Pablo Iglesias
Es inadmisible que se descontrole una inmigración política, provocada por Rabat en respuesta a los excesos de un cargo público cuyos excesos dañan siempre a España.
La llegada en masa de inmigrantes a Canarias y el traslado de muchos de ellos a Granada y otras provincias, en ocho vuelos pagados y escondidos por el Gobierno, retrata la incapacidad, la demagogia y el cinismo de un Ejecutivo superado, de nuevo, por las circunstancias.
Conviene recalcar que no estamos ante una crisis migratoria tradicional, necesitada de una respuesta humanitaria rauda que no puede estar condicionada por factores de ningún tipo cuando se trata, simplemente, de salvar vidas.
Aquí asistimos a una estrategia política de Marruecos que, en represalia a las palabras de Pablo Iglesias sobre el Sáhara, ha llenado Canarias de inmigrantes enviados con premeditación para presionar a España y hacerle ver cuáles pueden ser las consecuencias de inmiscuirse en lo que considera asuntos propios.
Se trata en su inmensa mayoría de magrebíes movilizados por Rabat por el Rey Mohamed; y no de huidos de conflictos bélicos ni del hambre que, jugándose la vida y extorsionados por mafias indecentes, llegan exhaustos a la costa sur de Europa.
La respuesta del Gobierno ha oscilado entre la negligencia, la incompetencia y la falsedad, con sumisión ante Marruecos
Y ante eso, la respuesta del Gobierno ha oscilado entre la negligencia, la incompetencia y la falsedad, permitiendo un paisaje final de sumisión ante Marruecos; de indefensión de poblaciones de recogida como Granada o Valencia y de ocultación de los hechos.
Todo ello grave siempre, pero especialmente en tiempos de pandemia sanitaria y crisis económica, donde los ánimos, las fuerzas y los recursos de tantos escasean o han desaparecido.
Todo esto lo ha provocado el irresponsable que España padece como vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que debe pensar que el resto de países toleran las intromisiones en su soberanía que él mismo protagoniza e incentiva en nuestro país.
Por mucho que el Sáhara tenga derechos no reconocidos, corresponde su gestión a organismo internacionales y no a un dirigente infantil que convierte sus prejuicios ideológicos en discursos oficiales del Ejecutivo.
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