domingo, 21 de marzo de 2021

Iglesias, Sánchez y la izquierda hipócrita

 La vicepresidencia de Iglesias es la culminación de un fracaso, porque ha demostrado que se vive mejor en la oposición



FRANCISCO MARHUENDA

No creo que nadie esperara una campaña de guante blanco una vez que Iglesias ha irrumpido como candidato con la prioridad de ganar a Errejón. Es verdad que el líder de Más Madrid no se presenta, pero la primera razón que ha motivado la maniobra de abandonar un despacho en el que no pegaba palo al agua ha sido, precisamente, destruir a su antiguo amigo. La vicepresidencia no era más que una carcasa vacía de contenido dedicada únicamente a la agitación política contra la parte socialista del gobierno.

El aparato propagandístico de Iglesias se dedicaba a hacer oposición y filtrar unas batallitas para mayor gloria de los inexpertos representantes de Podemos. Esos debates ideológicos no han existido y el silencio ha sido lo habitual en el consejo de ministros. La falta de preparación y la inexperiencia de los ministros comunistas, con la excepción de la titular de Trabajo, ha hecho que nada tuvieran que aportar salvo la propaganda.

Con cierta ironía se indica que el ausente Castells está más ocupado con sus colaboraciones periodísticas y sus excentricidades universitarias que en gestionar una cartera pequeña que le viene grande. En el caso de Garzón su actividad es un misterio irresoluble en un ministerio que es un ridículo premio de consolación y Montero ha conseguido organizar una sucesión de líos enormes.

La llegada de Podemos había despertado grandes expectativas, pero finalmente ha quedado en nada. La vicepresidencia de Iglesias es la culminación de ese fracaso, porque ha demostrado que se vive mejor en la oposición. La razón no es que sea un gobierno de coalición, que hay muchos en toda la Unión Europea y, por supuesto, en autonomías y ayuntamientos españoles. El problema es que no tenía ningún proyecto más allá de seguir con la estrategia de activismo y propaganda que caracteriza a Podemos.

En cambio, las experiencias de la participación de IU en los gobiernos refleja, se coincida o no con sus planteamientos, una visión institucional que asume, además, el retroceso en las siguientes elecciones porque ha tenido la oportunidad de poner en práctica aspectos de su programa electoral. No recuerdo que sus socios socialistas les hayan acusado de desleales en autonomías o municipios. En cambio, no se puede decir lo mismo de Iglesias y su equipo en el gobierno de España.

Por tanto, Iglesias abandona el barco para dedicarse a lo que más le gusta que es el activismo y la propaganda. El adelantamiento electoral en Madrid le ha dado la oportunidad de renunciar a una vicepresidencia en la que se aburría y alejarse de todo aquello que le incomoda por cuestiones personales o políticas. Ahora tiene como objetivo vengarse de Errejón, que consiguió humillarle en Madrid, así como enfrentarse a Ayuso, que es una de las figuras más importantes del PP.

Lo hace con el estilo barriobajero que utilizaba como periodista aficionado en la Tuerka o tertuliano en los programas televisivos que tanto añora y tan feliz le hacían. Las descalificaciones personales, los insultos y los exabruptos de estos días serán el hilo conductor de su campaña. Por supuesto, todos irán contra la presidenta madrileña, porque el PSOE necesita conseguir Madrid después del fracaso en Murcia.

Es curiosa la doble vara de medir de la izquierda política y mediática. Los socialistas buscan tránsfugas en Castilla y León, al igual que hacían en Madrid, pero las críticas han sido para el PP y los diputados de Ciudadanos que se negaron a apoyar la indigna moción de censura en Murcia. En este caso sí los llaman tránsfugas, pero no sería criticable o cuestionable si beneficiara a la izquierda. Es la hipocresía a la que nos tienen acostumbrados. En este mismo sentido, no se puede pactar con Vox mientras se apoyan en comunistas, antisistema, independentistas y bilduetarras que quieren destruir España.

Los madrileños afrontan el reto de elegir entre un gobierno que mantenga las políticas de libertad, progreso social y económico como el actual, presidido por Ayuso, o uno condicionado por los comunistas y antisistema como sucede en España. Madrid se ha convertido en un baluarte frente a las políticas radicales y la alternativa no es la socialdemocracia, sino un gobierno socialista-comunista que incluiría a Más Madrid y Unidas Podemos. No puede ser una alternativa más inquietante e intervencionista, así como inestable teniendo en cuenta las atormentadas relaciones entre Errejón e Iglesias. El calvario que ha sufrido y sigue sufriendo Sánchez es lo que le espera a Gabilondo con vicepresidentes y consejeros de estas formaciones.

El argumentario de campaña de la izquierda pasa por la destrucción política y personal de Ayuso, lo vimos el viernes con los ataques de Iglesias, que, sin ningún fundamento, dijo: «Es más que probable que acabe en prisión». Es lo que haría con todos los que no pensamos como él y es lo que hacen en sus admirados regímenes dictatoriales de Venezuela y Cuba. Es lo que han hecho siempre los comunistas cuando llegan al poder. Por cierto, no solo con políticos, empresarios, periodistas e intelectuales de otras ideologías, sino también con las personas de izquierdas que no se someten al partido. Esto es lo que significa realmente esa frase, porque investigar para un comunista es fabricar pruebas e inventar delitos con lo que acabar con cualquier atisbo de disidencia.

Es lo que hacen en Hong Kong. Un gobierno de izquierdas es una opción muy inquietante, algo que no diría si fuera solo socialista. A nadie le preocupa que Castilla La Mancha o Extremadura estén gobernadas por el PSOE, la razón es que no hay comunistas y antisistema en el gobierno. Por ello, que Madrid se convierta en una pieza más del disparatado «Juego de Tronos» de Iglesias es un inquietante panorama para la comunidad que es el motor económico de España y un faro de esa libertad y progreso que detesta el líder populista.


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