domingo, 24 de marzo de 2013

El primer año del bipartito andaluz se salda con más paro, déficit y recortes

ANIVERSARIO DE GRIÑAN
Aquella tarde del Domingo de Pasión de 2012, José Antonio Griñán lo tenía todo preparado para la despedida. Sabía que iba a perder y daba por descontado que se finiquitarían tres décadas ininterrumpidas de Gobiernos socialistas en la Junta de Andalucía. Cuando atravesaba el pasillo del hotel Barceló Renacimiento, antes de entrar en la rueda de prensa de la derrota victoriosa, Griñán empezaba a gestionar los restos de un naufragio esperado. Era el fin de los años dorados de una administración que aún controla un presupuesto de 30.706 millones de euros.
El PSOE no sólo perdió la mayoría absoluta y la relativa, sino que ni siquiera fue el segundo partido más votado. Ganó (con una victoria pírrica) el PP de Javier Arenas, pero Griñán se apresuró a cambiar el argumento. Lo vendió como una derrota por goleada al enemigo. El candidato a la Junta de Andalucía, que ya llevaba tres años en el poder tras el dedazo de Chaves y Zapatero, empezó ese mismo 25 de marzo a hacer guiños a la izquierda.
Pasada la Semana Santa, el PSOE empezó a llamar a IU. Abril fue el mes de la negociación y en mayo se configuró el nuevo Gobierno. Griñán consiguió colocar a Manuel Gracia, un socialista cabal e integrador, en la Presidencia del Parlamento, pero no tuvo más remedio que aceptar la Vicepresidencia para Diego Valderas, su contrincante de hacía apenas un mes y medio, impidiendo su idea de diseñar un equipo a su medida. Y eso que el coordinador regional de IU había denunciado en la campaña electoral cómo los socialistas habían convertido la Junta de Andalucía “en su cortijo”.
Griñán empezó su Gobierno obviando la corrupción en Andalucía. En los 27 folios de su discurso de investidura apenas le dedicó dos párrafos al segundo asunto que más preocupa a los españoles. Era el 2 de mayo de 2012 y Antonio Fernández, exconsejero de Empleo, estaba en prisión por orden de la juez Mercedes Alaya, la noche del pescaíto de la Feria de Abril de Sevilla. Un mes antes lo había hecho Francisco Javier Guerrero, exdirector general de Trabajo de la Junta, y su chófer, Juan Francisco Trujillo. Existía más corrupción: la del caso Invercaria. En el primer escándalo la Junta lo calificó como un asunto “cuatro golfos”. Del segundo dijo que ni siquiera existía. En el asunto de los ERE (tras un fracaso absoluto de la comisión parlamentaria) hay ya ocho personas en prisión; en el de Invercaria su expresidente ya está imputado por malversación de caudales públicos.
 
El regreso de la confrontación
 
Había escaso margen para la duda: volvían los años de la confrontación con un Gobierno socialista en Andalucía y un Gobierno del PP en el Ejecutivo Central, como ocurrió entre 1996 y 2004 con Manuel Chaves y Gaspar Zarrías de arietes contra José María Aznar y Javier Arenas. Pero esta vez el PSOE no ha estado solo: se ha encontrado el aliado de la coalición de izquierdas, dedicada a tocar poder (Vicepresidencia, Fomento y Vivienda, además de Turismo y Comercio) sin descuidar la calle y la movilización social.


Los socialistas andaluces han salido muy tocados por el escándalo de los ERE falsos y la fractura interna entre rubalcabistas y chaconistas con Griñán apoyando a la política catalana, a pesar de que este se erigió como presidente de la Ejecutiva Federal y dejó que se utilizara su nombre como posible recambio en la Secretaría General del partido. El PSOE-A vive en la paradoja: coincide su momento electoral más débil con el de más influencia en el partido.
Si el Ejecutivo de Mariano Rajoy recortó en todo lo recortable, el bipartito no quiso ser menos y adoptó en su acción política rebajas en el Estado del Bienestar, también en las partidas en principio intocables como Sanidad y Educación, aunque la Junta se comprometió a destinar 320 millones de euros hasta 2016 para un proyecto por la inclusión social en Andalucía. Griñán también prometió “preservar los derechos sociales de las familias andaluzas” aplicando "fórmulas de gestión que nos permitan ahorrar sin recortar derechos". No fueron los únicos recortes. También subió impuestos, paralizó obra pública y rebajó el sueldo de los funcionarios, mientras estos sufrían la administración paralela de la Junta, presa de la ley del enchufismo de Griñán. El Gobierno andaluz ha recurrido ocho sentencias que no le daban la razón en la aplicación de esta norma.
El punto más alto de tensión en 2012 entre el Gobierno autonómico y el Central se produjo a finales de julio cuando Griñán se plantó y anunció que tendría que cerrar 19 hospitales y despedir a 60.000 empleados públicos en toda Andalucía. Era un farol. No lo hizo. ¿Por qué utilizó esas cifras? El día 31 de ese mes se había producido la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, había exigido un recorte en 3.000 millones de euros (un 10% de las cuentas de la Junta).
 
Déficit del 2,02% del PIB y un paro del 36%
 
De poco sirvió esta rebaja presupuestaria. Andalucía acabó el año con un déficit del 2,02% del PIB. La Junta logró reducir el déficit un 40% (en 2011 fue del 3,46 %), lo que para la comunidad autónoma supone casi 2.000 millones de euros. Con esa liquidez (Andalucía sólo paga a tiempo las nóminas de sus empleados) ya en septiembre tuvo que pedir dinero al FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) y acabará 2013 pagando un 75% más por su deuda, que en octubre de 2012 se elevaba a 2.700 millones de euros.


El paro, y esto sin duda es lo más grave, continúa desbocado. Hay un millón y medio de andaluces desempleados y la tasa alcanza ya el 36%. En la provincia de Cádiz la cifra se dispara al 40% y el paro juvenil asciende al 60%. El presidente de la Junta de Andalucía lanzó a principios de enero de 2013 un Pacto por Andalucía del que nada se sabe y el Pacto por el Empleo, firmado por el Gobierno, sindicatos y empresarios se firmó el 20 de marzo, apenas cinco días antes del primer aniversario del bipartito y justo cuando empezó la operación Heracles dirigida por la magistrada Alaya.
En el plano de coordinación política sí ha existido una buena sintonía entre Griñán y Valderas, aunque este ya insinúa que si la juez imputa al presidente de la Junta se acabará el bipartito. El líder de izquierdas no ha tenido problemas en combinar el traje y la corbata con el atuendo de manifestante, como ejemplificó en la celebración del 28F, el Día de Andalucía, al asistir al acto institucional en el Parlamento, luego encabezar la manifestación en la Puerta de Carmona de Sevilla y regresar a la vestimenta oficial en la entrada de las Medallas de Andalucía e Hijos Predilectos en el Teatro de la Maestranza.
¿Y Griñán? Se siente muy cómodo con los griñaninis Susana Díaz (la consejera de Presidencia e Igualdad, la número 2 oficiosa de la Junta) y Mario Jiménez (vicesecretario general y ex portavoz del Parlamento). También con la débil oposición, inmersa en un interruptus casting interno para suceder a Javier Arenas como cartel de las elecciones autonómicas. El presidente todavía no ha dejado muy claro si se presentará a los comicios de 2016. Griñán quizá se despierte muchos días pensando lo bien que le hubiera venido que el PP hubiera ganado por mayoría absoluta para dedicar su tiempo libre de honorable jubilado del Aljarafe de Sevilla a escribir novelas y ver películas a mitad de semana, en versión original, en los cines Avenida.

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