miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Qué hacemos con Zapatero?



Los muñidores de la imagen de Zapatero, inasequibles al desaliento, tienen puesta su esperanza en el próximo mes de enero. Suponen que la presidencia española de la UE será suficiente para recuperar el prestigio perdido por el líder socialista en su quinquenio de gobierno.
Puntualiza Manuel Martín Ferrand en ABC que por el momento, según el CIS, siete de cada diez ciudadanos no confían -no confiamos- en su capacidad para enfrentarse a la crisis y abordar los muchos y graves problemas que tiene pendiente la Nación.
El de León prosigue con sus maniobras de distracción, tal que la reforma de la Ley del Aborto o la de Libertad Religiosa; pero, aun aceptando la trascendencia de sus contenidos, hay asuntos más urgentes y prioritarios, sean cuales fueren el espíritu y las ideas con la que se aborde el análisis de las necesidades de España y de los españoles.
En su soledad canaria de La Mareta, en un marco más propio para un jefe de Estado que para un primer ministro, Zapatero puede soñar con las vestiduras europeas con las que espera engrandecer su presencia a partir de enero y hasta fin de junio, como marca el reglamento rotatorio de la Unión; pero será insensato si no le ha dedicado especial atención al problema que se cuece en Cataluña y que, en buena medida, es obra suya.
A la hora de su investidura, para garantizarse el apoyo del tripartito instalado en la Generalitat, prometió asumir el Estatut que elaborara el Parlament. Sembró un viento que ya es tempestad, antes de que el Tribunal Constitucional emita una sentencia que tendrá efectos sobre el trabajo legislativo realizado en estos últimos dos años.
La ligereza complaciente de líderes como Zapatero, capaces de priorizar su interés personal y coyuntural sobre los más grandes y permanentes del Estado, da lugar a situaciones indeseables.
Agravado por el marco de una crisis económica en la que no consigue detener la sangría del paro, el conflicto institucional que ha germinado la levedad del presidente será el factor dominante en el último cuatrimestre de este maldito 2009.
Quienes confiaron en el «talante» como herramienta podrán advertir ahora que la política es algo más serio que un chascarrillo y una improvisación en la que no se han medido sus posibles consecuencias.
¿Qué porcentaje de desconfianza popular habrá de alcanzar el líder para que el sanedrín socialista se pregunte: qué hacemos con Zapatero?

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