lunes, 1 de marzo de 2010

Cayo se calla.

La muerte del preso político cubano Orlando Zapata, a consecuencia de la huelga de hambre que llevaba a cabo, como denuncia de su maltrato por parte de la dictadura (lo vamos a repetir para que en los telediarios de la Sexta, la 1 y desgraciadamente el resto de cadenas, lo aprendan de una vez: ¡DICTADURA!) cubana, ha vuelto a poner en evidencia la doble moral de buena parte de la izquierda española, precisamente de aquella más amante de la manifestación de fin de semana por la cuestión más remota que ocurra en el resto del planeta. Y mientras que ante la discutida y polémica huelga de hambre de la activista saharaui, Aminetu Haidar, montaron la gran campaña mediática y social de denuncia, ante una indiscutible huelga de hambre (prueba de ello es que ésta ha acabado con la muerte del huelguista en cuestión) han preferido hacer mutis por el foro.



Y es que no podemos obviar la razón para que Izquierda Unida y sus satélites, el PSOE más zapateril y bibianesco y demás progresía autóctona, se animen a protestar con su habitual histrionismo o, por el contrario, prefieran mirar hacia otro lado, cuando se trata de denunciar falta de libertades o pisoteo de los derechos humanos. Todo depende de si el agresor es de los suyos o no. Si el que no convoca elecciones libres, asesina, tortura, encarcela o simplemente censura a los medios de comunicación e incluso deja sin conexión a internet a sus nacionales: enarbola la bandera roja, poco o nada se les va a oír.


Los mismos que exigían democracia en el Chile de Pinochet, y que en España todavía mencionan a un Franco muerto desde hace 34 años (aunque Garzón no se lo crea), para poder ejercer su papel de víctimas históricas a manos de una dictadura, no han movido un solo dedo para protestar cuando los suyos han sido y –aun hoy- son los dictadores, encarceladores, torturadores y asesinos. No protestaron contra China, al menos no con su habitual corrosividad antifascista o “anti neo liberal” cuando la matanza de estudiantes de Tiannamen, porque seguramente estaban en fase depresiva por la inminente caída del muro de Berlín y del telón de acero. Tampoco esperamos ahora que hagan nada. Para ellos Cuba es una revolución continuada desde hace 50 años, y eso debe hacer que la vida de los disidentes allí valga menos que la de Víctor Jara o los desaparecidos en Argentina, que las carnes humanas que sufren palos y golpes sean más resistentes al dolor que las de aquellos que pasaban por los calabozos de la Puerta del Sol durante el franquismo, que los camboyanos muertos en el genocidio de Pol Pot no hayan existido nunca, que la libertad no sea importante cuando es el Partido Comunista quien gobierna en un régimen de partido único, que las vidas de los Zapatas valgan 0 si protestan contra Castro y 10 si lo hacen contra un dictador derechista o contra una democracia como EEUU. No serían coherentes con su hipocresía moral, la misma que les hace ser muy solidarios con el dinero ajeno y olvidarse de su compromiso social cuando dejan de ser proletarios y se convierten en burgueses (véase SGAE). Y por todo esto es por lo que no se oye al tan concienciado doctor Llamazares, ni al ciclista repelente Herrera. Y Lara -el camarada Cayo- como un putas se calla.

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