Por mucho que ahora insistan en que el problema de la homofobia es grave y que los ataques a homosexuales se han incrementado en un porcentaje que varía en función de quien habla, es imposible para el Gobierno disimular la utilización política que está haciendo de este problema. 

El suceso que aparentemente se produjo este domingo pasado contra un joven que declaró a la Policía haber sido salvajemente agredido por ocho individuos encapuchados estuvo siendo manipulado durante dos días seguidos por el presidente del Gobierno y por su ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska de una manera descarada por lo que tuvo de decisión de adjudicar a Vox e indirectamente al PP la creación deliberada de un clima de opinión hostil hacia el diferente.

Que todo homosexual, lesbiana o transexual vota a la izquierda es rigurosamente falso

En el caso de los grupos LGTBI sucede que la izquierda ha decidido patrimonializar la lucha por los derechos de ese colectivo, dejando así a la oposición del centro y la derecha políticas fuera del círculo virtuoso de defensa de los derechos humanos y de las libertades de cualquiera que viva en nuestro país.

Es un esfuerzo que está teniendo un éxito indudable porque parece existir en ese colectivo la convicción de que sólo con el PSOE y otros partidos de la izquierda y la ultraizquierda sus libertades están garantizadas.

Aceptar ese principio nos lleva al esperpento de considerar que todo homosexual, lesbiana o transexual vota a los partidos de ese sector ideológico, lo cual es rigurosamente falso.

Pero eso es en definitiva lo que insinuaba este lunes en televisión el ministro del Interior al lanzarse a reprochar a Vox, e indirectamente también al PP, la creación de un clima de hostilidad al colectivo LGTBI, cosa que no se sostiene. 

Cuestión distinta es que sobre el intento de adoctrinamiento de los niños en los colegios los partidos de centro y la derecha se hayan opuesto de manera frontal. Pero eso no significa que exista la menor hostilidad hacia las personas con características diferentes a las de la mayoría.

El problema del ministro del Interior es que en esta ocasión, como en otras muchas anteriores, se ha pasado de la raya y en este caso se ha precipitado de manera absolutamente irresponsable dando por acreditados hechos que estaban siendo investigados por la Policía, que nunca tuvo clara la veracidad de las acusaciones del joven supuestamente agredido.

Al ministro le ha podido más la utilización política del asunto que la exigencia de rigor a la que está obligado»

Y parece mentira que el hoy ministro haya sido juez en su vida anterior porque con su comportamiento dinamita los más elementales principios de una investigación, el primero de los cuales es no dar por hecho nada hasta que la investigación no haya concluido. Pero al ministro le ha podido más la utilización política del asunto que la exigencia de rigor a la que está obligado y su condición de gay por encima de su actuación como responsable gubernamental. 

Pero es que aquí llueve sobre mojado con respecto al señor Marlaska. No hay más que recordar las agresiones contra los diputados de Ciudadanos en la marcha del Orgullo de julio de 2019, cuando hubo manifestantes que les lanzaron lejía y compresas e incluso se les orinaron encima y que terminó haciendo que la Policía les sacara de la manifestación para evitar males mayores.

En aquella ocasión el ministro Marlaska se cubrió de gloria, como ahora se ha vuelto a cubrir, cuando la víspera de la jornada de celebración  puso a los representantes del partido naranja en la diana al criticar a quienes «pactaban de una forma tan descarada y obscena con quien trata de limitar los derechos LGTBI» en referencia a Vox. «Si alguien no entiende que eso debe tener alguna consecuencia en un sentido u otro podría calificarse de irresponsable» añadió.

Y vaya si tuvo consecuencias. Pero lo que aquí interesa es señalar hasta qué punto el ministro del Interior puso en la diana a los miembros de Ciudadanos incumpliendo así una de sus primeras obligaciones, como es la de procurar las condiciones para que toda convocatoria pública se desarrolle sin incidentes y en paz. Y, desde luego, la de no señalar culpables sin tener acreditada esa acusación.

Y no sólo hizo eso. Marlaska intentó además desmentir los hechos filtrando a algunos medios de comunicación un atestado policial falso en el que se sostenía que no constaba ninguna agresión a los miembros de Cs salvo el lanzamiento de objetos no peligrosos como «botellas de agua vacías» y en el que se aseguraba que los representantes de Ciudadanos «en ningún momento siguieron las instrucciones policiales ni sus consejos».

Sin embargo, cuando a través del Portal de Transparencia se reclamó la presentación de ese informe policial el ministerio se negó alegando razones de «seguridad nacional». Nada menos. Pero no acaba aquí la cosa. En aquella ocasión Marlaska intentó que 10 guardias civiles y otros tantos policías desfilaran de uniforme en la manifestación del orgullo. Olvidaba o ignoraba el ministro que dos leyes orgánicas prohíben taxativamente que tanto policías como guardias civiles asistan de uniforme a cualquier manifestación. 

Es del todo razonable que desde los partidos agredidos se pida su dimisión de un puesto al que no hace honor

Y una vez más no hubo modo de que el ministro hiciera pública la carta que había enviado a cada uno de los directores generales de ambos cuerpos. Ante la petición de hacer públicas esas cartas el ministerio se limitó a responder: «No tenemos nada que decir al respecto».

Conclusión: el señor Marlaska pone siempre su condición de gay por encima de su condición de ministro aunque en el caso que ahora nos ocupa, el de la agresión inventada de Madrid, ha estado acompañado de todo el sector de izquierdas empeñado en acusar a los partidos de centro y de derecha de ser enemigos de gays, lesbianas y transexuales porque algunas de estas formaciones políticas critican acerbamente el intento de adoctrinar a los niños en las escuelas.

Pero, como diría Carmen Calvo: «no, bonito, no, la defensa de los derechos de los diferentes no es exclusiva de la izquierda, no».

Por eso y por el comportamiento desastroso del señor Marlaska en éste y en  otros episodios deplorables protagonizados por él como ministro, es del todo razonable que desde los partidos agredidos se pida su dimisión de un puesto al que no hace honor y que le queda demasiado grande.

el Independiente