«Lo de Venezuela no le importa a nadie». Lo ha dicho la vicepresidenta primera del Gobierno de España, que ya en su día se hizo famosa al asegurar «que el dinero público no es de nadie» para justificar que Zapatero gastase a manos llenas. Luego llegó la crisis y en realidad no es que no tuviera dueño, es que no habían dejado un euro en la caja, donde aparte de las telarañas solo habitaban 90.000 millones de déficit.
El último «nadie» de Calvo camina hacia un final igual de triste si nos atenemos a las espeluznantes cifras de ese «asuntillo» que según la dirigente socialista no le importa a nadie. Veamos: según Acnur, el éxodo que ha provocado el chavismo
Alcanzará a final de año los 6,5 millones de personas, es el mayor movimiento de población en Iberoamérica en medio siglo y ya supera al provocado por la guerra de Siria. Seguramente le importa particularmente a España que es el cuarto país del mundo que más venezolanos acoge, después de los que hacen frontera o están en aquella región. No hay cifras exactas, pero a estas alturas ya se habla de una horquilla de entre 300.000 y 400.000 repartidos por ese país donde, según Calvo, a «nadie» le importa Venezuela.
Ayer, las redes sociales se llenaban de mensajes de españoles de a pie pidiendo perdón a los venezolanos por las ofensivas palabras de la vicepresidenta de su Gobierno. Personas cabales a las que sí les parece importante que, según recoge el último informe de las Naciones Unidas sobre el régimen de Caracas, solo entre enero de 2018 y mayo de 2019 se produjeran 6.800 ejecuciones extrajudiciales, muchas de ellas protagonizadas por los «escuadrones de la muerte» bolivarianos, que además se ceban en las barriadas más humildes.
Cerca de cien muertos a tiros en las manifestaciones contra Maduro, 15.000 detenciones por «razones políticas», centro clandestinos de detención, torturas sistemáticas en la mayoría de los apresamientos registrados, entre otras la aplicación de corriente eléctrica, la asfixia con bolsas de plástico, los simulacros de ahogamiento, las palizas, la privación de agua y comida, posturas forzadas y exposición a temperaturas extremas.
Las fuerzas de seguridad de Maduro recurrieron de manera habitual a esas medidas para extraer información y confesiones, intimidar y sancionar. Lo dice la ONU, no la ultraderecha españolaza o los medios de comunicación que se empeñan en preguntarle a la ministra de Exteriores (recuerden, «Spain is back») que se encocora ofendidísima cuando escucha la palabra Venezuela.
Pero sigamos con la ONU, que también documentó violencia sexual y de género contra mujeres y niñas durante su detención: «Agresiones físicas tales como arrastrarlas por el pelo y tocamientos inapropiados, amenazas de violación, desnudez forzada e insultos sexistas y de género, con la finalidad de humillarlas y castigarlas».
A Carmen Calvo -esa gran feminista, formato «perdona, bonita, nos lo hemos currado las socialistas»- también le importan una higa las mujeres de Venezuela.
La vicepresidenta, la ministra de Exteriores, la impagable Lastra o el incógnito Simancas, que ayer quiso hacerse el gracioso con el sufrimiento de los venezolanos y le salió la ironía peor que el «Tamallazo»… Mil mentiras después el sanchismo entero parece entregado al régimen de Caracas y niega la tragedia de todo un pueblo.
Álvaro Martínez ( ABC )
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