Pedro Sánchez, ante el Peñón
España tenía una oportunidad única pero su Gobierno la ha dilapidado, quizá sin marcha atrás: España renuncia a la soberanía y se traga un paraíso fiscal en su territorio.
Como en tantas otras decisiones políticas suyas, Pedro Sánchez acaba de cerrar un acuerdo sobre Gibraltar con el Reino Unido cruzando una línea roja, con nocturnidad, prisas y sin el más mínimo consenso con el PP de Pablo Casado -el único partido alternativa de Gobierno-, pese a que todo el “dossier" relacionado con la soberanía del Peñón es, sin duda alguna, cuestión de Estado.
Emulando aquel viral “esto hay que cerrarlo como sea” que hizo famoso José Luis Rodríguez Zapatero en una cumbre euromediterránea, Sánchez ha obligado a su ministra de Asuntos Exteriores, la desconcertante Arancha González Laya, a firmar el pacto en las últimas horas del pasado año acorralada por la amenaza de un Brexit duro, sin aprovechar la oportunidad histórica (y sin duda irrepetible) que se le abría al Gobierno de España para reclamar la soberanía o al menos la cosoberanía de la colonia.
A la espera de que Sánchez se digne acudir al Congreso de los Diputados a detallar ante los representantes de la soberanía nacional el alcance de un acuerdo que “obligará” a sucesivos gobiernos, son muchos los expertos en el asunto que hablan de “lamentable ocasión perdida” para cerrar un contencioso en el que el PSOE ha optado siempre por el buenismo de una relación a tres (Madrid-Londres-Gibraltar), que trata al Peñón de igual a igual con dos estados soberanos, y no por exigir una inequívoca soberanía sobre la Roca.
Sánchez y Laya han dilapidado una coyuntura que se entiende fácilmente. Con el Reino Unido fuera de Europa, Gibraltar quedaba literalmente sin margen de maniobra, en cuanto frontera exterior de la Unión Europea.
Suponía la quiebra del sistema económico que ha convertido a los habitantes del Peñón en unos privilegiados con un envidiable nivel de vida. Precisamente por eso, en el referéndum del Brexit la permanencia venció mayoritariamente entre los “llanitos”.
Y precisamente por eso, Sánchez tenía en esta ocasión la sartén por el mango. Podía haber apostado por convencer a los gibraltareños de que su futuro sería mucho más confortable junto a España que con el país al que Boris Johnson acaba de condenar a un más que incierto porvenir.
No son pocos los diplomáticos que se llevan estos días las manos a la cabeza con un lamento unánime: “Les hemos dado todo sin pedirles nada a cambio…”
A las negociaciones sobre la bocina con su homólogo británico, la ministra Laya se presentó con una estrategia de partido en vez de con una potente posición de país, siguiendo esa reiterada costumbre del presidente de actuar como si disfrutara de una cómoda mayoría absoluta. Y no son pocos los diplomáticos que se llevan estos días las manos a la cabeza con un lamento unánime: “Les hemos dado todo sin pedirles nada a cambio…”
Son los mismos diplomáticos que cruzan las críticas al Gobierno en los pasillos del Palacio de Santa Cruz por haber franqueado las puertas de la Unión Europea a Gibraltar sin tan siquiera haber obligado al ejecutivo de Fabián Picardo a aceptar y promover entre sus súbditos al menos la cosoberanía española a cambio de mantener su statu quo y disfrutar del “calor” que ofrece Bruselas.
Nada de eso ha sucedido. Al revés. Tal vez Sánchez se dejó impresionar por el pulso de Johnson a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, dejando a miles de camioneros -muchos de ellos españoles- bloqueados a las puertas de Dover, en una especie de aviso a navegantes.
Sin embargo, si Londres no firmaba un pacto con Madrid, los gibraltareños tenían tanto que perder como los vecinos de la Línea de la Concepción. Por eso, La Moncloa tenía mucho margen de maniobra para aprovechar esa “oportunidad histórica”, que Sánchez ha dejado pasar por delante para parir un ratón.
El resumen de Margallo
Claro que muchos españoles se preguntan estos días, visto hasta dónde parece dispuesto a llegar el líder socialista con los independentistas catalanes o los herederos de ETA, por qué le iba a importar ahora dar esta batalla por la soberanía de Gibraltar manteniendo vivo el pulso histórico con el Reino Unido.
Lo ha resumido con claridad, en estas últimas horas, el exministro José Manuel García-Margallo: "Esto supone renunciar a la soberanía para siempre y permitir la existencia de un paraíso fiscal en las puertas de casa y condenar al Campo de Gibraltar a una situación mucho peor”.
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