Charlie, libertad de expresión e "islamofobia"
El atentado islámico contra CharlieHebdo suscita de entrada tres
cuestiones: ¿qué carácter tiene esa revista? ¿Deben ponerse límites a
la libertad de expresión? ¿Qué alcance tiene la amenaza islamista?
La primera: Charlie es una revista de humor chabacano, una de cuyas
especialidades es cebarse en las religiones, especialmente la católica(mucho más que en la musulmana) con viñetas donde es difícil saber si
brilla más la estupidez o la zafiedad. Representa la tendencia
anarquista-laicista que ve en la religión el nido de todos los males.
Y su estilo revela su carácter o, si se quiere, su alternativa: el
poder de los macarras. Liberador, dicen.
La segunda: ¿debe haber límites a la libertad de expresión? De hecho
los hay, cada vez más y en una sola dirección. Para atacar de mil
modos a la Iglesia, con cualquier calumnia o injuria, hay vía libre;
es más, diversos poderes lo estimulan. Pero las ideologías hoy
dominantes no admiten bromas y tienden a convertirse en tabú: quien
haga chistes semejantes a los de Charlie o incluso mucho menos
ofensivos, sobre el feminismo, el homosexualismo, los abortistas,
etc., se expone a graves riesgos. La expresión comunista o de
simpatía hacia los comunistas está permitida, en cambio no lo está la
de los nazis. ¿Es que son menos enemigos de la libertad o han cometido
menos crímenes los primeros que los segundos?
Algunos afirman que los límites están en la prédica de la
violencia, y que los chistes de Charlie no incitan a ella. Pero, como
es sabido, la denigración un tanto brutal que hace de la religión
cristiana y sus representantes es precisamente el primer y fundamental
paso para justificar la violencia contra ellos. Después de todo, ¿qué
importa si a tales bestias eclesiásticas o a tales imbéciles creyentes
les “ajustan las cuentas”? Esa actitud, hoy muy extendida en las
sociedades europeas, tiene precedentes genocidas en España, no debe
olvidarse. ¿Y acaso los increíbles crímenes del Estaso Islámico contra
los cristianos han suscitado alguna reacción masiva y eficaz en
Europa? ¿Algo parecido a esa necia campaña de “yo soy Charlie”? Y
vamos a ver si realmente le imitan ahora.
Por otra parte, la ofensa a los sentimientos más profundos de mucha
gente, ¿tiene algún límite? ¿Podrían los afectados tomar represalias
si no encuentran amparo en la ley? No tengo solución a estos
problemas. Desde luego abomino de la espantosa acción islamista y no
estoy en contra de la libertad de expresión de Charlie, pero ni de
lejos me identifico con una publicación que me parece basura.
La tercera cuestión: sobre hechos como los señalados han opinado
algunos cretinos con mucha voz, tan abundantes en nuestra fauna
política y periodística, denunciando el peligro de “islamofobia” y
asegurando que se trata de cuatro fanáticos que no tienen nada que ver
con los auténticos musulmanes. Pero el peligro, y más que peligro,
porque es una realidad evidente, es la cristianofobia y la
hispanofobia, personificadas precisamente por tales cretinos.
Sin duda los asesinos son muy pocos, pero desde luego no están
aislados en el mundo musulmán. Creo recordar que Angela Merkel se
quejaba de la muy escasa reacción de los musulmanes y sus autoridades
ante las increíbles fechorías del EI. También ha ocurrido con la ETA
en España: eran y son muy pocos, pero les rodea la simpatía y
colaboración farisaica de mucha gente en Vascongadas y fuera, y de los
propios gobiernos de Zapatero y Rajoy. Esta es la realidad, no la
vanidosa e hipócrita ostentación de buenos sentimientos gratuitos por
parte de esos “orientadores” de la opinión pública.
El contexto de los sucesos es el siguiente: después de la II Guerra
Mundial se fueron imponiendo en varios países árabes regímenes
laicos, tolerantes con el cristianismo; algunos pregonaban un
socialismo árabe y no demostraban una excesiva aversión a Occidente,
sin tenerle por otra parte ningún afecto, salvo casos especiales como
Jordania o el Egipto de Sadat y Mubarak; pero estaban dispuestos a
adaptar de Occidente las técnicas, cierta tolerancia y normas sociales
que creían exitosas. Esa experiencia ha fracasado y dado lugar a un
movimiento extendidísimo de “volver a la pureza” del islam con todas
las consecuencias, esperando de ello un resurgimiento político,
cultural y económico, y la venganza por el largo tiempo sufrido de
imperialismo y colonialismo europeos. Curiosamente, Usa y la UE han
alentado y sufragado o apoyado militarmente las "primaveras árabes",
so pretexto de acabar con las dictaduras. El resultado ha sido imponer
una dictadura militar en Egipto, el caos en Libia, la guerra civil en
Siria e Irak, y la próxima vuelta de los talibanes en Afganistán.
Los islamistas están satisfechos. Consideran que están ganando
importantes batallas y tienen razón. En ese proceso entran atentados
como el de Charlie y tantos más. Después de todo, el islam es una
religión expansiva y de conquista, y no sé si todos, pero desde luego
muchos musulmanes están convencidos de que Europa sufre unaprofunda
decadencia y podredumbre moral, y obran en consecuencia. Y es en ese
contexto donde debe enfocarse el problema, y no en las apelaciones
vacuas y majaderas al “todos somos buenos”.
Para España, el problema aumenta por el recuerdo de Al Ándalus y
las apetencias marroquíes sobre Ceuta y Melilla (por el momento: su
eventual obtención les daría un enorme estímulo para proseguir con
otras). Y sobre todo porque en nuestra casta política predomina el
espíritu de Don Julián y el obispo Oppas sobre el de Don Pelayo o los
Reyes Católicos.
El atentado islámico contra CharlieHebdo suscita de entrada tres
cuestiones: ¿qué carácter tiene esa revista? ¿Deben ponerse límites a
la libertad de expresión? ¿Qué alcance tiene la amenaza islamista?
La primera: Charlie es una revista de humor chabacano, una de cuyas
especialidades es cebarse en las religiones, especialmente la católica(mucho más que en la musulmana) con viñetas donde es difícil saber si
brilla más la estupidez o la zafiedad. Representa la tendencia
anarquista-laicista que ve en la religión el nido de todos los males.
Y su estilo revela su carácter o, si se quiere, su alternativa: el
poder de los macarras. Liberador, dicen.
La segunda: ¿debe haber límites a la libertad de expresión? De hecho
los hay, cada vez más y en una sola dirección. Para atacar de mil
modos a la Iglesia, con cualquier calumnia o injuria, hay vía libre;
es más, diversos poderes lo estimulan. Pero las ideologías hoy
dominantes no admiten bromas y tienden a convertirse en tabú: quien
haga chistes semejantes a los de Charlie o incluso mucho menos
ofensivos, sobre el feminismo, el homosexualismo, los abortistas,
etc., se expone a graves riesgos. La expresión comunista o de
simpatía hacia los comunistas está permitida, en cambio no lo está la
de los nazis. ¿Es que son menos enemigos de la libertad o han cometido
menos crímenes los primeros que los segundos?
Algunos afirman que los límites están en la prédica de la
violencia, y que los chistes de Charlie no incitan a ella. Pero, como
es sabido, la denigración un tanto brutal que hace de la religión
cristiana y sus representantes es precisamente el primer y fundamental
paso para justificar la violencia contra ellos. Después de todo, ¿qué
importa si a tales bestias eclesiásticas o a tales imbéciles creyentes
les “ajustan las cuentas”? Esa actitud, hoy muy extendida en las
sociedades europeas, tiene precedentes genocidas en España, no debe
olvidarse. ¿Y acaso los increíbles crímenes del Estaso Islámico contra
los cristianos han suscitado alguna reacción masiva y eficaz en
Europa? ¿Algo parecido a esa necia campaña de “yo soy Charlie”? Y
vamos a ver si realmente le imitan ahora.
Por otra parte, la ofensa a los sentimientos más profundos de mucha
gente, ¿tiene algún límite? ¿Podrían los afectados tomar represalias
si no encuentran amparo en la ley? No tengo solución a estos
problemas. Desde luego abomino de la espantosa acción islamista y no
estoy en contra de la libertad de expresión de Charlie, pero ni de
lejos me identifico con una publicación que me parece basura.
La tercera cuestión: sobre hechos como los señalados han opinado
algunos cretinos con mucha voz, tan abundantes en nuestra fauna
política y periodística, denunciando el peligro de “islamofobia” y
asegurando que se trata de cuatro fanáticos que no tienen nada que ver
con los auténticos musulmanes. Pero el peligro, y más que peligro,
porque es una realidad evidente, es la cristianofobia y la
hispanofobia, personificadas precisamente por tales cretinos.
Sin duda los asesinos son muy pocos, pero desde luego no están
aislados en el mundo musulmán. Creo recordar que Angela Merkel se
quejaba de la muy escasa reacción de los musulmanes y sus autoridades
ante las increíbles fechorías del EI. También ha ocurrido con la ETA
en España: eran y son muy pocos, pero les rodea la simpatía y
colaboración farisaica de mucha gente en Vascongadas y fuera, y de los
propios gobiernos de Zapatero y Rajoy. Esta es la realidad, no la
vanidosa e hipócrita ostentación de buenos sentimientos gratuitos por
parte de esos “orientadores” de la opinión pública.
El contexto de los sucesos es el siguiente: después de la II Guerra
Mundial se fueron imponiendo en varios países árabes regímenes
laicos, tolerantes con el cristianismo; algunos pregonaban un
socialismo árabe y no demostraban una excesiva aversión a Occidente,
sin tenerle por otra parte ningún afecto, salvo casos especiales como
Jordania o el Egipto de Sadat y Mubarak; pero estaban dispuestos a
adaptar de Occidente las técnicas, cierta tolerancia y normas sociales
que creían exitosas. Esa experiencia ha fracasado y dado lugar a un
movimiento extendidísimo de “volver a la pureza” del islam con todas
las consecuencias, esperando de ello un resurgimiento político,
cultural y económico, y la venganza por el largo tiempo sufrido de
imperialismo y colonialismo europeos. Curiosamente, Usa y la UE han
alentado y sufragado o apoyado militarmente las "primaveras árabes",
so pretexto de acabar con las dictaduras. El resultado ha sido imponer
una dictadura militar en Egipto, el caos en Libia, la guerra civil en
Siria e Irak, y la próxima vuelta de los talibanes en Afganistán.
Los islamistas están satisfechos. Consideran que están ganando
importantes batallas y tienen razón. En ese proceso entran atentados
como el de Charlie y tantos más. Después de todo, el islam es una
religión expansiva y de conquista, y no sé si todos, pero desde luego
muchos musulmanes están convencidos de que Europa sufre unaprofunda
decadencia y podredumbre moral, y obran en consecuencia. Y es en ese
contexto donde debe enfocarse el problema, y no en las apelaciones
vacuas y majaderas al “todos somos buenos”.
Para España, el problema aumenta por el recuerdo de Al Ándalus y
las apetencias marroquíes sobre Ceuta y Melilla (por el momento: su
eventual obtención les daría un enorme estímulo para proseguir con
otras). Y sobre todo porque en nuestra casta política predomina el
espíritu de Don Julián y el obispo Oppas sobre el de Don Pelayo o los
Reyes Católicos.
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