Ángela Vallvey
Resulta tremendo que el partido morado, auto-calificado feminista, queagita el color de la bandera de las mujeres e incluso cambió de nombre,poniéndolo en femeni no («Unidas», también plural de Izquierda Unida), ofrezca continuos escándalos que implican a personas que,
autodenominándose feministas, parecen más bien fieles seguidoras de lapa tética consigna: «información vaginal, éxito asegurado». Deplorable
espectáculo. Porque el feminismo lleva siglos luchando por los derechos y el respeto a las mujeres, lo que (antes, al menos) incluía eximirlas de usar su vagina como único instrumento de logro social o político. Claro que, nuevas oleadas teóricas que se dicen feministas reivindican cosas que a las
feministas clásicas les quitarían el sueño (a muchas, hoy, las desquician), verbigracia: considerar la prostitución un «trabajo más». Etc. Del Derecho Natural, la Democracia y la Justicia, que fueron ideas cruciales del pensamiento feminista en sus comienzos, en época de la Revolución Francesa, se llegó al sufragismo y luego al marxismo, para continuar atravesando la historia de las ideas y recalar en el psicoanálisis,
lesbianismo, «diferencia», inmigración, ciber-feminismo, trans… Ahora, las nuevas corrientes feministas son heterogéneas, creativas, casi innumerables, a veces contradictorias y enfrentadas. Como tantas palabras que en su momento contuvieron ideas poderosas que han logrado cambiar el mundo, igualmente el término «feminismos» se ha convertido en una excusa detrás de la que ocultar cualquier cosa, y algunas veces incluso cualquier cosa inicua o degradante. Pero muchas, ingenuamente, todavía creemos que en el fondo de todas las diferentes banderas feministas debería quedar algo, un mínimo de respeto a la lucha de las mujeres por sus derechos, libertad y dignidad. Sin embargo, contemplamos con estupor cómo demasiadas mujeres y hombres que pretenden acaparar la causa feminista, lo son solo de pose universitaria «cool», sin fundamento teórico o existencial, manifestando comportamientos machistas y hasta usando la vagina como llave mágica capaz de abrir puertas al poder, el enredo político, la información privilegiada, la influencia… Al estilo machirulo clásico, como se había hecho siempre, cuando las mujeres conseguían poder trepando a las camas de hombres poderosos, y haciéndose fuertes, convertidas en amigas entrañables. Empoderándose a través del sexo. Pero…, para este viaje no hacía falta luchar durante siglos. No para llegar al punto de partida y ver mujeres prosperando con las mismas artes (invariablemente sexuales) que en los tiempos bíblicos.
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