"La COP se ha convertido en una gran feria de las energías renovables, una plataforma formidable para hacer negocios", cuenta un empresario que ha estado estos días en Dubái. Lo que arrancó en 1995 como un foro impulsado por el activismo ideológico se ha convertido en un ente ingente, en el que ha entrado el gran capital. No sólo los inversores 'nativos' en renovables, sino también los que siempre han explotado energías fósiles y ahora trabajan en su giro estratégico. La mejor prueba es que el anfitrión de la COP28 ha sido Dubái, miembro de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los países más influyentes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Son los fondos soberanos de esas naciones, vecinas en el Golfo Pérsico, las que han dispuesto su chequera de petrodólares a disposición de Occidente. Con España a la cabeza, un país con mimbres suficientes para convertirse a medio plazo en una potencia energética en Europa. "Pedro Sánchez ha comprendido en la COP que las políticas opresivas o exclusivas no tienen futuro. No se puede exigir a las industrias con mayor poder transformador que arrimen el hombro, penalizando a la vez su capacidad inversora", apuntan fuentes conocedoras de los contactos bilaterales. "Los fondos han sido muy claros: si el marco fiscal no se adapta de forma sostenible, no podrán invertir. Le han dado un baño de realidad".
El viraje de Pedro Sánchez con las energéticas
Las conversaciones en Dubái explican el sorprendente viraje del Gobierno con el impuesto a las energéticas, defendido a capa y espada hasta hace escasos días, y que figura en el acuerdo de coalición de PSOE y Sumar. No es casual que fuera la propia Teresa Ribera, la que anunciara que el impuesto está en proceso de revisión. Y lo hizo, precisamente, en Dubái. Pocos días después lo confirmaron en público Pedro Sánchez y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
Los técnicos del Ministerio están trabajando en dos vías. La primera apunta a la flexibilización del polémico impuesto. El Ejecutivo tiene decidido que lo revisará, pero cierra las puertas a retirarlo por ahora. Necesita mantenerlo para cumplir lo pactado con Sumar y -no lo olvidemos- para seguir recaudando, en un momento en que otras figuras impositivas (IRPF, IVA y, sobre todo, Sociedades) empiezan a ralentizarse.
La segunda vía de acción es el análisis de bonificaciones que sirvan para estimular la inversión. Esas ayudas compensarían, en parte, el impacto del impuesto en las cuentas de las compañías; las mismas que el Gobierno necesita para que España lidere la transformación verde.
Entre los afectados cunde aún el pesimismo, si bien el giro atisbado en la COP28 abre una ventana de esperanza. "Hablar de incentivos a las inversiones industriales era ciencia ficción hasta hace nada", confiesan desde la cúpula directiva de una empresa energética. "Queda mucho por concretar, pero al menos la música es distinta".
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