El Gobierno ha procedido a una demolición indigna, y retransmitida en directo, del CNI con la complacencia de Robles para satisfacer a los independentistas. Es su enésimo golpe al Estado,
El presidente del Gobierno trató de zanjar este martes la crisis del espionaje al separatismo catalán de la forma más indigna: entregando a ERC la cabeza de la responsable del CNI, Paz Esteban, para asegurar el mandato de su Ejecutivo toda la legislatura. Tras esta demolición retransmitida en directo del CNI, la única institución que le faltaba al sanchismo por prostituir en público, ya no queda organismo esencial del Estado que el Gobierno no haya horadado, manipulado, pervertido y sometido a extorsión. El resultado es otro triunfo del independentismo y un retrato de lo que es el Ejecutivo de Pedro Sánchez, con una ministra de Defensa que ya ha dejado de ser creíble porque a su férreo apoyo de días atrás a Esteban solo ha seguido su negativa a dimitir; y con un ministro de Presidencia, Félix Bolaños, que por orden de Pedro Sánchez ha abierto en canal la seguridad del Estado.
La utilización del CNI como argumento político de claudicación ha sido solo una inmensa mascarada y la escenificación obscena de una estrategia de victimismo del Gobierno para pesar en la misma balanza dos cosas muy diferentes: la investigación legal del Estado sobre dieciocho líderes del independentismo, y la intervención del teléfono de Pedro Sánchez a manos de un ‘agente exterior’. Espiados unos por el Estado con lógica autorización judicial, Sánchez ha querido presentarse a su vez como víctima de un espionaje equivalente e ilegal. Y todos en paz. Pero el error cometido es brutal porque ha arrastrado por el barro la credibilidad de los servicios de inteligencia a petición expresa de quienes se han propuesto socavar el Estado. Pactar con el separatismo y someterte a quienes tienes necesidad de espiar porque prometen volver a delinquir no tiene explicación, salvo en la cabeza de Sánchez y en su obsesión por usar a las instituciones como peones de su juego.
El papel de la ministra de Defensa no pudo ser ayer más sumiso a Sánchez, más apegado al cargo y más incomprensible. Si días atrás ligó su propio futuro político al de Paz Esteban con los elogios que le habían negado Bolaños o la ministra portavoz, ayer se enredó en falsas consideraciones técnicas para vestir de credibilidad una decisión política derivada de la estulticia del Gobierno por caer en la trampa de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. ¿Por qué el portavoz socialista sostuvo anteayer que «no hay ni una sola razón» para destituir a Esteban, cuando debía de saber que iba a caer? De hecho, bien lo ha divulgado Moncloa. No era un globo sonda. Era una presión inadmisible para generar el caldo de cultivo de su inmediato cese, con el separatismo sacando pecho. ¿No reportaba Esteban a Robles todo lo que conocía? Si era así, Robles debe marcharse también. Bien por dignidad y empatía con su subordinada, bien porque si ella ha fallado, también lo ha hecho la ministra. ¿Y no sostuvo Robles que el CNI siempre actúa conforme a la legalidad? Si es así, ¿por qué se destituye a Esteban? No es convincente que haya sido por fallar en el espionaje ‘exterior’ a nuestro Ejecutivo, entre otros motivos porque la vigilancia y supervisión de la seguridad de esos teléfonos no es competencia orgánica ni expresa del CNI. El sanchismo solo habla de cortafuegos cuando ya ha negociado con Junqueras o Aragonés dónde frenar la sangría. Lo demás, es solo una coartada para construir un relato tóxico y perverso, según el cual el Estado falla y el separatismo es injustamente tratado. La maniobra no puede ser más oscura e inquietante.
Lo que ha ocurrido revela la repetición de un círculo clásico que nos desprotege a todos. Primero, un servicio de inteligencia accede a información y elabora advertencias que remite al Gobierno para actuar. Segundo, el Ejecutivo los ignora o infravalora. Tercero, surge un daño al Estado o cualquier golpe estratégico. Y finalmente, se culpa de ello al CNI y se le desapodera. La imagen exterior de España es la de una chapuza. Un país que vende de esta manera a sus servicios secretos por interés personal y táctico de su presidente es un país que emite pésimas señales de confianza. Y si además el separatismo guioniza el proceso llevando al Gobierno del ronzal, afirmando como ha hecho Junqueras que lo perdonarán todo si Sánchez corta cabezas y se compromete a no investigarles más; y si Podemos sigue torpedeando al Ejecutivo desde dentro, la percepción solo puede ser la de un presidente que arrastra los pies sin rumbo ni criterio. Si el Gobierno alega que el CNI es ineficaz, algo inédito en un presidente solvente, y a la vez alaba a su jefa destituida, qué conclusión quiere que extraigan los ciudadanos si no es la de que este es el manual perfecto para destrozar al Centro por dentro y por fuera. Sánchez es una metástasis para el Estado.
ABC
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