sábado, 19 de diciembre de 2020

Tocomocho mínimo vital de Iglesias

 Prometieron que lo cobrarían 2,3 millones de españoles, tras medio año son 160.000 Ay, puñetera hemeroteca. Con sonrisa amarga, repaso en la página de La Moncloa el vídeo y la información del 29 de mayo donde se anunció con máxima alharaca el «ingreso mínimo vital». Eran los días previos a que Sánchez se pusiese de canto ante el Covid endosándoselo a las comunidades. Por entonces, el Gobierno copaba la televisión de sol a sol. Ese día comparecieron Iglesias y los ministros María Jesús Montero y Escrivá. A sus espaldas, un gran rótulo con el lema del momento: «#Saldremos más fuertes» (otra patochada propagandística, pues sabían que estaba cociéndose la segunda ola,mientras Mi Persona chapoteaba en Canarias y Doñana con sus amiguetes a costa del Estado). En la rueda de prensa, Iglesias adopta esa voz queda, teatral y empalagosa que reserva para los hitos estelares del asalto a lo cielos. A punto de levitar, proclama: «Hoy es un día histórico para nuestra democracia y un honor para mi como vicepresidente de Asuntos Sociales anunciar que nace un nuevo derecho social en España, el ingreso mínimo vital». El anuncio copó todos los titulares. El Gobierno «progresista» presentaba lo nunca visto: cada español en apuros recibiría una paga del Estado, hubiesen cotizado antes o no, por un mínimo de 426 euros y un máximo de 1.015. La ayuda llegaría «a 850.000 hogares, un total de 2,3 millones de personas». En el portal de La Moncloa, una lámina con el dibujo de una familia feliz todavía recuerda esas cifras. El «nuevo derecho», explicó Iglesias, «permitirá atender a personas que se vieron sumidas en una pobreza sobrevenida por el Covid-19». El «escudo social» en plena acción ¡Qué maravilla! ¿Y qué pasó después? Pues que transcurrido ya medio año del pomposo anuncio, el Gobierno que peor gestiona de la zona euro solo ha conseguido que cobren el ingreso 160.000 personas, frente a los 2,3 millones prometidas. A finales de agosto, un allegado íntimo del sanchismo,Pepe Álvarez, el asturiano reconvertido en nacionalista catalán que dirige la UGT, ya dio el primer aviso: ojo que la gestión es tan«caótica» que todavía nadie ha cobrado. Un  convertido en palabrería las promesas (mientras el ministro a cargo del tema, Escrivá, encantado de haberse conocido, sigue impartiendo lecciones magistrales).Sufrimos un Gobierno muy malo, porque no se centra en mejorar la vida de las personas, sino en crear problemas nuevos, como acosar a los jueces y a la monarquía, o meter mano al bolsillo de la clase media(se acaban de cepillar absurdamente las desgravaciones de los planes de pensiones). Se dedican a intentar formatearnos la mente con con leyes «sociales». O a fomentar una España de hilvanes difusos, donde mandan vascos y catalanes, absolutamente sobreprimados, mientras los demás somos unos parias, que siendo mayoría debemos conformarnos con ver desde la barrera como Sánchez e Iglesias diseñan un no-país con Junqueras y Otegui. Propaganda, narcisismo y gloriosas trolas, como el tocomocho mínimo vital que vendía eufórico el hacendado de Galapagar.

ABC


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