«El presidente trató de ocultar en el Liceo barcelonés la indecente felonía de prometer indultos a cambio de los votos separatistas»
Iván Redondo es un político muy sagaz, con capacidad sobresaliente para urdir relatos que esquiven la realidad. Tras las elecciones de noviembre de 2019, Pedro Sánchez necesitaba que los 13 diputados de ERC votaran en el Congreso a favor de su investidura y que más tarde apoyaran los Presupuestos Generales del Estado. El presidente cometió entonces la felonía de prometer indultos a cambio de los votos separatistas. Los sigue necesitando si quiere aprobar nuevas leyes durante lo que le resta a la legislatura.
La devastadora reacción de la opinión pública ante tanta indecencia y tanta indignidad cuartearon la estabilidad política del presidente del Gobierno. Iván Redondo se dio cuenta de que era imprescindible articular un relato que salvara la cara a Pedro Sánchez. Y urdió una inteligente operación para ensombrecer el fondo del asunto, justificando los indultos a través de la concordia constitucionalista, el rechazo de la «venganza», la magnanimidad, el aplauso a la conciliación y la necesidad de una agenda política que encauzara los desplantes de los dirigentes secesionistas catalanes y favoreciera el reencuentro. Puso en marcha a los medios de comunicación afines, a los incontables columnistas del sanchismo y a los tertulianos audiovisuales. La muleta sabiamente presentada fue embestida por numerosas voces independientes que se precipitaron a discutir los inconvenientes y las ventajas de conceder los indultos. Iván Redondo ha conseguido sus objetivos y, en gran parte, el debate no gira hoy sobre la indecente felonía del do ut des sino sobre los beneficios que proporcionará a España la concesión del indulto a los encarcelados por condena unánime del Tribunal Supremo.
Durante el show, ayer, en el Liceo barcelonés, Sánchez se reafirmó en sus camelancias del reencuentro y la reconciliación. Fue la punta de lanza del relato de Iván Redondo que ha adulterado el fondo de la cuestión. El presidente del Gobierno, con todo su aparato mediático desplegado, repetirá los sofismas en el Congreso y en otros foros relevantes. La gran farsa, en fin, se está imponiendo e Iván Redondo avanza en un relato que difumina la indigna jugarreta del sanchismo, escoltada ya en los flancos por las mascarillas arriadas, las leyes sociales y las anheladas vacaciones.
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