobierno, la ilegalidad ha triunfado sobre las leyes. Se exhibe desde el balcón del Ayuntamiento barcelonés una Señera estrellada, que es una bandera no oficial además de partidista, y se forcejea para impedir que el portavoz del PP en el Ayuntamiento barcelonés intente mostrar la Bandera de España, que no sólo es oficial, sino obligatoria. Todo ello, con las cómplices sonrisas de Albert Bosch –al que presentó su libro independentista el Presidente del Congreso de los Diputados, Jesús Posadas–, Ada Colau, Artur Mas y Javier Trías, felices de contemplar la vejación a la Bandera de todos protagonizada por un tucumano comunista llamado Gerardo Pisarello. Un italo-argentino que nadie sabe qué coños pinta en el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, exceptuando a Pablo Iglesias, claro está.
Pisarello, que sabe muy poco o casi nada, o menos aún que nada de la reciente Historia de España, ha justificado su desprecio a la Bandera de la nación que le ha acogido y le da de comer con un tuit miserable: «No me esperaba esta escena en el balcón del Ayuntamiento en medio de las Fiestas de la Merced-15. Me ha salido el alma republicana. Gerardo Pisarello». Esa Bandera que un argentino del Tucumán humilla desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona fue la Bandera de la Primera República Española, que no cometió el error y el insulto de cambiar sus colores y composición, a excepción de la corona Mural por la Real. Pero este argumento detallista no pasa de ahí. Lo que resulta indignante es que ni el Fiscal –la Fiscal–, ni la Justicia, ni el Gobierno se han manifestado al respecto. Un tipejo como Pisarello tiene que ser deportado a su país inmediatamente, y que se ría –si se atreve-, de la bandera albiceleste argentina desde un Ayuntamiento tucumano. Cristina Fernández, la viuda de Kirchner, la princesa del bótox, la madre de los pobres y millonaria en el exterior, no aceptaría una humillación a la Bandera de todos los argentinos. Pero aquí, todo es posible, todo es realizable, todo es correcto y todo responde a la libertad de expresión, aunque los beneficiarios de esa libertad de expresión sean unos forajidos importados. Claro, que mucha culpa tienen también nuestros jueces, que han considerado que llamar al Rey Don Juan Carlos I «hijo de puta» es libertad de expresión. Y que reírse del Holocausto de millones de judíos y divertirse con los cadáveres de unas niñas asesinadas y los miembros mutilados de Irene Villa, «es humor negro». Si Pisarello compareciera ante el juez Pedraz, éste le aguardaría respetuosamente a las puertas de la Audiencia Nacional para pedirle perdón por las molestias.
Ignoro la situación legal del tucumano miserable. Si es español o sigue siendo argentino.
Si es lo primero, ha cometido un delito de ultraje a la Bandera. Si es lo segundo, ha cometido un delito de ultraje a la Bandera de la nación que le ha cobijado, y en este caso –como en el anterior–, tendría que haber sido detenido y en la mejor de las conclusiones, su culo – en cualquier otro país de Europa así sería–, estaría ocupando un asiento en un avión con destino Buenos Aires. Y de allí a Tucumán, a guitarrear la «Lunita Tucumana» de Atahualpa Yupanqui mientras humilla la Bandera de la República Argentina.
En España se respeta el sentimiento republicano. En España se respeta el sentimiento separatista. Pero no puede ser respetado el insulto público a España. El montonero tucumano, volando hacia Argentina, aunque su billete lo paguemos todos los españoles.
Mamarracho.

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