La manera más fácil de disimular la gestión criminal de este gobierno, es cuando parece que antepone los intereses de España a los propios del gregarismo al que nos han acostumbrado. A estas alturas no engañan.
En ocasiones parece que normalizan la gestión gubernamental, rebajando la imposición del yugo al que nos han sometido sin escrúpulos. Quizá las presiones desde Bruselas obligan a modificar la actitud de despotismo, como ahora que discuten el destino de los fondos a PYMES y Autónomos después de haber sido abandonados millones de hacendosos ciudadanos durante la pandemia, salvo para exprimirlos fiscalmente. Meras poses obligados por Europa, el salvavidas que nos mantiene a flote y a salvo de la radicalidad bolivariana con la aquiescencia socialista.
Esa normalidad es una apariencia frente al núcleo corrupto demostrado en la intención de gobernar, incluso dinamitando las instituciones del Estado con un afán intervencionista tras el que se esconde la verdadera ambición golpista desde aquella moción de censura que engañó a todo el país, inaugurando un modo de hacer política basado en la mentira permanente.
Pero cuanto más desgaste van acusando, les conviene gobernar sin ínfulas totalitarias que han caracterizado a Sánchez e Iglesias y más cuando se vislumbra un denso panorama judicial para los comunistas. La libertad de expresión sigue siendo un gravoso inconveniente que Iglesias no ha podido coartar.
Hasta ahora los desmanes de la corte bolivariana en España disponen de diques de contención que han evitado condenas por delitos de corrupción; si la justicia no estuviese intoxicada ya habría investigaciones en curso, incluso por alta traición, en el caso de que en España existiera tal dignidad de defenderla ante las afrentas de sus enemigos dentro y fuera de nuestras fronteras.
No hemos de olvidar el oscuro caso de las maletas Delcygate y las relaciones inconfesables con Maduro; cómplices incluso en el fraude electoral norteamericano como ha denunciado el general Flynn. Todo es sospecha en el modo de actuar de manera solapada y secreta.
Probablemente de la compra de voluntades-que admitió la embajada de Venezuela-estén pringados hasta el tuétano todas las cabezas visibles de este desgobierno criminal y alguna más en las sombras. Alta traición derivada de las oscuras artes ejercidas por el malabarista de La Moncloa que hasta ahora también ha disfrazado de gestión gubernamental la vileza de entregas territoriales con pactos a espaldas de la ciudadanía. Todo se verá con Marruecos, verbigracia.
Uno es el aforamiento y otro el PSOE. Esos diques se han debilitado con el paso del tiempo y acabarán cediendo a la presión pese a que la Calvo Poyato haya quitado hierro al asunto de las desavenencias dentro de la coalición. De la vinculación en oscurantistas estrategias se sospechan múltiples irregularidades y solo por ello están obligados a entenderse más allá de las diferencias mostradas en un gobierno de alianza por conveniencias.
Están sujetos por los mismos hilos a fuer de haber incurrido en las planificaciones de corruptelas e intereses sectarios tapándose unos y otros, porque llevan en los genes políticos y personales la tendencia a creer que están por encima de las leyes y del bien y del mal, dotados de una moral tóxica y, por ende, permisiva con el crimen.
Pero esa autosuficiencia se convertirá en el talón de Aquiles cuando las diferencias se conviertan en irreconciliables. Van camino de ello. Si las divergencias se aparcaron para gobernar, cuando peligre el control de Pablo Iglesias sobre sus socios la tendencia será la amenaza y la confrontación interna.
Además, hay una inercia inevitable en que se sumirá el PSOE cuando esté obligado a reaccionar públicamente para disociarse de los hechos delictivos que están siendo investigados en la mesa de los jueces, con los líderes de Podemos en primera línea de la sospecha pública. Eso si no se logra parar la actividad de los tribunales imparciales.
Las alianzas y pactos del socialismo y el comunismo no están registrados con notario ni publicitados más allá de intereses tabernarios a espaldas de los españoles. Esos pactos secretos podrían resquebrajarse si Pedro Sánchez desconfía de Iglesias que ha dado muestras de cierto nerviosismo; tanto que en sus peroratas ha dejado traslucir la intención de la censura para controlar desde la vicepresidencia a la misma Justicia.
Al PSOE le conviene el disimulo frente al electorado potencial-el escaparate de las elecciones incluso con fraude-y no los indicios de pánico. Aunque no sería extraño que Pedro Sánchez usara la espada de Damocles judicial para controlar a sus peligrosos socios.
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