El autor argumenta sobre la deriva del presidente hacia las posiciones más radicales de su socio. Y recuerda las consecuencias que actitudes así siempre han tenido.
Con tristeza tengo que decir que en España se está propagando un nuevo virus, el del radicalismo populista y excluyente. Dicho virus no es nuevo, pero hasta ahora, España había estado al margen de esta pandemia.
Sin embargo, media Europa lo sufrió durante décadas, causando mucho dolor y pobreza. Son muchos los derechos y las libertades que quedaron vulnerados, restringidos y violados en el continente europeo por la expansión de este virus comunista que se disfraza de solidaridad para infectar las estructuras de las sociedades.
La Historia nos pone de manifiesto que el comunismo nunca es sinónimo de libertad, sino de represión y de expansión de un pensamiento único. Basta mirar las atrocidades cometidas en la Unión Soviética y en los países dominados por el telón de acero en Europa. Pero esa pandemia también ha afectado a otros continentes.
En este sentido, puede verse la realidad existente en países asiáticos como Corea del Norte o en países americanos como Cuba o Venezuela. Precisamente, en las aguas turbias del comunismo bolivariano bebió nuestro vicepresidente segundo, Pablo Iglesias.
Para él, el modelo de libertad es aquel en el que desde el Gobierno se controlan todos los resortes del Estado, dando un autogolpe de Estado para perpetuarse en el poder. Se trata de un modelo en el que no importa el respeto a la dignidad de la persona y a los derechos que le son inherentes. Lo importante es que el pueblo sea sumiso y domesticado desde los medios de comunicación de titularidad pública.
Así trabaja Pablo Iglesias, contagiando al Gobierno de la Nación con el virus de la fractura, el enfrentamiento, la radicalidad y el pensamiento único. Mientras, el presidente Sánchez, ya infectado por ese virus, permanece noqueado. El virus ataca los cimientos del Estado de Derecho y la división de poderes.
Lo más inquietante para un político bolivariano es precisamente la independencia judicial. En este sentido, son sospechosas las maniobras que el Gobierno está realizando en el Tribunal Constitucional y el Poder Judicial. No tienen ningún tipo de límites en la falta de respeto a la separación de poderes.
Atacan el prestigio que tenía la Abogacía del Estado, la Fiscalía General del Estado, la Fiscalía del Tribunal Constitucional, la Fiscalía del Tribunal Supremo, y a los jueces y magistrados. Es realmente triste constatar que los jueces que hay en el Gobierno, Grande Marlaska y Juan Carlos Campo, hayan olvidado que la garantía de la convivencia en paz y democracia, es el respeto a la separación de poderes y a la independencia judicial.
Tengo que recordar la actuación de Pablo Iglesias, insultando, llamando corruptos a los jueces, que llevó al Consejo General del Poder Judicial a emitir dos comunicados indicando que Iglesias estaba atentando al Poder Judicial. Mientras, el Ministro de Justicia, también infectado por el virus de la Moncloa, sostuvo que esas afirmaciones estaban justificadas por la libertad de expresión.
De igual manera, depuran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, buscando que sean sumisos a la "nueva normalidad" del Estado de pensamiento único. Estamos ante una alarma de Estado: el Gobierno actúa en contra del Poder Judicial.
Ante está situación y para combatir este virus, recomiendo desde el primer momento el uso de la “mascarilla democrática”. Este virus infecta, es un virus autoritario, destructivo y corrosivo, que cada vez está inundando a la población. Incluso puede llegar a ser un virus letal. Letal para un Estado democrático, por la restricción de derechos y libertades.
El virus que ataca la independencia del Poder Judicial, dimana de los socios comunistas de Podemos, los radicales, que llegan a acuerdos con herederos de ETA, así como de los independentistas catalanes.
La radicalidad
Me preocupa que en España empiece a oírse la frase: ¡EXPROPIÉSE! bolivariana. Me preocupa como cada vez más, nos parecemos a nuestro país hermano de Venezuela. Conozco a muchas familias venezolanas que huyeron de su país por la falta de libertad, y ahora me cuentan que en España está empezando a acontecer lo mismo.
Aún estamos a tiempo de poner cordura y evitar que España se convierta en un triste ejemplo de cómo los modelos bolivarianos conducen a la pobreza del régimen democrático y de los ciudadanos. La vacuna de este virus, no está en los extremos, ni en la radicalidad.
Nunca encontraremos el progreso en la nueva normalidad derivada del populismo radical y excluyente. La solución la encontraremos en una España unida donde se valoren los derechos y libertades, la transparencia, la separación de poderes y la lealtad a la Constitución y a la Corona.
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