No está muy claro el origen de la expresión «oler a cuerno quemado» que como sustancia rica en queratina parece ser que es parecida a la del pelo o las uñas cuando se queman, que es más habitual porque, sospecho, que no son muchos los que han experimentado a qué huele un cuerno cuando se quema, pero la expresión está ahí y como locución adverbial se suele utilizar cuando se quiere señalar el desagrado o la sospecha que genera determinada actuación.
Hay quien sitúa el origen de la expresión en el olor que desprendían los libros y escritos que la Inquisición ordenaba quemar. Algunos, más osados, señalan que era el olor que, metafóricamente, desprendían los cornudos al ser quemados en un auto de fe.
No lo creo, porque la Inquisición vigilaba, fundamentalmente, cuestiones relacionadas con el dogma y no tanto con las de la moralidad y las costumbres, siempre que ciertas prácticas o situaciones no afectasen al dogma. El cornudo no complaciente era víctima de la ligereza en cuestiones amatorias de la esposa, mientras que el complaciente, tenía cuernos por propia voluntad y, sospecho que tampoco en esa circunstancia, la Inquisición estaba por quemar al cornudo.
Pues bien, a los miembros del gobierno del PSOE, que tienen que disimular por salvar la estabilidad del Ejecutivo, y a su militancia que tiene menos que disimular, ha sentado a cuerno quemado que Yolanda Díaz, en plena campaña de lanzamiento personal, haya dicho que ella advirtió, ya en el mes de febrero, con antelación suficiente, de que la epidemia de la Covid-19 se nos venía encima y era necesario tomar medidas. Eso, dice Díaz, que decía en privado porque en público afirmaba lo contrario y sostenía que no había razón para alarmarse. Un doble lenguaje que habla muy mal de ella y supone todo un patinazo en su proceso de promoción personal. No es por eso por lo que a los del PSOE le ha sentado a cuerno quemado lo dicho por Díaz, segunda vicepresidente —no digo vicepresidenta por aquello de que si el vicepresidente fuera hombre debería decir, en buena lógica, vicepresidento— del gobierno, sino porque los deja en muy mal lugar al poner de manifiesto, si es verdad lo que dice, que no se tomaron las medidas necesarias para dar cuerda a actividades que eran queridas al gobierno.
También huele a cuerno quemado el que Yolanda Díaz, siendo militante del Partido Comunista y habiendo defendido posturas de izquierda radical, señale ahora que su proyecto va de transversalidad política y quiere ir más lejos de donde electoralmente llegó el PCE, Izquierda Unida, las mareas gallegas o las confluencias podemitas. Se ha dado cuenta de que la extrema izquierda a la que pertenece no tiene mucho futuro en un proyecto donde busca ser la estrella más rutilante. En este caso el olor a cuerno quemado no llega sólo a las pituitarias de sus compañeros de gobierno o a las narices de los socialistas. Ese olor va mucho más lejos, tomado en el sentido de la locución adverbial de la RAE, al definirlo como acción que genera una sospecha.
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