viernes, 21 de enero de 2011

En el Senado quieren "ser más tontos en cuatro idiomas"

Manolo Saco,bloguero del diario zapaterista Público se desmarca con los pinganillos del Senado.

"Sus señorías han llegado a la conclusión de que las lenguas no están para entenderse, sino para incomunicarse".

«Cómo ser más tonto en cuatro idiomas». Este título, que invita sin duda a embeberse el artículo que sigue a continuación, es una síntesis de la postura que mantiene Manuel Saco con respecto a la «polémica de los pinganillos» del Senado.
El bloguero de Público siempre suele ser rompedor e iconoclasta. Lo que pasa es que en esta ocasión lo es con respecto a la postura editorial de su periódico y a la que vienen manteniendo muchos de sus compañeros, como Ignacio Escolar o Isaac Rosa, entre otros.
El periodista cuenta que Ortega y Gasset, al que no le impresionaba «la cultura de los políglotas», se refirió a Salvador de Madariaga, después de una trifulca que había mantenido con él, como «un tonto en cinco idiomas».
Pero Saco sigue siendo el mismo y aporta a continuación un granito de arena, de cuya factura no puede negar su paternidad:
«Recordándole [a Salvador de Madariaga] el viejo adagio de que lo que la naturaleza no da ni la Universidad de Salamanca lo suministra. Y eso que no llegó a conocer a Juan Pablo II, quien a pesar de dominar al menos diez idiomas, según sus hagiógrafos, creía en tantos disparates que merecieron ser recogidos en un libro hilarante que hoy se conoce como Biblia».
Después de esta salida del tiesto, propia de la casa, se adentra en la traducción simultánea de la Cámara Alta:
«Ahora, en el Senado, sus señorías, que ya no se entendían ni en castellano, idioma que todos dominaban, han decidido hablar entre ellos en cuatro idiomas, añadiendo a su Babel el gallego, el euskera y el catalán».
Él se pregunta el porqué de esta decisión y el mismo se lo responde:
«Han llegado a la conclusión de que las lenguas no están para entenderse, sino para incomunicarse, para poner barreras entre pueblos, para reivindicar las diferencias».
Y apostilla como no podía ser menos:
«Para, en fin, ser más tontos en cuatro idiomas y con un pinganillo colgando de la oreja».
De su frase seleccionada, verdadera en líneas generales, se pueden hacer algunas precisiones. No han sido todos los senadores los que han apoyado esta medida tan descalificada. Ha sido propuesta por los nacionalistas y ha contado con el apoyo del PSOE.
Es verdad que los políticos de distinto signo difícilmente se entienden en España. Los idiomas no va a dificultarlo más, porque el problema es falta de voluntad.
El gran acierto de Saco está en que la intención de los nacionalista es utilizar la lengua «para poner barreras entre pueblos, para reivindicar las diferencias». Ése es el verdadero problema de la controversia.
Los partidos nacionalistas e independentistas siguen basando su estrategia en dos ejes: marcar diferencias con el Estado y las demás autonomías, y ganar terreno.
La traducción simultánea a cuatro idiomas autonómicos es, al mismo tiempo, una conquista de grupos políticos como PNV, CíU, ERC o BNG, y una cesión más del PSOE.

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