Hace unos meses en plena pandemia Pablo Iglesias llamó fascista al diputado Espinosa de los Monteros y cuando éste abandono la reunión al ver que el Presidente no le amparaba en su derecho a no ser insultado, el líder de Podemos , como si fuese el repartidor de carnés de demócratas, le dijo «cierre la puerta al salir». Ese insulto se ha convertido en una costumbre y hoy cualquier fascista llama fascista a su enemigo político.
Ya sé que no se estila, pero hoy quiero hacer un ejercicio de dignidad personal distanciándome del miedo que provoca atreverse a defender los derechos de los apestados de la política española que están siendo denostados, insultados, perseguidos y agredidos durante esta campaña electoral en Cataluña.
Admiro la valentía de algunos representantes políticos de VOX que se atreven a ejercer su derecho a hacer campaña electoral en las calles, rodeados de energúmenos que presumen de ser demócratas porque obedecen las consignas de sus respectivos partidos pero que se comportan como bestias pardas e ignorantes contumaces de las reglas de juego en libertad. La confrontación de ideas se hace con la palabra y no con el grito y aún menos con el puño cerrado como amenaza de la agresión física que se anuncia.
Cualquier experto en psicología de comportamiento de masas sabe que quienes gritan, rompen, amenazan y agreden son la infantería, es decir, la masa que obedece pero no piensa, porque detrás de ella están las voces melifluas y los tonos artificialmente moderados de los verdaderos enemigos de la libertad que les jalean y les envían a hacer el trabajo sucio.
Si existe un país en el mundo en el que cualquier travesti de la política se siente capaz de repartir carnés de demócratas y anti demócratas, es España, donde el concepto que más se ha devaluado en los últimos años es el de fascista, que se arroja verbalmente contra cualquiera que no sea de izquierdas y acredite que con el tiempo no se ha amariconado, como han hecho algunos conocidos dirigentes del PSOE o del antiguo PCE a los que han borrado de la lista de gente que luchó por la recuperación de las libertades en España.
Pero no quiero desviarme de mi tesis inicial porque significaría que pretendo disfrazar con una reflexión genérica una denuncia que tiene términos muy concretos: me parece infame que ningún partido político haya denunciado la actitud violenta de ciudadanos que están intentando impedir que un partido político como VOX ejerza su derecho a pedir el voto y a explicar por qué lo pide.
Llegado a este párrafo les advierto a quienes ya están afilando el lápiz, pero no su inteligencia, para descalificarme por la defensa de un derecho que estoy haciendo de los votantes de un partido con el que no tengo nada que ver, que diría lo mismo si se intentase impedir que ejercieran su derecho a hacer campaña electoral en libertad los candidatos de Podemos o de los independentistas, hipótesis que en Cataluña no se daría porque allí un amplio sector de la ciudadanía acostumbra a votar a gente con tics dictatoriales, que no cree en la libertad de los demás y además están convencidos de que los demócratas son ellos.
Diego Armario
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