Rajoy lleva a la debacle a su partido pero él sigue inmóvil
Pierde otros 2,5 millones de votos, las mayorías absolutas de todas sus autonomías, las de las 8 capitales andaluzas y las de ciudades tan emblemáticas como Madrid y Valencia. Y además se queda solo, porque nadie quiere pactar con el “partido de la corrupción”. El balance de Mariano Rajoy como presidente del Partido Popular (PP) no puede ser más desolador, pero si Franco murió en la cama, al menos Rajoy ha despertado la conciencia cívica en España y ha optado por reducirse a cenizas en las urnas e inmolar con su hieratismo a su propio partido. Ni un atisbo de autocrítica o cambio se percibió en Génova 13 tras el fatal desenlace de las elecciones locales y autonómicas. Aún más: el PP se proclamó primer partido de España aunque pierda en 3 años lo que la erosión y desgaste del poder tarda normalmente 8.
Esperanza Aguirre y Rita Barberá: el populismo eran ellas y las urnas se lo han demostrado.
El PP ha perdido el Ayuntamiento de Madrid en favor de una desconocida Manuela Carmena y deja a Esperanza Aguirre a los pies de los caballos. Y en la Comunidad de Madrid, como en la mayor parte de las autonomías y grandes ciudades de España, depende de las exigencias y compromisos electorales de cambio que ha abanderado Ciudadanos. Su líder, Albert Rivera, uno de los triunfadores de la jornada, anunció enigmáticamente anoche que el PP “debe reflexionar sobre por qué ha perdido tanto y si debe seguir ahí”. Y es que si los populares abandonan el poder y comienzan su descomposición interna, el mayor beneficiado será Ciudadanos en las próximas elecciones generales porque bebe de su mismo electorado y se presenta limpio de polvo y paja,
Por el contrario, un pacto de Albert Rivera con un PP zarandeado por las urnas a causa de sus numerosos casos de corrupción y su salvaje abordaje sobre todo laboral (para los que no trabajan) y fiscal (para los que sí lo hacen) a las clases medias, los jóvenes y los mayores de 50 años, corre el riesgo de contagiarle como el ébola. De ahí que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que también ha perdido, pero “solo” 700.000 votos, se haya apresurado a sumarse al cambio y proclamar: ”Tenemos la responsabilidad de articular gobiernos progresistas y vamos a asumir esa responsabilidad”.
El panorama que dejan las urnas tras 3 años de Gobierno de Mariano Rajoy es desolador para el PP: sus feudos de Madrid y Valencia pasan a Madrid Ahora y Compromís, dos nuevas formaciones a las que no les costará ponerse de acuerdo con otros partidos para levantarle las faldas de su gestión a Ana Botella y Rita Barberá y, de paso, llevarse por delante a Esperanza Aguirre. Lo mismo ocurre en Cataluña con CiU, tras la irrupción de “Barcelona en Comú” y Ada Colau.
Pero los males del PP no acaban ahí. Pierde la mayoría en las 8 capitales andaluzas y donde no la suman PSOE y Podemos depende de nuevo de Ciudadanos, como le ocurre en La Rioja, Castilla y León (aquí con la variante del decisivo Unión del Pueblo Leonés) y Murcia. También pierde el Gobierno en la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Castilla la Mancha (llevándose también de premio a Cospedal), Extremadura y Cantabria. Las mareas y los nacionalistas le inundan su imperturbable Galicia y en el resto de España, donde no tenía implantación o poder sigue sin él: Cataluña, País Vasco, Canarias, Navarra y Asturias. Como una ironía del destino o una mueca histórica, solo le queda el camino de regreso con la mayoría absoluta en Ceuta. Peor imposible.
Aunque mal de muchos sea remedio de tontos, según el viejo aforismo español, el PP no está solo al borde del abismo. Le acompaña la altanera Rosa Díez, que también ha llevado a su UPyD hacia el suicidio colectivo, que es lo que ocurre cuando a los líderes políticos les siguen sus leales tropas de forma ciega y sin demasiadas preguntas. Con permiso de la diputada Irene Lozano, que se presentará como recambio, hoy UPyD ha quedado tan inutilizada como Izquierda Unida, que también ha sufrido un mortífero cáncer en forma de venda en los ojos. Entre los nacionalismos, el PNV y Coalición Canaria salvan los muebles, pero CiU ha quedado también tocada y herida de muerte, prisionera de los Pujol y sus escándalos. Curioso: el 24-M ha servido para enterrar por fin a toda la generación de la Transición política, de la que ya solo queda como testigo inmóvil e impertérrito Mariano Rajoy.
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